< Regresar a Meditaciones

P. Josemaría

6 min

ESCUCHA LA MEDITACIÓN

VERGÜENZA Y GRACIA 

El diablo nos quita la vergüenza para hacer que nos equivoquemos, y luego nos la devuelve para que no contemos nuestros errores. Quizá los mismos errores, de los que otros alardean −exagerándolos− alrededor de una mesa de café.

UN MILAGRO

Me quiero fijar en uno de los dos milagros que hace Jesús en el Evangelio de hoy. En concreto el que dice así en el Evangelio de san Marcos del capítulo V.

«Una mujer que tenía un flujo de sangre desde hacía doce años, que había sufrido mucho a manos de muchos médicos y se había gastado todos sus bienes sin aprovecharse de nada, sino que iba de mal en peor. Cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la muchedumbre y le tocó el manto; porque decía: “Con que toque su ropa me curaré”. 

Y de repente se secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que estaba curada de la enfermedad. 

Al momento, Jesús conoció en sí mismo la fuerza salida de Él. Y vuelto hacia la muchedumbre, decía: —¿Quién me ha tocado la ropa? Y le decían sus discípulos: —Ves que la muchedumbre te apretuja y dices ¿quién me ha tocado? Y miraba a su alrededor para ver a la que había hecho esto. 

La mujer, asustada y temblando, sabiendo lo que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le dijo toda la verdad. 

Él entonces le dijo: —Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz y queda curada de tu dolencia». 

Quisiera ponerlo en el contexto de la confesión sacramental. Esta mujer es una persona que tiene una enfermedad que le avergüenza. Por lo que parece ser que la vergüenza, por el modo de acercarse a Jesús en el anonimato, le avergüenza porque tiene un flujo de sangre en sus partes íntimas.

AURICULAR Y SECRETA

Por lo que se conoce que existía; y que sigue existiendo ese tipo de enfermedades. Y evidentemente, pues es algo vergonzoso y muy doloroso que se sufre muchas veces en silencio. 

Pero ella se acerca a Jesús, con la absoluta seguridad de que va a ser curada. 

Y te decía que quería ponerlo en el contexto de la confesión, porque tú también te puedes acercar a Jesús, con esa misma seguridad de que vas a ser curada por Él. Pero también con ese mismo anonimato con el que se acercó ella. 

Todos tenemos derecho al anonimato en la confesión.

Auricular y secreta, se dice siempre donde el penitente puede tener la garantía en el confesionario de no tener que revelar su nombre. Qué voy a confesarme con Cristo, no con el padre fulano, por más bien o mal que me pueda caer, por más joven o viejo que pueda ser. 

Es la fe que tenemos en la confesión. Así es la confesión. Actúa milagrosamente en el alma independientemente del sacerdote. 

Eres tú, Jesús, quien me purifica. Y yo puedo tener la misma confianza y anonimato de esta mujer hemorroísa. 

Qué fantástico lugar es el confesionario, con rejilla donde tú no ves al sacerdote, ni el sacerdote te puede ver a ti. Una práctica de muchos, muchos siglos en la Iglesia, que nos ayuda a mantener ese sentido sobrenatural de un sacramento. De tener como un contacto con lo divino. 

PRIMERA CONFESIÓN

Trata ahora de acordarte de tu primera confesión. Yo me acuerdo perfectamente de mi primera confesión a los seis años, antes de hacer mi Primera Comunión con mi hermano de ocho. 

Mi mamá nos llevó con don José Luis Massot, un sacerdote ya con algunos años. Yo la verdad es que con seis no me enteré de mucho, sólo que sí fue una gran paz. 

Y luego recuerdo muy bien, aquellas confesiones de los domingos en la Iglesia del Carmen, allá en la Ciudad de México, y como íbamos a confesarnos con el sacerdote carmelita. 

También teníamos como esa claridad que los hombres nos podíamos confesar hincados de rodillas donde estaba el sacerdote, ahí en el confesionario, porque éramos varones; y nos podíamos confesar de frente. En cambio, las mujeres, siempre en rejilla. 

Luego también tengo esos extraordinarios recuerdos del padre Sergio cuando me confesaba en el colegio. 

Pero volvamos a la hemorroísa, volvamos a la realidad de su dolencia, de su enfermedad que le humilla, que le duele en el alma y en el cuerpo. Y cómo queremos ponerla en relación con la confesión.

Recordar que confesarse es vergonzoso, es humillante. Lo es. Estás yendo a decir tus pecados a una persona que sí representa a Cristo. ¡Pero es vergonzoso! 

VERGÜENZA

PENA Y VERGÜENZA 

Dice el Papa Francisco:

“Menos mal que es vergonzoso. Si no, serías un sinvergüenza. Estás admitiendo que has hecho cosas malas y eso no es fácil”. 

San Josemaría decía que:

“El diablo nos quita la pena de pecar y nos la devuelve para confesarnos. Que nos quita la vergüenza para hacer que nos equivoquemos, y luego nos la devuelve para que no contemos nuestros errores”. 

Quizá esos mismos errores que otros alardean exagerándolos incluso alrededor de una mesa de café, o que quizá tú y yo mismo lo hicimos. Alardeamos nuestros pecados con los amigos, pero luego nos devuelve la vergüenza al momento de ponernos en el confesionario. 

Y claro, que ayuda saber que por esta mi confesión,  pues Jesús ha derramado hasta la última gota de sangre en la Cruz. 

Que Tú, Cristo, has ido a la Cruz precisamente por todos los hombres de todos los tiempos. 

Y confesarme, es decir Jesús, tu cruz ha valido la pena. Y por eso aquí estoy yo, haciendo este acto de fe, en que por medio del sacramento, me conecto al Calvario; y mis pecados se perdonan por tu bendita sangre derramada. 

Pero que no sea fácil decir mis pecados, pues es una cosa buena, porque soy consciente del mal, del pecado que he cometido, porque afectan mis sentimientos, mis emociones y también me afecta que el Padre me pueda reconocer la voz, porque no me ve en el confesionario, pero me oye. 

LA ABSOLUCIÓN

Y me hace pensar: —Pues, ¿qué va a pensar de mí después de lo que le diré? ¿Va a tener una opinión distinta de mí?… ¡Pues claro que me afecta!

Por eso, los sacerdotes hemos de facilitar la confesión, no tanto humanizándola al grado de que parezca más como una consulta con el psicólogo: —No te preocupes, todos somos iguales. ¡Pues no, no va tanto por ahí!

Facilitarla, es estar allí sentado, escondido en el confesionario, esperando al penitente que va a tener un encuentro con Cristo vivo, no con su amigo el padre fulano o mengano, sino que el sacerdote es un instrumento. 

Pues vamos a pedirle esto al Señor por intercesión de la Virgen María que no perdamos nunca la vergüenza, el miedo del bueno, el nervio del estómago que nos da antes de ir a confesarnos, porque también es parte de la gracia. 

De saber que lo que hice estuvo mal y que existe el mal en el mundo, no solo en general, sino en mí. Y yo me avergüenzo por ello. Eso se llama pecado. 

Pero también por eso, después de confesar, no sin vergüenza mi pecado, salgo con una paz (iba a decir que proporcional, pero muchísimo más grande proporcionalmente hablando) en mi corazón, después de haber recibido la absolución. 

Absolución mediante la cual, Jesús me perdona. Y me dice como le dijo aquella mujer:

«Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz y queda curada de tu dolencia». 

LA FE NOS SALVA

No existe nada semejante a la alegría de escuchar esas palabras del sacerdote, y salir flotando del confesionario de paz, de saber, de sentir y tener esa certeza que no la tiene nadie en el mundo más que los cristianos. Que es una gracia muy grande de que se nos perdonen los pecados en la confesión. 

Madre nuestra, que nunca dejemos de valorar esta gracia de Dios, tan fina y tan bonita. Que la queramos recibir frecuentemente, cada semana o cada quince días, si es posible… 

Porque todos somos pecadores, pero todos podemos y tenemos derecho a recibir también ese perdón de Cristo de manera anónima, auricular y secreta en el confesionario.


Citas Utilizadas

Hb 12, 1-4

Sal 21

Mc 5, 21-43

Reflexiones

Señor, que no perdamos nunca la vergüenza, el miedo del bueno y el nervio del estómago que nos da antes de ir a confesarnos… Y dame tu perdón.

Predicado por:

P. Josemaría

¿TE GUSTARÍA RECIBIR NUESTRAS MEDITACIONES?

¡Suscríbete a nuestros canales!

¿QUÉ OPINAS SOBRE LA MEDITACIÓN?

Déjanos un comentario!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.


COMENTARIOS

Regresar al Blog
Únete
¿Quiéres Ayudar?¿Quiéres Ayudar?