Su práctica se encuentra en diversas tradiciones espirituales, desde los Padres del Desierto en el cristianismo primitivo hasta el budismo, el hinduismo y el sufismo, lo que sugiere que toca una capacidad espiritual innata.
Jesús mismo dio el ejemplo, retirándose frecuentemente a «lugares solitarios» para orar. Esto inspiró a figuras como Antonio de Egipto y Evagrio Póntico, quienes buscaron la soledad en el desierto para la oración silenciosa. Su retiro no parece ser un escape del mundo, sino una estrategia deliberada para buscar la unión íntima y personal con Dios.
Tal como ayer, en el mundo actual tenemos varias voces relevantes que nos invitan a encontrar el silencio en nuestro interior, en la liturgia y la vida diaria.
Papa Francisco: La Elocuencia del Silencio de San José
El Papa Francisco ha ofrecido una profunda y conmovedora reflexión sobre la figura de San José, presentándolo como un modelo de silencio elocuente. Ya que el silencio de José no es un simple «mutismo», sino un «silencio lleno de escucha, un silencio laborioso, un silencio que saca a relucir su gran interioridad».
Este concepto de «silencio laborioso» es una reformulación crucial que desafía la percepción común del silencio como algo pasivo o inactivo. Sugiere que el verdadero silencio es un estado altamente productivo, que fomenta una interioridad que conduce directamente a una acción discernidora y efectiva de acuerdo con la voluntad de Dios.
El Papa destaca que José «no hablaba, sino que actuaba», demostrando la verdad de que no todo el que dice «Señor, Señor» entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad del Padre. Esta conexión directa entre el silencio de José y su acción obediente subraya que la auténtica interioridad espiritual no es un fin en sí misma, sino una fuente para vivir la voluntad de Dios en el mundo.
Francisco también reconoce con franqueza que «el silencio nos asusta un poco, porque nos pide que profundicemos en nosotros mismos y que nos enfrentemos a la parte de nosotros que es verdadera». Muchas personas necesitan ruido constante para evitar la auto-confrontación y el vacío interior. Por ello,vale la pena cultivar el silencio como un acto de coraje espiritual y honestidad, un «espacio de interioridad» que da al Espíritu la oportunidad de regenerarnos, consolarnos, corregirnos y, en última instancia, sanar nuestra lengua, nuestras palabras y, sobre todo, nuestras elecciones.
Cardenal Robert Sarah: La Urgencia del Silencio en la Liturgia
Otro grande de la espiritualidad occidental es el Cardenal Robert Sarah, Prefecto Emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ha sido una de las voces más prominentes de la Iglesia en la defensa del silencio. Sus afirmaciones teológicas son audaces y profundas: «Dios es silencio, y este silencio divino habita dentro del ser humano».
Sostiene que «ser hijo de Dios es ser hijo del silencio», elevando el silencio de una mera práctica humana a un atributo divino. Así, el encuentro más profundo con Dios no es principalmente a través de conceptos intelectuales, sino a través de una quietud profunda que refleja el propio ser de Dios. Por lo tanto, cultivar el silencio no es solo una práctica, sino una participación en la propia naturaleza divina.
El Cardenal contrasta este silencio divino con el «ruido», al que llama una «mentira diabólica» y una «droga de la que dependen nuestros contemporáneos». Según él, el ruido es un mecanismo engañoso para la autoevitación y una herramienta de engaño espiritual, que evita que nos miremos a la cara y confrontemos nuestro vacío interior. Por ello, su defensa del silencio se extiende de manera significativa a la liturgia.
Sarah declara audazmente el silencio sagrado como una «ley cardinal de toda celebración litúrgica». Afirma que «el silencio es el tejido del que deben cortarse nuestras liturgias» y que nada debe interrumpir su clima natural. Para el Cardenal, el silencio sagrado es el «bien de los fieles», y privar a los participantes de él es un perjuicio espiritual que obstaculiza su capacidad para entrar en una profunda comunión con los misterios divinos.
En concreto, nos anima a respetar los silencios de la Misa. Que como sabemos están en el acto de contrición, antes de la oración Colecta, después de la Homilía y después de comulgar. Esta meditación nos da algunas pautas de cómo trabajar el silencio litúrgico, siguiendo al día del silencio por excelencia: el sábado santo
Obispo Erik Varden: Reclamando el Desierto Interior
Este obispo noruego de hábito blanco y negro de cisterciense tiene una relación especial con el silencio. Bautizado luterano e hijo de padres no practicantes, su camino de fe, que lo llevó a estudiar en Cambridge, recuerda la conversión de Paul Claudel. Sin embargo, para Varden, el “clic” se produjo por la solemnidad romántica tardía de la Sinfonía n.º 2 de Gustav Mahler.
Esta experiencia personal lo convierte en un «apto guía espiritual para aplicar la antigua sabiduría monástica a las dinámicas contemporáneas». Su testimonio muestra que las prácticas contemplativas no se limitan a quienes crecieron en la fe, sino que abordan un anhelo humano universal de profundidad, a menudo oscurecido por las distracciones de la vida moderna.
En sus escritos Varden subraya que los Padres del Desierto huyeron de las «distracciones y ansiedades que nublaban la vida interior» más que del mundo en sí. Observa que nuestra cultura moderna se ha convertido en un «desierto espiritual de distracciones», donde muchos se pierden en el individualismo y anhelan algo más.
Su consejo más directo y desafiante para la mentalidad moderna es: «Empieza por despejar algo de espacio en tu vida». Esto desafía la narrativa de la actividad incesante, sugiriendo que el «despejar espacio» intencional es el prerrequisito para cualquier práctica espiritual auténtica, incluido el silencio.
Esta meditación sobre los silencios de Jesús lo explica más a fondo.
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