ESCUCHA LA MEDITACIÓN

¡PRESENTE!

Jesús te llama por tu nombre, como a los apóstoles. No eres uno más en la lista, eres alguien único y elegido. Escúchale y déjate iluminar por la misión que te da.

Me imagino que entre los que escuchan estas meditaciones habrá algunos fans de Tolkien; el autor de los famosos libros de El señor de los anillos y El Hobbit.

Es interesante cómo Tolkien tuvo la idea de El Hobbit. Resulta que se encontró con una lista de nombres en un escrito antiguo. Él era filólogo (o sea, alguien que estudia las lenguas) y estaba investigando la mitología nórdica, específicamente un texto islandés medieval que enumera nombres de enanos.

Ahí encontró la siguiente lista:

Thorin, Balin, Dwalin, Fíli, Kíli, Dori, Nori, Ori, Óin, Glóin, Bifur, Bofur, Bombur y Gandalf. 

Pero dicen que cuando leyó el nombre de Gandalf pensó: “este no es un enano, este es un mago. Pero ¿qué hace en medio de todos estos enanos?”. 

Así comenzó a imaginar toda esa aventura que terminó siendo una de sus obras maestras.

LISTA DE NOMBRES 

Se trató de una lista de nombres que iba a pasar a la historia de la literatura y del cine. Nombres de personajes legendarios, aunque ficticios… Porque, por supuesto, no han existido ni existirán.

Pues nosotros vamos a escuchar hoy una lista de nombres en el Evangelio. Nombres de personajes reales, que han marcado la verdadera historia de los hombres, nuestra historia. 

“Jesús rodea de solemnidad el momento. La noche antes de la selección definitiva, la pasa entera en oración, como las grandes vísperas. Jesús está eligiendo sus doce testigos, las doce columnas de su reino y tiene que dialogar largamente con su Padre antes de dar el gran paso”  

(Vida y misterio de Jesús de Nazaret, I. Los comienzos, José Luis Martín Descalzo).

Presente, misión

NOS LLAMA UNO A UNO 

A la mañana siguiente los llama uno a uno por sus nombres, por nuestros nombres. Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio potestad para expulsar a los espíritus impuros y para curar todas las enfermedades y dolencias. Los nombres de los doce apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el que le entregó.

 A estos doce los envió Jesús, después de darles estas instrucciones: No vayan a tierra de gentiles ni entren en ciudad de samaritanos; sino vayan primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y prediquen: «El Reino de los Cielos está al llegar».

DIAMANTES EN BRUTO

Son tres los evangelios que nos “trasmiten cuidadosamente el momento y las listas. En cabeza de las tres aparece Pedro, de cuya primacía nunca dudan los evangelistas: su nombre aparece citado 195 veces y los de todos los demás, juntos, llegan sólo a 130. Juan, que es el segundo en número de citas, alcanza sólo 29.

Detrás de Simón Pedro vienen [los demás] (…). El nombre de Judas Iscariote cierra las listas en los tres (…). Y los tres recuerdan, ya en el momento de la elección, que éste fue el que le entregó traidoramente.

Y se formula ahora la gran pregunta: 

¿por qué elige a estos doce, precisamente a estos doce? (…)

Eran —ya se ve— doce personajes sin relieve. Tal vez, sí, doce diamantes en bruto, porque personalidad no les faltaba. Pero muy lejos todos ellos de la categoría de lo que se les iba a encomendar. ¿No pudo Cristo, no pudiste Tú, Señor, encontrar en tu país, en tu tiempo, doce compañeros de mayor calibre? ¿Por qué los eligió precisamente a ellos?.

¡PRESENTE!

Los escritores han buscado todo tipo de explicaciones al misterio. Chesterton nos ofrece como respuesta una de sus paradojas: 

“Cuando nuestra civilización quiere catalogar una biblioteca o descubrir un sistema solar, o alguna otra fruslería de este género, recurre a sus especialistas. Pero cuando desea algo verdaderamente serio reúne a doce de las personas corrientes que encuentra a su alrededor. Esto es lo que hizo, si mal no recuerdo, el fundador del cristianismo” 

(Vida y misterio de Jesús de Nazaret, I. Los comienzos, José Luis Martín Descalzo).

O sea: hombres normales con nombres normales. Como tú y como yo. Pero cuando su nombre lo pronuncia Dios viene cargado de una misión y se saben predilectos suyos. 

Hace unos años leí un libro que se titula ¡Presente! Cuenta la historia de un profesor ciego que entra como maestro sustituto en un Liceo italiano. Casi todo su método de enseñanza se basa en que pasa lista todos los días. Pero lo hace de una forma especial. 

Presente, Tiempo

EL MILAGRO QUE SUCEDE

El protagonista (que es el profesor ciego) comenta: 

“vivir es aprender a escuchar, porque las cosas y las personas solo se revelan cuando les das el tiempo que necesitan para contarse, el tiempo necesario para desnudarse sin sentir vergüenza. «¿Dónde estás?» fue la primera pregunta que Dios le dirigió a Adán, después de que comiera del fruto que le tendría que haber vuelto divino. Pero él, que no se había convertido en dios, se había descubierto vergonzosamente mortal: «estaba desnudo y me escondí». Perdemos la mayor parte de nuestro tiempo y nuestras energías escondiéndonos, pero, en el fondo, queremos salir a la luz. Hemos sido hechos para nacer, no para morir. Y un nombre bien pronunciado da luz y da a luz a cada rincón del alma y del cuerpo (…). 

Este es el milagro que sucede cuando se pasa lista como es debido” 

(¡Presente!, Alessandro D’Avenia).

PRONUNCIA TU NOMBRE

Así explica este hombre. Y sigue: 

“Un nombre necesita ser pronunciado por alguien (…) Al oír nuestro nombre respondemos: «¡PRESENTE!» porque se enciende todo nuestro destino, como un interruptor enciende la luz. (…) Dar un nombre propio y dar a luz [a una persona] son el mismo acto” 

(¡Presente!, Alessandro D’Avenia).

Jesús, Dios mismo, pronuncia el nombre de los doce y cada uno de ellos dice: ¡presente! Pero yo te animo a que escucha bien, porque también pronuncia tu nombre, incluso tu apodo familiar (Tito, Michi, Tati, Coco, Cheyo…, el que sea) porque te conoce. Y al pronunciarlo te da luz. Ilumina el sentido de tu existencia, porque no eres un cualquiera, eres un apóstol; una persona como cualquier persona, pero apóstol y, por eso, hijo predilecto de Dios. Di ¡presente! Y déjate iluminar por Él.

“Cuando conocemos a alguien, lo primero que le preguntamos es cómo se llama. Todo nombre propio esconde dos dimensiones. Por una parte, es lo que le permite distinguirse como un individuo único e irrepetible. Y, al mismo tiempo, dar a conocer nuestro nombre nos permite entablar una relación con otra persona, nos permite formar una comunidad.

SOMOS ÚNICOS ANTE SUS OJOS

(…) Cada uno de nosotros es querido por Dios con un amor de predilección. Nuestro nombre está en su boca como el de un niño en los labios de su madre cuando quiere hacerlo sonreír o consolarlo por una caída. (…) ¿Sentimos habitualmente en nuestro interior las palabras de ánimo y de consuelo que nos dirige el Señor en todo momento?

En ocasiones podemos pensar que nuestra oración consiste sobre todo en dirigir palabras hacia Dios. Pero, antes, quizás nos haría bien escuchar cómo Dios pronuncia nuestro nombre y nos invita a que abramos nuestra vida a su presencia, [a su luz]. (…) Cada uno de nosotros tiene un nombre personal que nos vuelve únicos ante los ojos de la Santísima Trinidad” (Meditaciones II Domingo C en www.opusdei.org).

No te escondas de Dios, escucha como te llama por tu nombre, escucha el cariño en el tono de su voz, el ánimo y consuelo que nacen de allí. No sueñes con hacer hazañas de personajes ficticios (como los de la Tierra Media de Tolkien) descubre la grandeza de tu misión en la tierra.

Presente Cruz, bondad interior, navidad

DÉJATE GUIAR

Eres elegido. Sino ¿por qué conoces a Cristo cuando hay tantos que no le conocen? ¿o por qué haces oración cuando hay muchos que piensan que eso de hablar con Dios es imposible? ¿Por qué has crecido en un hogar cristiano?

Que no te lleve a ensoberbecerte; la elección ha sido porque eres una persona normal, común y silvestre, como los doce. Eres un diamante en bruto, como ellos. En el mejor de los casos eres lo que son los pinceles en las manos de un gran pintor. Ahora, para ser buen pincel déjate guiar por Dios; siente la responsabilidad de la misión que conlleva tu elección y pídele perdón por las veces en que has destrozado su corazón, entorpeciendo la obra que Él ha querido pintar contigo…

Para saber hacerlo bien, haz lo que hicieron ellos: persevera junto con toda la Iglesia en oración, con María, la Madre de Jesús (cfr. Act. I, 14).


Citas Utilizadas

Gen 41, 55-57; 42; 5-7. 17-24

Sal 32

Mt 10, 1-7

Vida y misterio de Jesús de Nazaret, I. Los comienzos, José Luis Martín Descalzo

¡Presente!, Alessandro D’Avenia

Reflexiones

Señor, que  te escuche, porque también pronuncias mi nombre. Que reciba la luz que me das cuando lo  pronuncias. Que te deje  Iluminar el sentido de mi existencia.  Que sepa ser apóstol e hijo predilecto Tuyo. 

Di ¡presente! Y déjate iluminar por Él.

 

Predicado por:

P. Federico

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