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Panameña, Comunicadora Social. Autora de “Te Ofrezco mis Puertas”, “Chachalaca y su viaje inesperado” y “Mariana y la ballena”

5 min

Mi verdadera conexión. Hablar con Jesús

Mi verdadera conexión

Hace unos días experimenté lo que es sentir la necesidad de algo de forma desesperante. Ustedes dirán: Bueno, será que Tere consume alcohol, fuma o usa alguna droga. Pues gracias a Dios, no. Lo más que tomo son dos copas de sangría en alguna salida especial o en mi cumpleaños. Jamás he fumado.

Mi verdadera conexión

Hace unos días experimenté lo que es sentir la necesidad de algo de forma desesperante. Ustedes dirán: Bueno, será que Tere consume alcohol, fuma o usa alguna droga. Pues gracias a Dios, no. Lo más que tomo son dos copas de sangría en alguna salida especial o en mi cumpleaños. Jamás he fumado.

Mi retiro espiritual: el momento más esperado del año

Eso que sentí sucedió en mi retiro anual. Quienes me leen saben que son los días más felices de todo el año: un encuentro intenso conmigo misma y con Dios.

El sacerdote guía con tres meditaciones diarias, se celebra misa, tenemos tiempo para leer… un plan que nos ayuda a acercarnos a Él y revisar nuestra alma: cómo vamos en el combate diario por ganarnos el Cielo.

 Un año lleno de compromisos y pantallas

Este ha sido un año muy intenso a nivel literario. Para la promoción de estas actividades he incursionado en nuevas técnicas. Accedo a todas las aplicaciones desde el celular: hago videos, tarjetas, publicaciones… trabajos que consumen mucho tiempo.

También empecé a leer digitalmente en el celular, algo que antes no concebía, pues siempre prefería los libros físicos. Además, escribo y edito desde allí, llevo la agenda y atiendo varios correos, entre ellos uno de un nuevo proyecto familiar que requiere atención constante.

Un aparato que se convirtió en centro de mi vida

El celular ha pasado a ocupar un lugar central para mí. Lo uso para escuchar música en Spotify (donde incluso he armado una playlist de música católica), para las meditaciones diarias de 10 minutos con Jesús y Hablar con Jesús, para comunicarme por WhatsApp y correo electrónico con amigos y familiares, para asuntos de trabajo, en fin, para casi todo.

El silencio que habla de Dios

Una desconexión necesaria

Los días previos al retiro estaba concentrada en la planeación de una actividad por el Mes de los Océanos, que en Panamá se celebra en septiembre. Tengo un libro que aborda la conservación marina así que estaba muy entusiasmada. Me propuse terminar todo antes del jueves y así llegar libre de pendientes.

De hecho, había decidido ir al retiro después de la Feria del Libro, que implica siempre mucha actividad.

La noche anterior trabajé hasta tarde ajustando textos para publicaciones y editando un video con una experta en ballenas que participaría en el evento y con la cual me había reunido ese día.

Celular encerrado, alma abierta

Al llegar al retiro sabía que debía desprenderme del celular. No hay forma de conectarse al 100 % con Dios si se sigue conectado al mundo.

Otros años no tuve problema, pero esta vez la sensación era distinta.

Dejé el celular en la maleta, con llave. Antes, le escribí a mi esposo para avisarle que no respondería durante el día.

Luego pensé: ¿cómo seguiría el programa diario? Fui al tablero informativo y lo anoté a mano. También recordé la hora de mi medicina sin necesidad de alarmas. Eso me dio tranquilidad.

Ansiedad por estar desconectada

Tengo una alarma en el celular para tomar mi pastilla diaria, un inhibidor de estrógenos que evita la reaparición del cáncer. Sin esa alarma, suelo olvidar la dosis.

Pero más allá de la medicina, lo que sentí fue angustia por no tener el celular conmigo. Era como una ansiedad creciente, una desesperación por no estar conectada. Nunca me había pasado.

 El momento de decidir

Entonces me dije: Tere, basta ya. No pasa nada. Ahora lo importante es estar conectada a Dios.

Y fue casi mágico: me desprendí del celular.

Esa primera tarde, antes de cenar, lo saqué un momento para escribirle a mi esposo y revisar mensajes. Luego lo guardé y dormí profundamente.

Una nueva rutina

Al día siguiente me levanté antes de la alarma. La primera meditación con el padre sería a las 7.25 a. m. Había decidido no ver el celular al despertar, sino iniciar el día en paz. Y lo logré.

No lo usé hasta después del almuerzo, solo para escribirle a mi esposo y responder algunos mensajes.

 Lecciones y medidas concretas

Esta experiencia me mostró la dependencia que tengo del celular, algo que no es malo si mantengo una higiene de uso: emplearlo de forma organizada, sin permitir que me robe el tiempo de oración ni mi conexión con Dios.

Quiero que esa conexión con Él sea sin interrupciones, porque es la que me llena de amor y paz. Esa sí quiero que sea permanente.

El silencio que habla de Dios

 Mi plan de desintoxicación digital

De regreso a casa tomé medidas sencillas, como si fuera una especie de desintoxicación del celular:

  1. No verlo al levantarme. Primero, oración.
  2. Comer sin celular. Lo dejo en el cuarto o en silencio en la cartera.
  3. Leer el periódico sin depender de la luz del celular. Compré una linterna pequeña.
  4. Escribir desde la laptop o a mano. Este artículo lo inicié a mano y luego lo pasé a la computadora.
  5. Silenciar notificaciones. Dejé solo correo y llamadas de emergencia.
  6. Leer en el iPad cuando estoy en casa; uso el celular solo fuera.

Conclusión: una lucha más, una lección más

Pasado más de un mes del retiro he comprobado que estas medidas sencillas han funcionado. Les confieso que no ha sido fácil, me han costado mucho. Todavía cuestan pero los resultados se están viendo.

Por ejemplo, durante las comidas conversamos más y mi esposo al ver que yo dejo el celular en el cuarto, ha empezado a hacer lo mismo.

En las mañanas, al no ver el celular al levantarme mi mente está más dispuesta y despejada para hacer mi rato de oración con nada que me distraiga. Igual ha pasado en la noche. A la hora de ir a dormir, ya no entro al Instagram para ver qué ha pasado, quién me puso algún comentario, en fin.

Mi plan de desintoxicación digital es parte de mi vida.

Al comentarle a un amigo mi propósito me dijo: el celular es un animal peligroso, si no lo domesticamos, nos devora.

Creo que voy logrando domesticarlo.

He comprendido que esta fue otra de mis luchas cuerpo a cuerpo: una que exige cambios de rumbo. Y no estoy sola en ellas. Dios está siempre a mi lado.

El silencio que habla de Dios

El silencio que habla de Dios

Hoy entiendo que Dios también me habla en los silencios y en las renuncias. Que, cuando cierro las puertas al ruido que me distrae, se abren ventanas hacia su voz. Si logré desprenderme del celular en mi retiro, es porque Él me recordó que la verdadera conexión que necesito no depende de una pantalla, sino de Su presencia constante. Y esa es la única notificación que quiero recibir siempre: la de su amor que nunca se apaga.


Escrito por

Tere Dominguez

Panameña, Comunicadora Social. Autora de “Te Ofrezco mis Puertas”, “Chachalaca y su viaje inesperado” y “Mariana y la ballena”

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