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P. Rafael

8 min

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LOS ERRORES DE LOS DEMÁS

La mala suerte es más fácil de asimilar que las limitaciones de los demás. Hoy Jesucristo nos recuerda que el modo de tratar los errores de los demás también es un termómetro de nuestra fe.

Hace un tiempo leí en un libro de un autor católico una consideración que me dejó muy pensativo, porque tenía toda la razón. En cierta parte del libro él hablaba de las contrariedades. Es decir, de esas cosas típicas del día a día que no están incluidas en nuestros planes y que nos hacen tambalear todo. Nos hacen dudar de que Dios es bueno, porque mira, me están pasando cosas que son malas y no las tenía previstas. ¿Cómo reaccionar ante esos sucesos? Que sí, nos hacen replantearnos todo o nos obligan a replantearnos nuestro día a día.

Entonces él decía -y esta es la parte interesante de su consideración- que para nosotros sería mucho más fácil entender la contrariedad que se produce porque es lo que tocaba, casi como por mala suerte, que las contrariedades que son producidas por la libertad de los demás.

El ejemplo que ponía a mí me pareció interesantísimo. Él decía que era como, por ejemplo, cuando uno va bastante urgido de tiempo a una reunión, cuando uno tiene que llegar con puntualidad a otro lugar, a una cita y entonces uno va y resulta que algo le pasa al carro, al auto se le revienta algo, se rompe algo y entonces, claro, viene la contrariedad: Señor, ¿por qué justo ahora? Como dicen: cuando el pobre lava, llueve…

Entonces uno puede decir: Señor, qué mala suerte y obviamente es una contrariedad, pero uno puede sencillamente decir: -Uy, qué mala suerte. Decía este autor católico.

Esto es lo interesante, que nos es más fácil entender esa contrariedad a, por ejemplo, que tengamos que llegar muy puntual a cierto sitio, a una cita importantísima y resulta que llegamos tarde. Pero por culpa de otra persona que tenía que venir con nosotros, que se tardó en salir, que no llegó a tiempo al punto de encuentro… Y claro, eso nos cuesta muchísimo más. Es como una contrariedad que tarda más en asimilarse.

LA PROVIDENCIA DE DIOS

Esto me hizo pensar efectivamente en que, Señor, ¿por qué nos cuesta tanto entender que también aquello puede formar parte de tu amabilísima Providencia?

A mí me parece que este es el hilo conductor del evangelio de hoy o uno de los posibles y los conductores del evangelio de hoy. Porque se trata de tres partes que pareciera que no tiene muchísimo que ver entre sí. Pero te propongo esta clave de lectura para ver si encaja, porque el evangelio de hoy tiene tres partes.

Estamos en el capítulo 17 de san Lucas y me atrevo a reordenar las tres partes a ver si así se entiende un poco mejor la unidad. La última parte creo que es la más conocida, la que más nos suena, porque en cierto momento los apóstoles le dicen al Señor:

“-Señor, auméntanos la fe.” (LC 17, 5), y la conocidísima respuesta de Jesucristo “Si ustedes tuvieran fe como un grano de mostaza, dirían a esa morera: arráncate y plántate en el mar, y les obedecería.”

(Lc 17, 6).

Es decir, el Señor nos dice que cuando hay fe, también hay demostraciones de esa fe, hay consecuencias de esa fe. Y la fe no es solamente para hacer milagros o prodigios o cosas asombrosas como esto que pone el Señor de una planta que arranca y se planta en el mar… Sino, a veces, la fe es precisamente en cosas cotidianas como estas ¿no?

Si tuviéramos verdaderamente fe creeríamos en ti Señor, que existes y que gobiernas todo el tiempo toda nuestra existencia. Si tuviéramos fe deberíamos creer también en la amabilísima providencia del cielo, que es capaz de sacar bien a partir de los males.

Que especialmente en momentos como esos de las contrariedades, de las contradicciones de cada día, resulta que el alma cristiana es capaz de ver también allí la amabilísima mano de su padre Dios.

TENER FE RECIA

purificación

Por eso, me parece interesantísimo esta consideración: Señor si yo tuviera fe recia -ni siquiera como un grano de mostaza, porque ya sabemos lo que implicaría aquello- pero si yo tuviese al menos un poquito de fe, yo sería capaz de ver también tu amabilísima Providencia. No solamente cuando el carro no funciona, cuando el auto no quiere arrancar y estamos muy mal de tiempo… Sino también cuando me di cuenta de los defectos de los demás qué trastocan mis planes.

¡Caray, qué fuerte! ¿No? Que cuando las cosas son así, los cristianos podemos, debemos ver también por los ojos de la fe la amabilísima Providencia de Dios, también en los defectos en las limitaciones de los demás que trastocan nuestros planes. Si tuviéramos fe recia creeríamos, así de radicalmente, en la Providencia amabilísima de Dios, que guía todas las cosas para el bien.

Por eso una pregunta del día de hoy, para al menos esta última parte del evangelio es: ¿Cómo reacciono yo ante los defectos, ante las limitaciones de los demás y especialmente en aquellas que trastocan mis planes, mi tranquilidad, mi modo de funcionar?

Con esto bueno pasamos a la segunda parte de este evangelio de hoy, la parte del medio. El Señor está hablando precisamente de cómo reaccionar ante esas situaciones donde los demás nos trastocan nuestra tranquilidad:

“Si tu hermano peca repréndele; si se arrepiente, perdónale. Y si peca siete veces al día contra ti -ya sabemos que el número 7 es un número simbólico para la mentalidad judía, para la mentalidad hebrea, significa mucho, muchas veces- y siete veces vuelve a ti diciendo: me arrepiento. Le perdonarás, le perdonarás.”

(Lc 17, 4).

PERDONAR

perdonar

¡Caray qué fuerte! Aquí otra demostración más en la que el Señor nos pide que tengamos fe, ya no para que el árbol se arranque y se plante en el mar, sino fe en esa Providencia Divina que me hace contar con los planes de Dios. Especialmente cuando mi hermano trastoca esos planes, porque peca contra mí, no una, no dos, sino hasta siete veces.

Perdonar cuesta muchísimo, obviamente a todos nos cuesta lo del setenta veces siete, el poner la otra mejilla… Pero si tuviéramos fe, ni siquiera como un grano de mostaza, sino como mitad de un grano de mostaza, confiaríamos en esa Providencia Divina que también cuenta con los pecados de los demás que nos afectan.

He aquí, como te decía, el hilo conductor y sobre todo que el Señor nos está invitando a actuar con los demás como actúa El con nosotros. “Motivo más para pedir cada vez más fe Señor.”

“Señor, que yo crea tanto en ti y que yo crea tanto en ese modo amabilísimo como Tú me tratas, para que yo sea capaz de tratar a los demás como Tú me tratas a mí. Es decir, así como Tú me perdonas, ya no siete veces, ya no setenta veces siete, sino que hemos perdido la cuenta de la cantidad de veces que Tu Señor has tenido paciencia con nosotros.

Como yo creo que existes, como yo creo que Tú me tratas con misericordia Señor, que así trate yo también a los demás.

Un poco como haciendo examen y revisando, Señor, si yo no trato a los demás como Tú me tratas a mí, probablemente sea que mi fe en Ti, no es tan recia como yo pensaba. Si lo fuera, yo no dudaría de tu amabilísima Providencia. Yo no dudaría de tu infinita Misericordia conmigo, no se me olvidaría nunca la paciencia que has tenido conmigo en infinidad de veces.

Por eso, Señor, dame una fe recia con la que yo pueda también tratar así a los demás.

EL ESCÁNDALO

Vamos ahora a la primera parte, como te decía, vamos del del final hacia el inicio. El Señor dice a sus discípulos:

“Es imposible que no vengan los escándalos; pero, ¡hay de aquel por quien vienen! Más le valdría que le ajustaran al cuello una piedra de molino y que la arrojaran al mar, que escandalizar a uno de esos pequeños: vayan con cuidado. (Lc 17, 1-3).

Uno de los modos de escándalo posibles que hay, que puede generar un cristiano es el de cómo reacciona precisamente ante los efectos de los demás. Es decir, cuando nos damos cuenta de que alguien ha hecho algo malo. Que alguien se ha equivocado, que alguien podría haber hecho las cosas de otro modo como debería ser. ¿Qué tanto espacio damos nosotros a la murmuración, a la crítica, al comentario ácido?

En lugar de corregir como nos está diciendo el Señor y como también dice en otros lugares, con la corrección fraterna, como nos corregiría el Señor a nosotros y como de hecho lo hace. Que poca fe, a veces, demostramos cuando damos paso más bien a la crítica, a la murmuración, al comentario irónico. Eso, obviamente lo que demuestra es que no creemos tanto en que Dios existe y que es bueno con nosotros.

SEÑOR AUMENTANOS LA FE

“Mira, por eso te decía que el hilo que me parece que puede unir el evangelio de hoy es Señor, que la fe que te pedimos tantas veces no sea solamente la fe en creer en los dogmas de nuestra de nuestra religión. Que no sea solamente una fe para creer que existes…

Sino también que sea una fe que abarque toda nuestra vida. Y especialmente esa fe que se demuestra en cómo tratamos a los demás, en cómo reaccionamos ante los defectos de los demás. En cómo consideramos que la Providencia amabilísima del cielo existe. Que todo coopera -como dice san Pablo en la Carta a los Romanos- para el bien de los que aman a Dios.

Esa es la fe práctica, la fe operativa que tenemos que pedirte todos los días y especialmente hoy aprovechando este evangelio de hoy. Señor, que yo crea que Tú potencia, tu omnipotencia es capaz de abarcar, de considerar y de sacar bien también a partir de las limitaciones de la libertad, que produce la libertad de los demás.”

 


Citas Utilizadas

Sb 1, 1-7

Sal 138

Lc 17, 1-6

Reflexiones

Señor, aumentanos la fe.

Predicado por:

P. Rafael

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