Dice el Evangelio que nos propone la Iglesia en la liturgia del día de hoy, después de haber lavado los pies a los discípulos, Jesús les dijo:
“Les aseguro; que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices, si sabiendo estas cosas las practican.”
(Jn 13, 16-17)
El Señor nos pone el ejemplo más grande al lavar los pies de los discípulos, porque eso tendremos que hacer nosotros también, los unos a los otros, lavarnos los pies, saber involucrarse.
EL SEÑOR SE INVOLUCRA CON LOS SUYOS
Se lee en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, del Papa Francisco:
La Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos.
Esta es la actitud propia del que está sirviendo, se pone de rodillas, se involucra, dice el Papa Francisco.
Pensaba que esta puede ser una buena forma de plantear nuestra vida de servicio a los demás.
Porque cuando uno se queda solo en servirse a uno mismo, se llena de problemas, se llena de cosas que le gustaría que fueran de forma distinta, de cuestionamientos interiores, de insatisfacciones en general.
Pero cuando uno se involucra para lavar los pies de los demás o sea para servir a los demás, claro, esto cambia.
Por eso se recoge también en esta exhortación apostólica, comentando este pasaje:
Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz.
SERÉIS FELICES
Hasta aquí la cita del Papa Francisco; «Seréis felices si hacéis esto»
“Señor, perdón porque muchas veces estamos más pendientes de si he dormido bien, de si hay para comerlo que más me gusta…
Cierto es, que a veces ahí se nota también el cariño. El otro día me contaba una madre, que su hijo adolescente le contacta más o menos a las 11 de la mañana preguntándole: ¿qué vas a hacer hoy para comer mamá?
Ella al principio se ponía molesta, porque pensaba que era un aprovechado el hijo, pero luego se daba cuenta que su hijo pensaba en ella a esa hora, y entonces le llenaba de alegría.
El hijo lo que le preguntaba es ¿Qué vas a cocinar mamá? y después, si es que no le gustaba mucho, le decía: más bien haz de esto, o lo otro…
Pero a mí me parecía, que ese descubrimiento de esta mujer, que quiere tanto a su hijo, al darse cuenta que él piensa en ella. Eso es eso es servir, eso es darle la vuelta a las cosas.
Y en lugar de ponerse molesta por algo que no tendría razón, más bien, se alegra que su hijo piense en ella, de que le escriba, de que le tenga presente.
Es que esto es involucrarse, es darle la vuelta a los pensamientos que a veces les podemos ver como negativos, encontrar su carga de bondad.
No fijarnos en las cosas que nos hacen daño, sino en las que nos alegran, del mismo gesto.
PONERNOS DE RODILLAS ANTE LOS DEMÁS
Por eso, el que Jesús se haya arrodillado a lavar los pies de sus discípulos, el que se muestre involucrado, hasta secarles con la toalla que se había ceñido a su cintura.
Es ponerse de rodillas ante los discípulos, esto es lo que nos enseña a nosotros también, a ponernos de rodillas ante los demás.
Estoy leyendo el libro del cardenal Sarah: “Se hace tarde y anochece.” Y tiene algunas partes que realmente me han gustado mucho, hablando justamente de esta caridad fraterna que tenemos que tener.
Dice que recordemos las palabras del Concilio Vaticano II: La Iglesia es el sacramento de la unidad del género humano.
¡Pero es tanto el odio la división que la desfiguran…! Ha llegado el momento de volver a mirarnos con un poco de benevolencia, ha llegado el momento de anunciar el fin de los recelos y las suspicacias.
En palabras de Benedicto XVI: “Ha llegado el momento de que los católicos emprendamos el camino de la reconciliación interna.”
Me parece que es muy oportuno, en este momento en el que hemos elegido o, mejor dicho, en que el Espíritu Santo, a través de los cardenales, ha elegido a León XIV y que hay como esta sensación de algarabía en toda la iglesia.
QUERER BIEN
Tenemos que tener esa benevolencia, ese querer bien, Volere Bene, benevolencia hacia todos los cristianos, en el que somos hermanos.
Me parece que es bonito, asi lo explica también el cardenal Sarah en su libro:
Escribo estas palabras en mi despacho, desde donde diviso la plaza de San Pedro, que abre de par en par sus brazos para poder abrazar mejor a la humanidad entera. Porque la Iglesia es madre y nos abre los brazos. ¡Corramos a acurrucarnos en ellos, apretujados unos junto a otros! ¡Estando en su regazo no existen amenazas! Cristo extendió de una vez para siempre sus brazos en la cruz para que, desde entonces, la Iglesia pudiera abrir los suyos y nosotros reconciliarnos, dentro de ella, con Dios y entre nosotros. A cuantos se sienten tentados por la traición, la disensión, la manipulación, el Señor vuelve a dirigirles estas palabras: «¿Por qué me persigues? […]. Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (Hch 9, 4-5). Cuando nos peleamos, cuando nos odiamos, ¡es a Jesús a quien perseguimos!
Señor, que no nos pase esto nunca, que entre los cristianos no nos persigamos, que no nos tengamos esa sensación de que somos distintos, que nos quitamos espacio los unos de los otros.
SIEMPRE DEL MISMO LADO
Al contrario que estemos dispuestos siempre a lavar los pies de los demás, que nos veamos jugando siempre del mismo lado,
Que reconozcamos lo positivo, como esa madre que reconocía lo positivo de que su hijo le llame, aunque sea para cambiarle el menú.
¡Qué importante es que reconozcamos lo bueno que tiene cada acción y los grupos de la iglesia, con su diversidad de carismas y sus formas de actuar!
En Ecuador, en estos últimos días, bueno justo esta semana, se discutió un proyecto de ley, que era bastante complicado, que le llaman COPINNA, que tenía que ver con la niñez y la adolescencia.
Intentaban meter dentro del cuerpo legislativo, una ley que la iban a votar que era realmente nefasta.
Y muchísimos de los grupos católicos, cristianos, grupos en definitiva pro-vida, salieron a protestar.
ESTOS SON LOS QUE SIGUEN A CRISTO
Era una acción como muy rápida, porque esto se anunció recién el viernes y la votación fue este lunes, ahora estamos jueves, han pasado pocos días, pero fue rápida la reacción.
Ahí se veía un montón de grupos de distintos colores, sabores, olores, porque esto es la Iglesia y estos son las iglesias, estos son los que siguen a Cristo, los discípulos de Cristo.
El Señor nos dice que seremos felices si nos lavamos los pies los unos a los otros, el Señor nos deja con claridad esto.
No veamos enemigos, al contrario, intentemos siempre hacer la vida agradable a los demás, y eso lo lograremos si nosotros no vemos lo negativo de los demás sino solo lo positivo.
Esto que estoy diciendo en plan eclesial, por supuesto que también se aplica, a lavarnos los pies los unos a los otros en la familia, en la empresa, en los ámbitos de los vecinos.
Cuántas malas vecindades se dan, por una falta de entendimiento, por intentar imponer voluntades, cuando sería tan fácil tener esa cercanía.
Bueno, vamos a pedirle hoy al Señor esta gracia, de que nos demos cuenta de que vale la pena lavar los pies a los demás, como lo hizo Jesucristo.
Ponemos estas intenciones en manos de nuestra madre la Virgen María, ella que sirvió siempre hasta el final.