ESCUCHA LA MEDITACIÓN

EJEMPLO DE ORACIÓN

Dice el Evangelio: «Tu fe te ha salvado». Cuánto depende de que creamos.

Hoy día escuchamos un hecho histórico que nos narra san Lucas y que nos puede servir para aprender, sacar conclusiones y hablar contigo, Jesús.

«Cuando se acercaba Jesús a Jericó había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna».

Muchos de nosotros hemos aprendido a oír el evangelio e, inmediatamente, ponernos con la imaginación dentro de la escena. 

Podríamos identificarnos con este personaje que está al borde del camino pidiendo limosna. Es una persona, como hemos leído, que está cieguita, que tiene una limitación evidente y que, obviamente, tiene en su interior oscuridad, porque no entra la luz por los ojos. 

Esa oscuridad muchas veces se ha utilizado como imagen para representar el estado del ser humano después del pecado original, pero también después de los pecados personales; la oscuridad.

Por tanto, ya no es sólo que yo me ofrezco a identificarme con el cieguito sentado al borde del camino pidiendo limosna, sino es lógico que incluso veamos a la humanidad que está en esa postura, en ese lugar y en esa oscuridad. 

«Cuando se acercaba Jesús a Jericó…»

Esta dificultad, Señor, que ahora mismo tenemos para verte con más claridad. Estamos hablando contigo, queremos hacer oración, pero de todas maneras quisiéramos verte más claramente. 

«Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello».

Es tan lógico, creo que todos, si tuviéramos esta dificultad visual, usaríamos mucho la pregunta que quien ve, que nos diga qué es lo que está pasando. 

Pero llevado a ese nivel de identificarnos con el cieguito imaginariamente, vale la pena que nos preguntemos en qué medida nosotros estamos interesados en saber lo que está pasando a nuestro alrededor, en relación con Dios, en relación a las veces que Tú te quieres cruzar en mi camino, Jesús. 

Qué bueno será que estemos más pendientes para que, ante cosas pequeñas y ordinarias, te sepamos descubrir.

¿CUÁNTAS VECES QUISIÉRAMOS IDENTIFICARTE?

Me acuerdo de las veces que san Josemaría en sus escritos, en su catequesis, cuando era sacerdote joven, un niño le hablaba, él se decía a sí mismo:

«Josemaría, te está hablando el Espíritu Santo». 

la oscuridad

Esa apertura del alma a identificarte, Señor, más aún, a estar interesados por lo que pasa a nuestro alrededor de tu parte; por lo que Tú hagas a mi alrededor.

Y le informaron, porque estaba rodeado de gente que lo quería, que le dicen:

«pasa Jesús, el Nazareno».

Le dicen la verdad, te presentan Jesús. Y él tiene, a partir de ese momento, la información precisa. Está nada menos que el Hijo de Dios nacido en Nazaret, pasando. Qué breve teología. Pasa Jesús el Nazareno. Cuatro palabras, pero que lo dicen todo.

¿Cuántas veces nosotros quisiéramos identificarte? Y buscamos demasiadas palabras o buscamos sentir no sé qué, o buscamos que pase un milagro o buscamos que haya una prédica especialmente con un modo, con un énfasis… Cosas que son mucho más complejas que simplemente esta respuesta: “pasa Jesús, el Nazareno, pasa Cristo al lado de ti”.

«Pues en cuanto él lo oyó, empezó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”».

Otra vez son pocas palabras y lo dicen todo:

«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».

¡Ten compasión de mí! Que es realmente: ayúdame en lo que yo necesito. O sea, fíjate en cómo yo estoy, a veces consciente de mi ceguera y de mi oscuridad, pero otras veces no. 

Entonces no sé por qué, pero estoy un poco triste, estoy como atorado, estoy como cargado interiormente, que no encuentro la paz que busco. He intentado ir a alguna terapia, seguir algún tratamiento y no encuentro la paz. 

En cambio, si yo te digo a Ti, Señor: ten compasión de mí, Tú sabes perfectamente dónde está el problema en mi vida. Entonces me resolverás aquello que quizás ni yo mismo sé cuál es el problema.

CON MÁS INSISTENCIA

Como sabemos, el evangelio sigue,

«Los que iban delante lo regañaban para que se callara».

Es esa presión de quienes están a nuestro alrededor que muchas veces nos alientan para el mal, lamentablemente. Y son pretexto de una educación, de una cortesía contigo, Señor, pues nos desalientan: “¿para qué molestas al Señor?”

En el fondo es esto. Los que iban delante lo regañaban para que se callara; es decir: no eres digno de la atención exclusiva de Jesús. Eres sólo una persona pobre que está con una limitación y no distraigas a quien tiene otras cosas más importantes que hacer. 

la oscuridad

Pero, a pesar de esa presión negativa, dice:

«él gritaba más fuerte».

Una perseverancia, una fortaleza, una audacia bastante admirable, pero comprensible. 

Creo que cada uno de nosotros, si de verdad creyéramos que Tú, Señor, nos vas a ayudar con algo que realmente nos interesa, nos importa, te lo diríamos con más insistencia.

«Él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se paró y mandó que lo trajeran».

Es esa oración insistente, audaz, llena de fe que hace que Tú, Señor, estés atento.

Yo sé que incluso esto hay que matizarlo, en realidad Tú estás atento siempre, pero Tú nos has dicho que conviene orar y no desfallecer, que conviene ser perseverantes, que es bueno ser pedigüeños, es una expresión más española que de por acá, pero sí entendemos lo que significa. Mejor que seamos personas que pedimos más, “con el riesgo de molestarte”, Señor, que pedir menos.

«Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: “¿qué quieres que haga por ti?” Y él le dijo: “¡Señor, que recobre la vista!”. Jesús le dijo: “Recobra la vista, tu fe te ha salvado”»

(Lc 18, 35-42). 

Señor, quisiéramos tener una fe un poquito más grande para entendernos tan fácilmente contigo y que Tú nos ayudes en lo que realmente nos deja a oscuras en nuestras vidas.

Permítenos tener un poquito de esa fe que tuvo este cieguito y que Tú alabaste:

«Tu fe te ha salvado».

Pues Señor, como te decían los apóstoles: auméntame la fe. Auméntanosla a todos los que estamos ahora terminando este rato de oración. 


Citas Utilizadas

1Mac 1, 10-15. 41-43. 54-57. 62-64

Sal 118

Lc 18, 35-43

Reflexiones

Jesús, Hijo de David, ¡ten compasión de mí!

Predicado por:

P. Luis Andrés

¿TE GUSTARÍA RECIBIR NUESTRAS MEDITACIONES?

¡Suscríbete a nuestros canales!

¿QUÉ OPINAS SOBRE LA MEDITACIÓN?

Déjanos un comentario!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La moderación de comentarios está activada. Su comentario podría tardar cierto tiempo en aparecer.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.


COMENTARIOS

Regresar al Blog
Únete
¿Quiéres Ayudar?¿Quiéres Ayudar?