En este domingo, vamos a escuchar en la santa Misa, el Evangelio del joven rico; este chico bueno que ha cumplido los mandamientos, que ha vivido de una manera grata a Dios, según su propia conciencia.
Él se encuentra contigo Jesús mostrando su currículum, y te pide seguirte, irse contigo.
SE ALEJA ENTRISTECIDO
Hay una respuesta tuya que le marca como una especie de alerta, de alarma, que le lleva incluso a irse, a alejarse de Ti entristecido.
Le dices Tú, Jesús:
«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.» (Mc 10,21)
Este Evangelio llamado del “Joven Rico”, es muchas veces comentado, fácil de recordar, y tiene un contenido que siempre nos sorprende.
La interpretación literal es que, tener muchas cosas parecería que es malo, y tener pocas cosas, parecería que es bueno. O sea, el rico sería una persona mala y el bueno sería la persona que es pobre.
Esta es una interpretación que no calza con el mensaje cristiano, que manda a amar al prójimo como uno mismo, partiendo de la base de que todos somos iguales, todos somos hijos de Dios.
Por tanto, la distinción entre ricos y pobres no afecta a la realidad de lo que somos cada uno de nosotros.
Aquí, por lo tanto, Tu, Señor, estás haciendo como que una enseñanza, pero que no se refiere al grosor de una cuenta corriente, o al tipo de tarjeta que uno tenga, de más categoría o de menos categoría.
Tampoco se refiere al número de pares de zapatos o de la marca del celular, no te estás refiriendo a las cosas que uno tiene…
Me parece que lo que estás haciendo es ir al fondo de nuestros corazones y más bien ahí, fijarte ¿qué ocupa el lugar prioritario? ¿qué ocupa el lugar central?
EL LUGAR QUE CORRESPONDE
Me parece, que Tú has detectado que, para este chico, el lugar central no estaba ocupado por lo central, lo importante.
Por eso, cuando Tú le dices que deje lo central para seguirte a Ti, él ve que no hay proporción, o en todo caso ve que no le conviene, que sale perdiendo.
Es que se requiere mucha formación y mucha vida interior, para realmente darte a Ti, Señor, el lugar que te corresponde.
Entonces, a nosotros personas normales, que ahora estamos haciendo aquí la oración, si cabe efectivamente, que este Evangelio nos deje pensando.
Porque también podríamos revisar: ¿Cómo van nuestras prioridades por dentro de nosotros mismos? ¿Qué es lo que ocupa el lugar principal de mis ilusiones, de mis tesoros y también de mis seguridades?
Obviamente, todos necesitamos medios para vivir, al menos mínimamente con comodidad y mejor si es no solo mínimamente.
Todos necesitamos medios para poder comer, vivir, vestirnos, tener salud, educación, etcétera… ¡No va por ahí!
Creo que Tu, Señor, estás proponiéndonos hoy, que nos fijemos en: ¿qué está en nuestro corazón?
Vamos a oír una anécdota de la madre Teresa de Calcuta que tuvo, como todos sabemos, contacto directo por muchos años con la miseria más absoluta, porque ella se negaba a sí misma.
Ella fue impulsando instituciones caritativas por diversas partes del mundo, y ella que estaba acostumbrada a la pobreza, pudo viajar y conocer bien todo el mundo prácticamente.
HAY OTRA CLASE DE POBREZA
Ella estuvo en grandes ciudades del mundo occidental y comprobó que existen otros tipos de pobreza, esto es lo que comentó en la India, decía ella:
“La gente vive y muere de hambre, un puñado de arroz es algo muy valioso allí, sin embargo, en occidente hay otra clase de pobreza, es la pobreza espiritual, más difícil de detectar, en occidente existen divorcios a gran escala, jóvenes negligentes, multitud de hogares destrozados.”
Bueno, estas son circunstancias que uno en realidad puede padecer, no necesariamente uno las causa, pero uno se encuentra con circunstancias que afectan lamentablemente la propia familia.
Ella lo que veía es, no solo en el que ha ocasionado esa ruptura, esa desavenencia, sino en las personas que están ahí cerca a ese entorno.
Ella veía una pobreza en una persona que tiene una carencia, pues todos necesitamos sentirnos queridos y necesitamos el suelo firme del amor de los papás y cuando esto no se tiene por desgracia, hay una carencia.
QUE TODOS SE SIENTAN QUERIDOS
Entonces, ahí está una pobreza, según la madre Teresa Calcuta. Y yo pensaba, que todos tenemos gente cercana a nosotros, lo normal será que sea nuestra familia, nuestros parientes y después nuestros amigos…
¿En qué medida nosotros nos damos cuenta de sus carencias? y ¿en qué medida procuramos que no las tengan?
Así como la madre Teresa procuró que los pobres de la India tuvieran, como dice ella: un puñado de arroz, ¿yo como procuro que en mi casa todos se sientan queridos?
Que mi entorno, mis amigos, mis amigas, sean personas que se sientan acompañados, que se sepan escuchados, que se sepan valorados.
¿Cómo puedo yo Señor, aprender de Ti, a ser amigo de mis amigos y querer a las personas que tengo a mi alrededor, de manera que, detectando sus pobrezas, me mueva a satisfacerlas, en la medida de mis posibilidades?
Muchas veces dándoles mi tiempo, escuchando con atención, acompañando, teniendo disposición de comprender… ¡cuántas cosas bonitas!
Vamos a pedir a la Virgen santísima que nos ayude a ser muy ricos en estos bienes espirituales y compartirlos también con los que están a nuestro alrededor.
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