Hoy pensaba en las pruebas o señales que le pedimos a Dios. Casi como una prueba de vida en caso de secuestro: “¿cómo sé yo si sigue vivo?” “¿cómo sé si está bien?”. Entonces los secuestradores mandan una foto en la que el secuestrado sostiene el periódico de ese día. A veces parece que hacemos algo parecido con Dios: “¿cómo sé yo que estás vivo y que me escuchas?”, “¿cómo sé yo que realmente puedes hacer esto o aquello?”, “¿cómo sé que estás de acuerdo con lo que pienso hacer?” Le pedimos, a veces le exigimos, pruebas: señales.
¿Por qué pensaba esto? Basta leer el evangelio:
”Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a decir: — Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra señal que la de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo del Hombre para esta generación. La reina del Sur se levantará en el Juicio contra los hombres de esta generación y los condenará: porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y dense cuenta de que aquí hay algo más que Salomón. Los hombres de Nínive se levantarán en el Juicio contra esta generación y la condenarán: porque ellos se convirtieron ante la predicación de Jonás, y dense cuenta de que aquí hay algo más que Jonás”.
PRUEBAS, SEÑALES
No sabemos lo que tenemos delante. Aquí hay algo más que Salomón…, aquí hay algo más que Jonás…
Te pongo un contraejemplo: Era un surfista, fuerte, tostado por el sol, pelo largo, con un ojo de vidrio (porque lo había perdido surfeando: la punta de la tabla le había sacado el ojo en una de esas revolcadas tremendas que pueden dar las olas y que no dan tiempo de arrojar la tabla lejos…). Por su aspecto le apodaban “el Demon”…
Nos contaba una vez que se había metido a jugar con magia negra. Había conseguido un libro y hacía invocaciones, era entre curiosidad y atrevimiento tonto. En una de esas tuvo la “brillante” idea, dijo: “¡Invoco al mismísimo demonio! ¡A Lucifer!” Y decía: “¡Se me va apareciendo una cosa! ¡Enorme! ¡Cabeza de carnero, grandes cuernos! ¡Con cuerpo de hombre fortísimo! ¡Echaba humo!”. ¿Qué hizo? Lo que todos habríamos hecho: ¡salió corriendo! Ya después tuvo que hacer mil peripecias porque las puertas de la casa aparecían rasgadas por unas garras gigantes.
Me parece que escucho cosas así y pienso: “eso sí”, “ahí sí que pasó algo sobrenatural, fuera de lo normal…” Pero luego no nos terminamos de creer que el demonio existe y que fastidia en las situaciones más ordinarias de la vida… Pareciera que deseamos cosas así como para tener seguridad en lo sobrenatural, “en ti Jesús”…
SOBRAN MILAGROS
Ojalá pudiera yo decir lo mismo que san Josemaría:
“Te dije que me sobran milagros en el Santo Evangelio para asegurar fuertemente mi fe”
(Camino 583).
Pero tú y yo queremos, exigimos, milagros, señales. Lo curioso es que, aunque se dieran, quién sabe si eso sería suficiente. Mira que no todos los miles de testigos del Milagro del Sol en Fátima creyeron; mientras que algunos afirmaron haber visto al sol danzar y emitir luz multicolor, otros no vieron nada o experimentaron los eventos con escepticismo, incluyendo al editor de un periódico de la época. La fe en el milagro se consolidó a través de los testimonios y la posterior declaración de la Iglesia, que lo declaró “digno de fe” en 1930.
Avelino Almeida, el editor de O Século, quien inicialmente fue un escéptico, también fue testigo del fenómeno, pero inicialmente se mostró reacio a aceptar las visiones de los niños. Otros decían no haber visto nada extraordinario, aunque sus ropas se secaron en cuestión de minutos o segundos y sin explicación alguna… Por eso hay quien habla del “yo impermeabilizado”. Que se refiere “al individuo aislado de cualquier concepto sobre lo trascendente que vaya más allá de este mundo (…)
EL “YO IMPERMEABILIZADO”
Esta idea afirma, básicamente, que, cuando una cultura está dominada por una creencia religiosa, se fomenta un yo «poroso» con poros. Antes el mundo estaba plagado de personas, ángeles, demonios y fuerzas cósmicas, que lo dotaban de significado, y la gente estaba dispuesta a absorber esas otras fuentes de sentido, que no creaba únicamente el yo. En un medio secular, por su parte, el yo «impermeabilizado» percibe un límite claro entre el mundo interno y el externo, cada cual crea su significado y, por lo tanto, nos encontramos aislados con respecto a algo mayor o más profundo. Para resumirlo, el «yo impermeabilizado» se ha desconectado de la trascendencia, y por lo tanto de Dios”.
Comentaba un obispo famoso que dice que: “Puede que haya un momento en el que ese yo impermeabilizado tenga que recibir una sacudida, ¿cómo explicarlo? Eso es lo que les pasa. Miremos, por ejemplo, el milagro del sol en Fátima, realmente extraordinario, porque hay testimonios de agnósticos y ateos, y de unas 70.000 personas que contemplaron el fenómeno, y yo me pregunto: ¿Cómo se explica? Me suelen decir que fue una alucinación colectiva, y yo respondo: ¿De verdad te parece creíble esa justificación? ¿De pronto, 70.000 personas sufren la misma alucinación? ¿En serio? ¡Una alucinación en masa de todo el público de un estadio de fútbol sería más milagrosa que la propia danza del sol!»” (Encender fuego en la tierra: Anunciar el Evangelio en un mundo secularizado, Robert Barron).
O sea, ni aunque sucedieran milagros o señales. Lo que necesitamos es una conversión interior. Saber reconocer lo trascendente, a Dios mismo, y dejarnos de cuentos. ¿Qué necesito? ¿Necesito ver? ¿Palpar?
CONVERSIÓN INTERIOR
No te olvides de las palabras de Jesús:
”Tampoco se convencerán aunque uno resucite de entre los muertos”
(Lc 16,31).
O aquellas otras:
”Bienaventurados los que sin haber visto han creído”
(Jn 20,29).
Señales. Pedimos señales, queremos señales. Y resulta que estamos rodeados de señales…
Solo con la palabra señales me recordaba de una película de hace años (2002) llamada Signs, Señales. Está dirigida por Shyamalan que hace películas de ese estilo. Ahí actúan Mel Gibson y Joaquin Phoenix. Gibson es un ex sacerdote episcopal que ha perdido la fe tras el fallecimiento de su esposa. La trama arranca cuando el protagonista encuentra círculos en los cultivos en su maizal. Son señales que él recibe y tiene que interpretar. Aunque el argumento gira principalmente alrededor de la ciencia ficción, el productor declaró: Realmente trata sobre emociones humanas puestas en movimiento por un hecho sobrenatural. Señales…
Pero yo te digo, señales… No las pidas. Te bastan las que tienes delante: en el mundo creado, en la gente que te rodea, en tu propio mundo interior, en las Escrituras, en el Sagrario…, Aquí hay algo más que cualquier otra señal. No le pides una señal a tus papás para saber si te quieren y sin embargo no dudas de eso. Pues Dios existe y te ve, te escucha, te quiere. También María Santísima, su Madre, que es tu Madre.
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