Yo no sé si te acuerdas de este vídeo que se volvió viral hace unos años. El video tiene fecha del año 2016 y está localizado en Cozumel, ese paraíso mexicano envidiable.
Pero el video no tiene esa ubicación por el paraíso, por las hermosas playas, sino porque allí se estaba desarrollando la llegada de los corredores justo en el tramo final de la Serie Mundial de Triatlón.
JOHNNY BROWNLEE
Hay un atleta de Gran Bretaña llamado Johnny Brownlee que está a punto de ganar. Le falta muy poco para llegar a la meta, y lleva una ventaja de unos 800 metros, pero empieza a tambalearse, a hacerse cada vez más lento su paso, hace lo posible por llegar a una estación de hidratación, se ve que está todo acalambrado, todo él es un calambre.
Detrás de él viene su hermano, que está también en plena batalla, pero codo a codo por el segundo lugar con un atleta de Sudáfrica. Pero cuando ve a su hermano, sus prioridades cambian, porque ya no le importa tanto el segundo lugar, lo que le importa es ayudar a su hermano y por eso no tiene reparos en desviarse.
Llega a donde está su hermano allí tambaleándose, le pasa el brazo de su hermano sobre su propio hombro y comienza, prácticamente, a arrastrarlo hacia la meta.
Mientras tanto, obviamente, el sudafricano aprovecha la ocasión, corre hacia la victoria y cruza de primero la meta, y poco después los dos hermanos Brownlee, abrazados, completan el podio del segundo y tercer lugar.
Como te digo, este fue un video que se volvió viral hace unos años. Los dos hermanos Brownlee cruzan la meta, Johnny colapsa apenas llega, y es indudable que, sin la ayuda de su hermano, Johnny, no hubiese terminado la carrera, a pesar de que estaba muy cerca de llegar. Final de Hollywood, ¿no? La realidad supera la ficción.
PURIFICACIÓN
¿Por qué te cuento esa historia? Porque la Iglesia prevé que celebremos hoy algo bastante parecido a lo que acabamos de describir. Hoy es la conmemoración de todos los fieles difuntos, día especial en que la Iglesia nos pide que ayudemos a nuestros hermanos a cruzar la meta del Cielo.
El Purgatorio no es otra cosa que otra manifestación más, tal vez la última manifestación, de la misericordia de Dios, de la bondad de Dios, que quiere que disfrutemos plenamente del Cielo, sin que haya una dosis de no disfrute, disfrute total.
La Iglesia siempre ha creído que existe un tiempo de purificación para esas almas que fallecieron en paz con Dios, desde aquellos cuyo amor a Dios en la tierra merece continuar por toda la eternidad en el Cielo. Pero eso sí, pasando por un proceso de purificación que les permita eso: disfrutar plenamente de ese amor, y libre de todos los desórdenes que dejan en el alma los propios pecados, incluso los pecados que hayan sido absueltos en la confesión.
Por eso, Señor Jesús, hoy te vamos a dar gracias porque nos has dado esta oportunidad de purificación en el Purgatorio, para que no haya ni una mínima parte de nosotros que no pueda disfrutar del Cielo.
Todos necesitamos esa purificación para poder amar más y mejor por toda la eternidad. Esa purificación que es tan buena porque nos hace morir al egoísmo, al tenernos al centro de nuestros pensamientos, de nuestros gustos, de nuestros criterios, de nuestras conversaciones; también al centro de nuestros placeres.
SEÑOR, LO QUE TÚ QUIERAS
La purificación que nos permite dar más fácilmente ese paso radical hacia el amor de Dios. Señor, lo que Tú quieras, del modo que Tú quieras, cuando Tú quieras. Esa purificación que también podemos encontrar ya aquí en la tierra, en esta vida, de tantos modos diversos, como venida de la mano amorosísima de nuestro Padre Dios.
Esas purificaciones que a veces son difíciles de entender, pero que nos ayudan a prepararnos para ese encuentro con Dios en el Cielo.
Y hablando de purificación, hace un tiempo estaba hablando con un profesional que me contaba que hace poco había sido ascendido a una posición superior dentro del escalafón de la compañía. Me decía que ahora sí que entiende cosas que antes no podía.
Cuando él era solamente un trabajador, en el cargo anterior muchas veces se quejaba de que le habían puesto este horario, de que le habían asignado esta tarea, de que por qué a él sí y al otro no, de que tenía encargos que no le gustaban mucho.
Pero que ahora que está en una posición de supervisor, de superior, se ha dado cuenta de que eso que habían hecho con él tantas veces, era lo que convenía, porque ahora tiene más datos, mayor visión de la jugada y eso que antes se molestaba porque le faltaba información que ahora sí tiene en su nuevo cargo.
FUEGO PURIFICADOR
Mientras él me comentaba esto, yo pensaba que tantas veces nos pasa lo mismo contigo Jesús y nos pasa con tus planes con nosotros. Nos molestamos, nos impacientamos, nos indignamos, sentimos una injusticia enorme porque nos faltan datos, esos datos que solamente tendríamos si estuviésemos en el lugar de Dios, cosa que obviamente es imposible.
Pero lo que sí es siempre posible es hacer este acto de humildad: “Señor, lo que tú quieras, del modo que tú quieras, cuando tú quieras. Tú sabes mucho más que yo, Tú ves mucho más que yo”.
Y aunque no podamos entender del todo esos planes que Dios tiene para nosotros, precisamente es que nos faltan datos, siempre podemos intuir que todo coopera para nuestra purificación, para poder amar a Dios más rectamente, despojados de todo lo que nos impide verlo a Él por estarnos viendo demasiado a nosotros mismos. Supongo que esto es lo que piensan las almas del Purgatorio.
En la Sagrada Escritura se habla de un fuego purificador y las almas que allí están sufren de verdad, pero en cierto modo ya están viendo la meta. Por eso la imagen del video es muy buena: se sufre, pero la meta ya está allí y esto es lo que les da esperanza.
PADRE PÍO
Es muy famosa, muy conocida, esa anécdota en la que el Padre Pío estaba en el coro de la iglesia rezando y empezó a oír unos sonidos muy extraños. Entonces se acercó al altar, se encontró con un fraile y pensó que quizá era el padre Leone, uno de su misma orden, y le dijo:
– Padre Leone, es hora de cenar, no de limpiar el altar.
– Respondió el fraile: Yo no soy el padre Leone.
– ¿Entonces quién eres? le preguntó el padre Pío. Y la respuesta un poco escalofriante, porque dijo:
– “Yo soy un fraile que hizo el noviciado aquí y durante ese año mi misión era limpiar el altar y ordenarlo todo en este lugar. Y en todo este noviciado no reverencié a Jesús Sacramentado como debería haberlo hecho, mientras pasaba por aquí por delante del altar. Y por ese serio descuido todavía estoy en el Purgatorio. Ahora Dios me ha enviado aquí para que usted decida el tiempo que aún debo permanecer en este lugar”.
El padre Pío, que quiso ser muy generoso con esa alma, le contestó: “Mañana por la mañana, cuando celebre la santa misa, estarás en el Paraíso”. Y el alma de ese fraile desapareció, pero desapareció llorando, y el padre Pío, después de unos minutos, lloró también, porque pensó:
«Qué cruel he sido, podría haber enviado a esta alma al Paraíso esta misma noche, y sin embargo, le he condenado a vivir en el Purgatorio una noche más».
Pues sí, se sufre, la purificación del Purgatorio es real, pero también es real esa esperanza de llegar al Cielo.
OFRECER SACRIFICIOS POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
El Padre Pío podía haber ayudado a esa alma a llegar inmediatamente al Cielo, y quizás también podremos hacer nosotros lo mismo el día de hoy en esta conmemoración de todos los fieles difuntos, lo que quisiéramos que hicieran con nosotros si fuese el caso: que alguien nos levante, nos dé un empujón hacia el Cielo con su oración, pero especialmente ofreciendo la santa misa.
Ya en la recta final de nuestra carrera hacia el Cielo, qué alegría encontrar ese apoyo de alguien que se acordó de nosotros y nos dio ese impulso que nos hacía falta para terminar de cruzar la meta, como los hermanos atletas de esta anécdota que comentábamos.
Bueno, vamos a ayudar hoy a nuestros hermanos difuntos, pero con generosidad, no sólo por las almas de nuestros seres queridos, sino también por aquellas almas de las que nadie se acuerda.
Ofrecer misas, oraciones, pequeños sacrificios por todas las almas del Purgatorio, especialmente por aquellas más necesitadas.
Y al hacerlo, te pedimos, Señor, que nos des más visión sobrenatural para ver todo, absolutamente todo, como una ocasión de amarte más, para no huir de la purificación aquí en la tierra, aunque nos cueste, porque vale la pena totalmente saltarse el Purgatorio. Porque como decía san José Sánchez del Río: “Ganarse el Cielo nunca fue tan fácil”.

