ESCUCHA LA MEDITACIÓN

LO GRANDE CABE DENTRO DE LO PEQUEÑO

Dice el Evangelio: «El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza». Nos advierte Jesús de cómo mira Dios.

Hoy, Jesús, nos hablas en el Evangelio de un secreto. Dices así:

«Anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo»

(Mt 13, 35).

Y esto nos hace parar las antenas. Vas a decirnos algo que está escondido en tu corazón y que vale la pena custodiarlo, por eso lo guardas ahí adentro y nos lo vas a contar. Entonces estamos atentos.

Y más adelante, en el Evangelio de hoy mismo, dices:

«El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo»

(Mt 13, 31).

Resulta que el gran secreto es que lo grande puede estar en lo pequeño. «El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo» … Es algo que he entendido recordando mis propias tarjetas para el día de la madre cuando era chiquito y también las que hacían mis hermanos.

En realidad, eran unos trazos de una crayola o de unos lápices de colores hechos con cariño, pero que en realidad se ve que eran de una persona que no es artista y que tampoco maneja muy bien los lápices, pero sin embargo el cariño hacía que mi mamá se emocione. A todas las mamás creo que les pasa lo mismo.

ROSA ROJA

Por eso leía aquí una narración que se llama “Una manzana cada día” de I. Segarra (puede ser Ignacio) y dice lo siguiente:

“Las cosas que ofrecemos a nuestra Madre del Cielo pueden ser minúsculas, pero Dios las considera grandes”.

Y cuenta el siguiente cuentito:

“Javier sólo tenía siete años. Estaba preocupado por su mamá, una buena mujer que pasaba en cama los últimos días de un embarazo. ¿Qué podía hacer por ella? ¿Por darle una alegría? Recordó que su padre, en ocasiones semejantes, llevaba a mamá una flor a la habitación.

No lo pensó mucho. Fue a su cuarto y abrió la hucha de los ahorros. Sacó una moneda y con la moneda en la mano se encaminó a la floristería. Una vez allí solicitó una rosa.

semillita

El dueño, que conocía al niño y a su familia, le mostró una rosa roja bonita pero corriente. Javier no se dio por satisfecho y señalando un ramo de rosas escogidas, dijo: ‘quiero una de aquellas, es para mamá que está enferma’.

El dueño del establecimiento le advirtió: ‘aquellas rosas son muy caras, ¿traes dinero suficiente?’ Y el chico dijo: ‘si no lo trajera no habría venido a comprarla’.

El de la tienda sacó con cuidado una de las rosas rojas del ramo. La envolvió en papel de plata y se la entregó. Javier puso con satisfacción la peseta, esa era la moneda en el mostrador y se fue con una flor de mayor precio.

Un cliente, conmovido, se ofreció a pagar la rosa. Le dijo: ‘deje que pague yo. Me gustaría conocer a la madre de esa criatura que es capaz de inspirarle unos sentimientos tan nobles’. ‘De ningún modo’, contestó el de la tienda, ‘en mi vida he vendido una rosa tan a gusto’.

Cuando el padre del niño regresó del trabajo, vio la rosa en el cuarto de su mujer. Fue inmediatamente a pagarla a la floristería, pero el dueño se negó a cobrar nada. Se daba por bien pagado con la peseta’”.

Es bonito porque nos hace ver que lo que valora la gente buena es la intención, el cariño con que hacemos las cosas, la dedicación con que queremos acompañar, aliviar a la persona que queremos y no tanto la cosa concreta.

JESÚS NOS DA PISTAS

Esto nos da, Jesús, pistas para entenderte, porque Tú hoy nos estás hablando de un gran secreto y a veces podemos pensar que serán cosas muy difíciles propias de los santos, gente experta en teología, personas muy piadosas…

Sin embargo, nos dices:

«El Reino de los cielos y parece un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo»,

una semillita. Yo no he visto un grano de mostaza, pero se ve que es una semillita.

semillita

Las semillas que he visto no son tantas, pero sí me acuerdo de que son chicas. Las pepas que tienen las frutas son chicas. Pero, efectivamente, contienen vida; o sea, en su interior. Si están depositadas en un ambiente adecuado, aquello puede germinar una planta verdaderamente grande.

Señor, Tú puedes estar dentro de mi corazón y Tú puedes recibir lo que este corazón mío puede expresar siempre de una manera limitada, pero Tú valoras mis intenciones.

Debemos, creo, todos darnos cuenta de la gran fuerza que tienen las intenciones para las personas que tienen cariño.

Mucho más que la materialidad de lo que uno da, es el cariño con que se da. De manera que, si esto es lo que realmente a Ti te importa, Señor y es tu gran secreto, me parece que todos podemos ser mejores administradores del cariño con que hacemos todo y con que damos todo. A veces es una sonrisa, a veces es una mirada, a veces es un momento de escucha atenta.

Leía:

“Cuando veas un gigante, examina antes la posición del sol, no vaya a ser la sombra de un pigmeo”.

Efectivamente nuestros sentidos a veces se tienden a confundir y podemos percibir que es algo muy grande lo que realmente no lo es. Tus sentidos, Señor y los sentidos de todas las personas que saben querer, no se confunden y por eso no se quedan en lo exterior, sino que ven lo interior.

Vamos a captar este secreto y vamos a procurar poner más nuestro corazón en lo que hacemos. Sea que tratemos a Dios, sea que tratemos a la Virgencita, sea que tratemos a las personas de nuestra casa, a los que están a nuestro alrededor, la intención buena, el cariño que podamos, lo más que podamos. Esto es lo que vale.


Citas Utilizadas

Ex 32, 15-24. 30-34

Sal 105

Mt 13, 31-35

Una manzana cada día. I. Segarra

Reflexiones

Señor, Tú puedes estar dentro de mi corazón y Tú puedes recibir lo que este corazón mío puede expresar siempre de una manera limitada, pero Tú valoras mis intenciones.

Predicado por:

P. Luis Andrés

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