ESCUCHA LA MEDITACIÓN

LIMPIAR POR DENTRO

Muchas veces pensamos que tenemos que estar bien para las fiestas y si no significa que eres una persona maleducada. Pero ¿por qué nos fijamos en la presentación exterior cuando lo más importante es la interior?

El evangelio que nos propone la Iglesia hoy habla de

«un fariseo que le rogó a Jesús que fuera a comer con él; entrando, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer

(o sea, que no se había lavado las manos).

Pero el Señor le dijo: “Ustedes los fariseos purifican por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de rapiña y de maldad. ¡Insensatos! El que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tienen, y así todas las cosas serán puras para ustedes»

(Lc 11, 37-41).

Dios mío, Tú que eres mi Padre amoroso, que anhelas que experimente la auténtica paz y la felicidad al dejarte ser el centro de mi vida interior, guíame en esta meditación, en este Hablar con Jesús, para que me aleje de las preocupaciones exteriores y pasajeras y pueda ser dócil a tus inspiraciones.

Con claridad se ve que Jesús nos enseña que es importante lo que tenemos en el corazón. No solamente las cosas que se hacen por fuera, sino lo que llevamos dentro.

MANDAMIENTOS

Jesús, ayúdame a experimentar vivamente tu amor en esta oración para saber corresponder con más docilidad por dentro también. Porque muchas veces nos parece que las cosas que ocurren en nuestro interior no son tan pecaminosas, y claramente en los diez mandamientos tenemos dos que solamente ocurren dentro de nuestro corazón, que son el noveno y el décimo mandamiento:

«No consentirás pensamientos ni deseos impuros, y no codiciarás los bienes ajenos»

(Ex 20, 1-17).

Estos dos se enfocan en esa pureza interior que tenemos que intentar tener siempre, porque el Señor conoce nuestro corazón y para Él es muy grato encontrar un corazón puro, un corazón que se esfuerza, por ejemplo, en no pensar mal de los demás, en no tener una perspectiva negativa de las cosas que suceden. En no darle pábulo o espacio en nuestro interior a resentimientos o a deseos impuros también, o a situaciones que implicarían un ideal o de venganza o de tipo de rapiña.

Definitivamente hay que intentar no meternos por esos caminos que nos alejan de Él, porque hay que tener el corazón libre de estas cosas negativas.

ubícate

¡UBÍCATE!

Tengo un amigo que cuando alguien dice algo que no está tan acertado le suele decir: “¡Ubícate viejo, ubícate!”. Palabras que muchas veces nos hace falta escuchar porque hay que ubicarse.

Si te recuerdas de la narración del pecado original, lo que leemos en el Génesis, te darás cuenta de que la raíz del pecado de Eva no fue mirar con deleite el árbol prohibido, sino algo previo, el aceptar la conversación con el demonio. Dice el texto que el diablo se acercó a ella y le dijo:

«Así que Dios les prohibió que coman de todos los árboles del Paraíso».

Fíjate el padre de la mentira que invita a la mujer al diálogo, pero valiéndose de una afirmación exagerada: todos los árboles.

Cuando la prohibición sólo recaía en dos: el árbol de la ciencia del bien y del mal y el árbol de la vida. Y la mujer, con el ánimo tal vez de intentar defender a Dios y de refutar a Satanás, acepta esa conversación. Le dice:

«Nosotros de los árboles del Paraíso comemos, no comemos de aquel que está en el medio, porque Dios nos ha dicho: “de ese no comáis ni lo toquéis, porque el día que lo hagan moriréis”».

Sí, Eva contesta, da explicaciones, pone esfuerzo para que entienda quien no tiene una intención buena. El demonio no estaba yendo para refutar cosas, estaba tentando.

FALTA DE HUMILDAD

La historia, ya sabes cómo termina, el demonio le promete que si comen del árbol

«serán iguales a Dios, conocedores del bien y del mal, ante lo que la mujer vio que el árbol era bueno a la vista y deleitable para alcanzar sabiduría, y tomó de él y comió, y le dio a su marido que también comió»

(Gen 3, 1-6).

Y por primera vez en la historia de la humanidad surge la falta de humildad. Habría que ver él dicho: ubícate, ubícate, ese querer ser iguales a Dios, el inconformismo con lo que uno es.

Aunque debo aclarar que la mujer ya se había desubicado previamente, como ella no era san Miguel arcángel, ante la diferencia de fuerzas con el demonio, debería haber huido inmediatamente, rehusado todo tipo de diálogo.

Cuando en nuestro interior también hablamos con el demonio, cuando aceptamos una tentación, cuando le damos pábulo a esas ideas de pensar mal de alguien, de guardar resentimientos de forma prolongada, de que en nuestro interior se vayan almacenando cosas que no convienen, ahí estamos hablando con el tentador. Nos estamos desubicando.

En el caso de Adán y Eva, al ser humanos se desubican por determinar lo que está bien y lo que está mal, que en principio está atribuido a Dios, y en el pecado original se intentó arrebatar ese indelegable poder divino, conducta que muchas veces lo podemos ver todavía.

ubícate

Por ejemplo, aquí en Ecuador, que se está promoviendo, especialmente desde la Corte Constitucional, el aborto, la eutanasia, todo el tema de la fecundación artificial… son cosas terribles, lo que da a entender que los hombres también de esta generación pretendemos alimentarnos del árbol prohibido, de ser iguales a Dios.

Eva, de ser humilde, hubiera rechazado el diálogo inmediatamente, ya que dialogar con la tentación, internamente, es ya un camino de tibieza, de mediocridad, tan sutil como peligroso.

SAN AGUSTÍN

Esto mismo nos lo recuerda san Agustín con su propio testimonio, cuando dice que al poco de convertirse, reconoció que no había abandonado completamente las peligrosas charlas con sus viejas amigas (así les decía a sus malas pasiones, que le tiraban dulcemente de su vestido de carne).

“Agustín, ¿cómo nos abandonas? Mira que no podrás hacer ya esto ni tampoco aquello y para siempre”.

Eso es lo que tenía en la cabeza. Fíjate la tentación del demonio.

Por su parte, quien luego sería el obispo de Hipona, confiesa que se encontraba en el estado de que estando en la cama por la mañana, cuando le decían: “fuera Agustín, levántate”, interiormente, decía: sí, pero más tarde, quiero descansar un poco más.

Sabemos que, afortunadamente, a san Agustín le dio el Señor un final empujón e hizo abandonar esas malas pasiones, ese no dejarse llevar ni por la pereza ni por la lujuria. Jesús ya nos proviene de la necesidad de estar vigilantes y lo mismo san Pedro cuando nos dice:

«el demonio anda como un león rugiente buscando a quien devorar»

(1Pe 5, 8).

LIMPIEMOS LA COPA POR DENTRO

Que no te dejes llevar por esa mala tentación interna, esas formas concretas de guardar en tu interior las cosas que no son gratas a Dios. “¡Ubícate viejo, ubícate!”

Intenta sacarlo de tu alma y pedir siempre esa fuerza a nuestra Madre, a tu ángel de la guarda, de no guardar ninguna cosa negativa dentro de ti. Ni resentimientos, ni envidias, ni lujuria, por supuesto, ni ninguna cosa que nos aparte ya más de Él.

Que sigamos el consejo del Señor, que limpiemos la copa por dentro, que no dejemos que dentro de nuestro corazón existan o convivan esas cosas que nos separan de Dios.

Al contrario, que veamos siempre que desde nuestro interior el Señor puede estar muy a gusto. Muy a gusto cuando comulgamos, por ejemplo, que está adentro nuestro. Jesús, ayúdanos a comulgar con el corazón puro, con esas ganas de recibirte de la mejor manera.

Madre mía, ayúdame a conseguir este objetivo, a tener un interior purificado para tu Hijo.


Citas Utilizadas

Rom 1, 16-25

Sal 18

Lc 11, 37-41

Ex 20, 1-17

Gen 3, 1-6

1Pe 5, 8

Reflexiones

Jesús, que limpie la copa por dentro, que no deje que dentro de mi corazón existan o convivan esas cosas que nos separan de Dios.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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