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P. Santiago

5 min

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LÁGRIMAS DE JESÚS

Jesús lloró ¿Qué siente el Señor cuando mira nuestra vida, nuestra ciudad, nuestro corazón? ¿Por qué lloró, y qué quiere enseñarnos con ese llanto? Abramos el alma en este rato de oración para dejar que sus lágrimas iluminen las nuestras y nos conduzcan a la verdadera paz.

Al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella. Jesús lloró; el Hijo de Dios, el Señor de la historia, el que sostiene el universo, lloró. ¿Por qué? ¿Qué sintió? ¿Qué siente hoy al mirar mi vida, mi corazón, mi ciudad, mi entorno?

Jerusalén, para Jesús, no era un mapa, un pueblo de esos por los que uno pasa, no sé, en bicicleta o en carro de paso y lo deja ahí rápido. Jerusalén, para Jesús, era un pueblo amado, el pueblo amado que no le abre la puerta.

Por eso dice en el evangelio:

“¡Si reconocieras lo que conduce a la paz!”

(cfr. Lc 41).

“Jesús, me imagino Tu mirada.” Me imagino el caer de esas lágrimas. No serían muchas lágrimas, más bien pocas. No eran lágrimas de rabia, ni de frustración, ni de derrota. Son lágrimas de un amor impedido, de un amor retenido.

“Lloras, Jesús, porque quieres mucho, porque amas. Lloras porque ves que estamos hechos para la paz, la verdad, la alegría y aun así elegimos otros caminos.
Elegimos caminos que, hay veces, incluso, nos rompen por dentro. Por eso lloras, Jesús.

¿Cuáles son tus sentimientos cuando miras mi vida? Ven, Señor, te permito que mires mi vida, que mires mi vida desde lo alto, desde el monte que quieras, para poder otear todo lo que es mi vida, todo lo que comprende mi existencia. Que veas, Señor, mis enredos, que te pongas desde lo alto y veas donde se generan los atascos, dónde hay indiferencias, prisas, cansancio…

Jesús, lloras por mí. ¿Cómo ves, por ejemplo, mi entorno: las personas con las que trabajo, mi universidad, mi ciudad, mi pueblo, mis amigos? ¿Será que ellos no reconocen tu visita?”

Si reconocieras lo que conduce a la paz…

LÁGRIMAS EN LA BIBLIA

Percy

“Señor, quiero decirte que estuve revisando un poquito en el Nuevo Testamento y en la Biblia momentos donde hay lágrimas.”

¡Hay lágrimas! En la Biblia hay lágrimas, páginas donde hay lágrimas, lágrimas piadosas. Por ejemplo, las de Pedro cuando te negó. Esas lágrimas no lo destruyeron, esas lágrimas sanaron su corazón. Son lágrimas que le abrieron la puerta a la misericordia.

Hay lágrimas también mundanas. Por ejemplo, las lágrimas de Esaú, que lloró por perder la bendición, pero no cambió de vida. Fueron lágrimas, pero sin conversión; tristeza, sin conversión. Peligrosísimo.

Lágrimas de lamento y de dolor, como las del profeta Jeremías cuando ve sufrir a su pueblo. Lágrimas de alegría, como las de María Magdalena, “cuando te reconoce a ti, Señor, ya ha resucitado.” Esas lágrimas que la purificaron, la lavaron, la iluminaron, la renovaron.

Lágrimas de súplica, dice la Epístola a los Hebreos: “

(…) con lágrimas presentó oraciones y súplicas” (cfr. Hb 5, 7).

Son lágrimas que confían en el Padre, totalmente en Dios.

“Jesús y también estuve mirando, fisiológica o corporalmente, los tipos de lágrimas.” El cuerpo también entiende sus lágrimas. Por ejemplo, las lágrimas basales son las que hidratan el ojo y por eso casi siempre están ahí.

Las lágrimas de reflejos que son las que protegen. Por ejemplo, contra algún golpe o entra algo sucio en el ojo, alguna pestaña en el ojo, y el ojo comienza a lagrimear para protegerse.

Luego están las lágrimas emocionales que son las que brotan del corazón. Me parece que estamos mirando más estas lágrimas, en este ratico de oración.

Lágrimas que limpien, que liberen, que nos vuelvan más humildes, más verdaderos. “Lágrimas que nos ayuden, Señor, a parecernos a Ti.” Pero también me quiero preguntar: “¿Jesús tú quieres que lloremos?”

EL DON DE LÁGRIMAS

No se trata de sentimentalismo ni de ser muy sensibles, no, no, no. Los santos hablan del don de lágrimas, que no es lloriqueo fácil, sino una sensibilidad profunda del amor de Dios.

No llorar por cualquier cosa. “Sino, porque uno descubre quién eres Tú, quién es Dios y quién soy yo delante de Ti, quiénes somos delante de Ti.”

Mejor no llorar por cosas que no valgan la pena. “No llore.” Muchas veces se escucha eso en una familia o un papá que le dice a su hijo: “No llore”. Bueno, no pasa nada por llorar. No pasa nada por llorar, ¿no? Hay que llorar, podemos llorar, es bueno llorar.

“Señor, y si tengo que llorar, pues también que sea porque te he ofendido. Que sea porque quiero volver a Ti; que sea porque Tú me amas y, a veces, no lo entiendo, no lo veo. Que sean como las lágrimas de Pedro, no lágrimas de un orgullo herido, sino de un corazón que quiere convertirse, arrepentirse.

¿Qué sientes, Jesús, hoy por mí? Cuando me miras, ¿qué sientes? Quizá me ves corriendo, haciendo mil cosas, pero con un rincón de mi alma en guerra. Quizá me ves herido, confundido o frío… Me ves buscando paz en lugares donde no la voy a encontrar.”

Jesús llora porque sabe que hay un camino que conduce a la paz. Y a veces no lo reconozco.

“Jesús enséñame también a llorar por lo que Tú lloras: por mis pecados, por la indiferencia del mundo, por el sufrimiento de las personas, de las almas, por la falta de paz en tantos corazones. Pero enséñame también a llorar de alegría.”

EL SEÑOR NOS VISITA

Qué relajante es llorar de alegría. Cuando a uno le dan, por ejemplo, una sorpresa así inesperada y salen lágrimas espontáneas de alegría.

“Señor, también cuando me perdonas, me acoges, cuando me miras y me dices que me esperas siempre, siempre.

No reconociste el tiempo de tu visita… eso sí no. Eso también lo dice hoy el evangelio. También puede ser un punto fuerte de meditación, para pensarlo, tenerlo en el corazón.

Señor tú me visitas y yo no te abro. Tú pasas por mi alma, mi corazón, por mi lado y yo no te reconozco. Señor, no quiero que pase eso. No quiero que llores por eso.

Bueno, Jesús, vamos a terminar este ratico de oración, se nos pasó el tiempo. Toma mis lágrimas, las que he derramado y las que no puedo derramar. Purifica esas lágrimas. Transforma mi corazón, para que pueda llorar, reír contigo, amar contigo…”

Acudimos a Nuestra Madre, santa María, la miramos a ella con gran orgullo. Nadie entendió las lágrimas de Jesús como lo hizo María y nadie entendió mejor las lágrimas de María como Jesús. Porque la Virgen también lloró.

Madre mía, tú que guardabas todo el corazón, que acompañaste a Jesús en cada cosa, en cada dolor, enséñanos a llorar como Él, sin desesperanza, sin orgullo, sin ruido, sólo por amor.

María, tú que estuviste al pie de la cruz recibiendo las lágrimas, las últimas lágrimas de tu Hijo, toma también las nuestras, las que brotan del arrepentimiento, del cansancio, de la lucha, también de la alegría, y haz las tuyas, preséntalas a Jesús.

Llévanos de la mano al único lugar donde las lágrimas se convierten en paz: al corazón de tu Hijo.


Citas Utilizadas

1 Mc 2, 15-29

Sal 49

Lc 19, 41-44

Reflexiones

Señor, toma nuestras lágrimas, las que hemos derramado y las que no podemos derramar. Purifica esas lágrimas. Transforma nuestros corazones, para que podamos llorar, reír contigo y amar contigo.

Predicado por:

P. Santiago

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