Señor, mi Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves que me oyes, te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración madre mía Inmaculada San José, mi padre y señor Ángel de mi guarda intercede por mí.
Jesús, Maestro de Oración
Una vez, Jesús estaba orando, y uno de sus discípulos le dijo:
“Señor, enséñanos a orar.”
Entonces el Señor les enseñó el Padre Nuestro, la oración que Él mismo nos transmitió.
No es una oración compuesta por los hombres, sino por el mismo Dios. En este pasaje, vemos a Jesús orando, y esto impresiona profundamente.
El momento más conmovedor es cuando ora en el Huerto de los Olivos, antes de su pasión y muerte, pidiendo por nosotros.
Suda sangre, sufre por nuestros pecados, pero permanece unido al Padre en oración intensa.
El Deseo de Aprender a Orar
El discípulo que ve a Jesús orar queda impresionado. Comprende que la oración no es solo repetir palabras, sino un acto de amor.
Por eso exclama:
“Señor, enséñanos a orar.”
También nosotros deberíamos pedirle que nos enseñe a rezar bien.
Cuando No Sabemos Rezar
Lamentablemente, muchas personas no saben rezar.
Algunos solo se acuerdan de Dios cuando tienen un problema grave o una angustia, como los marineros que solo invocaban a su patrona Santa Bárbara cuando había tempestad.
Así también hay quienes solo buscan a Dios en los momentos difíciles —en un accidente, una enfermedad o una pérdida—, pero se olvidan de Él en la calma.
Dos Formas de Pedir: El Buen y el Mal Ladrón
En la Cruz, había dos ladrones junto a Jesús.
El mal ladrón solo pedía ser liberado del sufrimiento: “Bájanos de la Cruz.”
En cambio, el buen ladrón, con humildad, le dice:
“Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino.”
El Señor escucha al segundo, no al primero.
La oración verdadera no busca imponer la propia voluntad, sino aceptar la de Dios.
Rezar con Amor y Confianza
No debemos tratar a Dios como a un sirviente o un “superhéroe” que soluciona nuestros problemas.
Hay que hablarle como un hijo habla a su Padre, con respeto, cariño y disposición a hacer su voluntad.
Podemos pedir ayuda, pero también debemos estar dispuestos a colaborar con Él.
En el Padre Nuestro, Jesús mismo nos enseña este equilibrio.
“Hágase tu voluntad”
Esta frase es el corazón de la oración cristiana.
Antes de pedir, debemos tener el deseo sincero de cumplir lo que Dios quiere.
Solo así nuestras peticiones nacen de la confianza y no del egoísmo.
El Reino de Dios: Nuestra Meta
Cuando decimos “Venga a nosotros tu Reino”, pedimos conocer y vivir el Reino de Dios.
Jesús vino a anunciarnos ese Reino, el Reino de los Cielos, lugar de felicidad eterna.
Para ayudarnos a entenderlo, nos habló en parábolas:
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El tesoro escondido en el campo.
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El mercader que encuentra una perla de gran valor.
Ambas nos enseñan que vale la pena dejarlo todo por el Reino de los Cielos.
El Pan Nuestro de Cada Día
Esta petición tiene dos significados:
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El pan material, que agradecemos a Dios como sustento diario.
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El pan espiritual, la Eucaristía, alimento del alma que nos da hambre de Dios y nos acerca al Cielo.
La Eucaristía es “la prenda de la gloria futura”, pero debe recibirse con el alma limpia.
El Perdón: Fuente de Alegría y Libertad
Jesús nos enseña a pedir:
“Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.”
El perdón de Dios lo recibimos en el sacramento de la confesión, llamado también el sacramento de la alegría, porque alivia el alma y nos devuelve la paz.
La Iglesia nos invita a confesarnos con frecuencia y preparar bien cada confesión.
Así como Dios nos perdona siempre, también debemos perdonar pronto a los demás.
Perdonar libera el alma, sana las heridas y nos permite pasar página con amor.
No Nos Dejes Caer en la Tentación
Cada día el maligno busca hacernos caer, engañándonos con apariencias de bien.
Pero Dios es más fuerte y nos da los medios para vencer:
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El crucifijo, signo del amor que vence al mal.
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El escapulario de la Virgen del Carmen, como protección maternal.
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El agua bendita, signo de bendición y defensa espiritual.
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La protección de los ángeles y arcángeles, que nos acompañan.
El Santo Rosario: Arma Poderosa
En este mes de octubre, mes del Rosario, recordemos que el Santo Rosario es un arma poderosa para el triunfo del bien en el mundo.
Por medio de María, el Señor derrama sus gracias sobre la humanidad.
Oración Final
Gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación.
Te pido ayuda para ponerlos por obra.
Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda, intercedan por mí.
Muy buena y excelente oración si me gusta
Gracias
Gracias
Muy buena y excelente oración si me gusta