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DESCONFIAR DE UNO MISMO

«Es a la hora que menos pensáis que vendrá el Hijo del hombre». Jesús dice esto a los discípulos a fin de que no dejen de velar, que estén siempre a punto.
Si les dice que vendrá cuando no lo esperarán es porque quiere inducirlos a practicar la virtud con celo y sin tregua. Es como si les dijera: “Si la gente supiera cuando va a morir, estarían perfectamente preparados para este día” … Pero el momento del fin de nuestra vida es un secreto que escapa a cada hombre…

«Jesús dijo a sus discípulos: entiéndanlo bien, si el dueño de la casa supiera a qué horas van a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada».

Y Pedro, que es el típico que ya conoce las enseñanzas del Señor, le pregunta un poco más a fondo, inmediatamente salta y le dice:

«pero Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?»

(Lc 12, 39-41).

Ahí el Señor cuenta la parábola del administrador fiel y previsor, en el que el Señor les da la tarea de todos sus bienes para administrar.

El servidor bueno, piensa: “mi señor, está cerca” y hace todas las cosas bien. En cambio, el que es un mal servidor, piensa: “mi señor tardará en llegar” y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas y se pone a comer y a emborracharse. Y dice que llegará a la hora que menos lo espera y lo castigará.

Estas dos enseñanzas son muy claras.

Hay un padre de la Iglesia que se llama san Juan Crisóstomo que habla sobre esto, dice:

“Es a la hora que menos piensan que vendrá el Hijo del Hombre. Y Jesús les explica esto a los discípulos a fin de que no dejen de velar, de que estén siempre a punto, porque si les dice cuándo va a venir, cuándo lo tienen que esperar, es justamente porque nos pide practicar la virtud con celo y sin tregua. Es como si les dijera: si la gente supiera cuándo va a morir, estarían perfectamente preparados para ese día. Pero el momento del fin de nuestra vida es un secreto que escapa a cada hombre”.

Eso es san Juan Crisóstomo del año 345. Imagínate cómo iban vestidos en el 345. Ya pensaban así: si la gente supiera cuándo va a morir, estarían perfectamente preparados y tenemos que estar preparados.

CONFIANZA

Si ahora mismo te pisa un tren o te cae un piano en la cabeza, ¿estás listo para ir al Cielo? Hay que estar siempre listoslistos. Hay que saber desconfiar de nosotros mismos, porque a veces esto nos puede llevar a tener esa poca seguridad de conducir sin la licencia.

El otro día estaba almorzando en una fiesta de cumpleaños de una feligresa y me dicen que había tenido un pequeño problema, se distrajo y se topó con una moto de policías. Entonces se cayó la policía que estaba ahí y luego, lo que pasó (era una tontería), pero llevaba la licencia caducada. ¡Dios mío, licencia caducada! Eso es más grave.

A nosotros a veces nos puede pasar lo mismo, nos tenemos una confianza de que sí, no va a pasar nada y andamos por el mundo sin tener estas precauciones. Pero no es una cosa de ahora, Señor, cómo Tú nos previenes para estar siempre atentos a que no sabemos el día y la hora y que tenemos que estar súper claros con que no podemos andar por el mundo en estado de falta de gracia, en estado de pecado mortal.

SAN AGUSTÍN

Ventanuco

En la antigüedad también otro grande, san Agustín, cuenta, (eso está recogido en las Confesiones), que lo que le sucedió a su amigo Alipio, que era uno de los más grandes amigos de san Agustín, dice que

“en los primeros siglos del cristianismo esta característica de los seguidores de Jesús era que no asistían a los espectáculos del circo, porque el circo era donde estaban los gladiadores y luchaban a muerte y donde la sangre humana era ilícitamente derramada.

Y Alipio, que era cristiano, era un ejemplo moral para todos sus conocidos porque no asistía jamás, pero acosado ante la insistencia de sus más allegados y con la intención de darles una lección, aceptó ir, pero en señal de que despreciaba esos juegos, dijo que iba a cerrar sus ojos y eso es lo que hizo.

Llegó al circo, se sentó en las gradas, cerró sus ojos y al rato aparecieron dos gladiadores. Y cuando en la primera escaramuza uno hirió mortal y sorpresivamente al otro en la yugular, las tribunas del circo se levantaron vibrando con el aullido estremecedor de la multitud.

Como Alipio había cerrado los ojos, pero no sus oídos, al escuchar ese alarido, la curiosidad fue tan fuerte que no pudo evitar abrir sus ojos y al hacerlo quedó hipnotizado por aquella macabra escena. Y sin fuerza para cerrarlos, de modo que poco a poco comenzó a posesionarse y a gritar con la muchedumbre. Y ese sólo fue el comienzo, puesto que luego se transformaría Alipio en uno de los aficionados que más frecuentaba los combates de gladiadores”.

No supo desconfiar de sí mismo, pensó que les iba a dar una cátedra a sus amigos y terminó perdiéndolo.

VENTANUCO

Por su parte, san Josemaría solía contar un cuento de unos ladrones que intentaban asaltar un caserón porque los dueños se habían ido y cerrado herméticamente antes de partir, pero habían olvidado, él decía, “despreciado”, cerrar el ventanuco de una de las torres, una ventana chiquita, pues siendo una ventana tan pequeña y elevada les parecía inexpugnable.

Y según el cuento, los ladrones hicieron una pirámide humana para que un niño esmirriado, o sea, pequeñito, delgadito, se metiese por ese ventanuco y ya dentro del castillo comenzó a abrir todas las puertas y ventanas. Al regresar los dueños el sitio había sido desvalijado por completo.

Te traigo estas dos enseñanzas de san Agustín y de san Josemaría, porque nuestras almas también tienen ventanucos que necesitan estar custodiados: los ojos, los oídos, los sentidos en general, y si no sabemos protegerlos, se nos introducirán imágenes dañinas para nuestras almas.

A veces pueden ser escenas lujuriosas en la televisión o un video que mandan algunos desaprensivos por WhatsApp, incluso una cosa escrita que tiene una sensualidad que cambia, unos mensajes con alguien que te pueden ir afectando esas conversaciones inmorales o lo que sea.

Por lo tanto, en la lucha ascética hay que estar vigilantes, intentando evitar incurrir en la soberbia de pensar: yo lo puedo ver todo, a mí las impurezas y las obscenidades no me tientan; sería hacerlo como Alipio.

HUMILDAD

Ventanuco

El camino seguro es el de la humildad, el cual nos llevará a saber desconfiar de nuestras fuerzas porque somos débiles y huir de las tentaciones conforme a lo que dice también san Josemaría:

“No tengas la cobardía de ser ‘valiente’: ¡huye!”

(Camino 132).

El Señor nos explica en esta parábola que tenemos que ser siempre atentos a no dejarnos llevar porque no sabemos cuándo vendrá, cuándo será el día y la hora, y lo importante es no fiarnos tanto de nuestras propias fuerzas, sino estar siempre pendientes de lo que Dios quiere para nosotros.

Porque si no, siempre tendremos esa posibilidad de caer, de dejar esos ventanucos del alma abiertos por donde se puede meter cualquier tentación. Ojo con los sentidos que son por donde entra y en concreto, tal vez lo más típico es los ojos.

Pero bueno, ahora con toda la tecnología también no sólo está en los ojos, sino también en los mensajes que nos mandamos o cosas que pueden abrir las puertas del alma a tentaciones más grandes.

Yo creo que la Virgen María siempre será una aliada estupenda. Por eso utilizar el escapulario de la Virgen del Carmen nos protege mucho y también las medallas suyas, rezar el rosario, donde rezamos constantemente:

“… ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte”

(Avemaría).

Ahí le estamos pidiendo a nuestra Madre que nos acompañe también en ese momento difícil o ese momento inesperado, que es el momento de nuestra muerte.

Que todos tengamos esa claridad de no confiar en nosotros mismos, sino estar siempre en gracia para prepararnos para ese abrazo definitivo con el Señor.


Citas Utilizadas

Rom 6, 12-18

Sal 123

Lc 12, 39-48

Predicado por:

P. Juan Carlos

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