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P. Juan Carlos

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MADUREZ DE LOS SANTOS

Partiendo de la genealogía de Cristo llegamos al proceso de transformación de las personas a través de las vidas de cada uno. Aprovechemos lo que nos pasa para crecer en madurez.

FERIAS DE ADVIENTO

Estamos en las fechas de ferias especiales de Adviento, y hoy la Iglesia nos regala un Evangelio muy bonito. 

Es la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham, que se recoge en el capítulo primero de san Mateo.

Y dice que, Abraham fue el padre de Isaac, Isaac, padre de Jacob, Jacob, padre de Judá y de sus hermanos. Judá fue el padre de Fares y de Zahra, y la madre de estos fue Tamar. Y sigue así con todos los patriarcas.

Una serie de personajes que te recomiendo que leas, pero si lo leo aquí, nos vamos a tardar casi los diez minutos.

Así que vamos a terminar… Jacob fue el padre de José y el esposo de María, de la cual Jesús nació, que es llamado el Cristo. 

Luego habla de entre las generaciones de Abraham hasta David, catorce generaciones, desde David hasta el destierro de Babilonia hasta Cristo.

En estos nombres que aparecen por aquí, hay nombres de todo: Hay nombres de grandes santos, como Abraham, como David. Hay gente que ni siquiera es del pueblo, como Ruth.

Personas que no tenían tan buena disposición o tan buen prestigio. Algunas personas que incluso podrían resultar fuera de contexto, como la madre de Salomón, que había sido antes esposa de Urias.

O Robám, que también hizo bastantes locuras. Sin embargo, se mantienen siempre en este elenco de todos los parientes de Jesús. 

COMPORTARNOS MEJOR: SANTIDAD

Porque el Señor hace así en la vida de los hombres. De lo bueno y de lo malo siempre saca cosas que van perfeccionando la historia. Es bonito pensar que en nuestras vidas personales también tendremos momentos así, bonitos y llenos de santidad. Y otros momentos pecadores. 

Vale la pena que vayamos adquiriendo esa madurez y santidad a través de los años que nos lleva a comportarnos mejor.

En este tiempo de Adviento, me parece que es justo hablar de la madurez de los santos y su santidad. Y empecemos justo como termina esta genealogía que nos presenta san Mateo, que termina hablando de San José.

Podemos pensar, los Reyes venidos del oriente adoran al niño Dios y le presentan sus dones. Sabes que es oro, incienso y mirra. Y advertidos en sueños de que el rey Herodes quiere asesinar al niño. En vez de volver a Jerusalén, para comunicarle donde se encontraba la criatura, regresaron a su Tierra por otro camino. 

Y dice,

«y una vez que se marcharon el Ángel del Señor se apareció en sueños a José, y le dijo: —Levántate, toma el niño y a su madre, y huye a Egipto, permaneciendo allí hasta que yo te diga. 

Porque Herodes, esta noche irá en búsqueda del niño para asesinarlo. Y José se levantó, tomó al niño y a su madre y huyó a Egipto.

Y allí permaneció hasta la muerte de Herodes para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta. De Egipto llamé a mi hijo».

ACTUAR INMEDIATAMENTE

Sobresale en los evangelios la figura de San José. Este hombre está dotado de la madurez propia de quien se esfuerza por corresponder a la gracia. Con esa exigencia del amor. 

San José, en el que toda esta genealogía termina, el hombre que fue preparado por los siglos. Siempre hemos hablado de esta figura materna de María, como fue preparada, pero San José también.

Volviendo a esto que acabamos de leer, el Evangelio dice que José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre y huyó a Egipto. 

De modo que José no se esperó a la mañana para partir, sino que lo hizo aquella misma noche, sin olvidarse de llevar consigo las dos únicas cosas que daban a su vida un profundo sentido: María y Jesús.

Salvando a ellos, no tuvo impedimento para dejar casa, pueblo, taller, clientes, lengua natal y amigos. E inmediatamente sin esperar que llegue la madrugada, se marcha a Egipto. 

Considera que la voluntad de Dios es esencial, y responde con la inmediatez del amor. De un amor maduro.

Y si lo piensas, un soberbio difícilmente dejaría todo de golpe, pues está inclinado a pensar que lo suyo es mucho más importante que lo de los demás, incluido Dios. 

O que es tan importante que para dejarlo, necesita pensarlo al menos un buen tiempo. 

LA VOLUNTAD DE DIOS

En cambio, el humilde está vacío de amor propio. Y cuando los planes de Dios están de por medio, no se aferra a lo suyo como algo de inestimable valor, sino que sabe dejarlo. 

Como José, al abandonar todas sus pertenencias sin contemplaciones esa misma noche. 

Pero en nuestra vida cotidiana, tal vez Dios no nos pide que dejemos todo y nos vayamos de Egipto con Él.

Aunque sí puede ser que, cuando alguien nos interrumpa para pedirnos un favor, o nos rompan la cintura cambiando los horarios, o esas planificaciones estudiadas, casi con muchísima meticulosidad… 

O que nos pida alguien una tarea extra, o nos soliciten ayuda en momentos que pensamos que son inoportunos…

Ahí también tenemos que ver la voluntad de Dios, y que dejemos lo nuestro al instante para ayudar al prójimo necesitado. 

Es que esto se ve en los santos, eso se ve en san Pedro y san Andrés. Cuando escuchan ese,

«venid en pos de mí»,

que les dice Jesús a ellos dos.

Y al escuchar esta petición, que es súper exigente de Jesús,

«abandonando todo le siguieron»,

Relictis Omnibus, es un término emparentado etimológicamente con las “res derelicta”, que en el derecho normal eran las cosas abandonadas. 

Los despojos que la gente dejaba en la playa, las cosas que se arrojaban al camino. 

De modo que los Apóstoles, con el llamado de Jesús, habían descubierto algo tan valioso, tan trascendente, que lo que tenían entre manos nada significaba.

Lo abandonaron todo al estilo de la “res delicta”, o sea, las cosas que se dejan abandonadas y le siguieron. 

TENER MADUREZ Y VALENTÍA

Y si queremos imitarlos para pensar, para dejar las cosas inmediatamente e ir en pos de una ideal, necesitamos madurez. 

Es decir, tener en claro lo que amamos y amar metas nobles, cuya trascendencia sea tan evidente, que jamás vacilemos para ir detrás de ella. Y podríamos seguir… 

Por ejemplo, se me ocurrió San Bernardo.

“San Bernardo, hablando con su hermana, Humbelina, revela su propósito de irse a un monasterio de por vida.

Y ella, que lo consideraba su amigo más íntimo, le dijo: Bernardo, ¿por qué? Y Bernardo le respondió, ¿porque quiero ser santo? Y ella le insiste, ¡Bernardo, no seas soberbio! ¿Cómo puedes atreverte a decir que quieres ser santo? 

Y para acabar la discusión, Bernardo le dice a su hermana: Humbelina, aún cuando muchas personas sabias consideren que tú eres humilde y estás en la verdad, y yo en la soberbia y el error, quiero advertirte que tus palabras, en mi opinión, no están tan cerca de la humildad como de la estupidez. 

Porque nuestra existencia en este mundo tiene un solo camino digno, la santidad. Y tontería mayúscula sería no intentar recorrerlo.

Y como ya me cansé de la vida mediocre que llevo, me voy al monasterio para intentar ser santo de una vez por todas y seriamente”. 

Esta actitud de santidad san Bernardo, refleja la capacidad de desprendimiento. Esa actitud de los que pese a valorar lo que tienen entre manos, no estiman a punto de tal, anteponerse a los planes de Dios. Sino que le buscan a Dios. 

Y así hemos encontrado a tantos santos a lo largo de la vida,

DEJARON TODAS SUS COSAS

El Señor va preparándonos con las generaciones anteriores, con las cosas que vivimos en el día a día, con las interacciones que tenemos con los demás. 

La madurez de los santos y su santidad que les lleva a reconocer el trabajo de Dios en la propia vida y que a través de Él se pueden hacer todas las cosas. 

Señor, hoy que seguimos caminando este camino del Adviento, te pedimos que nos ayudes a ganar en madurez para saber responder, con velocidad a todas tus insinuaciones.

Para que seamos como San José, que inmediatamente en la noche empezó a caminar…

Como los apóstoles Pedro y Andrés, que dejaron todas las cosas, Relictis Omnius

Como san Bernardo, que también dejó todo para buscarte.

Señora, a Ti también te lo pedimos: ayúdanos a vivir santamente en esta vida para ganarnos el Reino de los Cielos.


Citas Utilizadas

Gn 49, 2. 8-10

Sal 71

Mt 1, 1-17

Reflexiones

Señor, que en este Adviento mi actitud tenga un cambio para ayudar a quien más me necesita. Que actúe de inmediato y sea servicial.

 

Predicado por:

P. Juan Carlos

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