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POBREZA MATERIAL

Señales de la verdadera pobreza: no tener cosa alguna como propia; no tener cosa alguna superflua; no quejarse, cuando falta lo necesario, especialmente, en las enfermedades; elegir, si se puede, lo más pobre. El fondo del desprendimiento está la búsqueda de pasar oculto en la elección de lo peor, para que llegue a Dios toda la gloria.

Dijo Jesús a sus discípulos: 

“Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el reino de los cielos”. 

Comienza así el evangelio de la misa del día de hoy y el Señor es redundante vuelve a decirlo: 

“Si, les repito: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos” 

Y dice el evangelista san Mateo, 

“Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?” Y Jesús mirando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres esto no es posible; pero para Dios todo es posible”.

Y aquí viene una cosa muy bonita porque Pedro tomando la palabra le dice a Jesús algo de corazón:

“Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?” 

DEJARLO TODO Y SEGUIRTE

Aquí viene la promesa del Señor: 

“Les aseguro que en la regeneración del mundo, o sea después de que venga la parusía, cuando el Hijo del hombre se sienta en su trono de gloria, ustedes que me han seguido también se sentarán en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel”. 

Y aquí viene la la promesa para el resto: 

“Y a todos los que a causa de mi nombre dejen casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la vida eterna”. 

Termina el texto del evangelio de hoy diciendo: 

“Muchos de los primeros serán últimos; y muchos de los últimos serán primeros”. 

Señor, eres tan divinamente bueno. Gracias por ponernos las cosas tan claras, porque aquí no hay por donde escaparse. Nos dice con claridad que es difícil que alguien que ponga su corazón en las riquezas alcance el reino de los cielos, el que está apegado a los bienes materiales. Por supuesto, a veces nos podrá parecer algo que es muy atractivo. 

Pobreza material unidad

BUSCANDO TU PRESENCIA

Se lee en el libro “Se hace tarde y anochece” del Cardenal Sarah que, “el materialismo socialista y el materialismo capitalista son hermanos gemelos, pues ambos reducen al hombre a sus necesidades terrenales, olvidando su vocación divina y su destino eterno”. Y esta frase que es muy fuerte, habla de que lo espiritual es muy difícil que crezca cuando lo material es demasiado presente, cuando se le da tanta fuerza. 

Y en esos capítulos donde Sarah analiza la decadencia cultural y la pérdida de valores cristianos en la modernidad. Eso nota la distinción entre lo que es de Dios espiritual y lo que es del hombre que es más material. Pero claro, el Señor quiere que vayamos buscando su presencia también en esta vida, dejándonos, no estando tan pegados a las cosas materiales. “Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el reino de los cielos”

DESDE LA CUNA Y TODA SU VIDA

Y de nuevo nos decía también san Carlos de Foucauld que: 

“Si hubiera llamado primero a los ricos, los pobres no hubieran osado aproximarse. Se hubieran creído obligados a permanecer apartados a causa de su pobreza. Lo mirarían desde lejos, dejando a los ricos rodearlo. 

Pero qué bueno es, porque tomó los medios adecuados para llamar al entorno suyo a todos sus hijos, sin excepción. Empezando por los pobres, les mostró desde su nacimiento que ellos son los privilegiados, sus favoritos, primeros llamados. Los llamó siempre al lado suyo y quiso ser uno de ellos desde la cuna y toda su vida, siempre rodeado de ellos”. 

Señor nosotros también queremos estar al lado tuyo y sabemos que para eso tenemos que desprendernos de los bienes materiales, no dejar que nos gobiernen, que nos guíen, no darles tanta importancia. Que no nos dejemos confundir por las bellezas de los bienes materiales, que encontremos realmente a Jesús y busquemos la belleza de los bienes sobrenaturales. 

pobreza material, CATALINA

DESDE HOY …

El otro día leí un texto que me pareció muy simpático, una historia de Mateo, que cuando el Señor le llamó, le dice: “Mateo, sígueme”. Y Mateo deja las cuentas; recuerdas es un hombre que se dedicaba a recolectar los tributos del pueblo israelita para los romanos. Dice que deja las cuentas y se dirige hacia el Señor, y Jesús le mira complacido y él, Mateo, despidiéndose de sus compañeros de trabajo sale del telonio, del sitio donde estaba trabajando y sigue a Jesús. 

En la puerta de la casa, sigue esta narración bonita, esperan Pedro y los demás. Están sorprendidos, sin dar explicación a lo que están viendo con sus ojos. Y Jesús les dice: “desde hoy también formará parte de nuestro grupo”. ¿Cómo puede ser que un hombre que es rico pueda dejarlo todo para seguir al Señor? 

Y tú y yo nos preguntamos ¿qué tendrá Jesús para que le siga tanta gente llegando a dejar todo lo que tienen entre manos para entregárselo? ¿Y cómo había convencido Jesús a Mateo en tan poco tiempo para dejar todas las cosas y seguirle? Mateo estaba medio metido en su mundo, únicamente vivía para ganar mucho dinero y así poder divertirse con sus amigos, tenía el corazón apegado a las riquezas. 

EL CORAZÓN PUESTO EN DONDE DEBE ESTAR

La vida de Mateo va a dar un giro de 180 grados. El Señor le hizo ver cómo él, siendo quien es, nació pobre y vive sin un lugar donde reclinar la cabeza pero está feliz y contento. Tiene el corazón puesto en su Padre Dios y en los demás. Con ese desprendimiento de las cosas de la tierra, es capaz de tener el alma libre, de querer de verdad a la gente sin clasificarlas por lo que tienen sino por lo que son. 

Mateo descubrió que el programa que le planteaba el Señor valía la pena, dejarlo todo por el reino de Dios. Ya estaba bien de ser un egoísta. Y efectivamente es lo que tenemos que hacer tú y yo. La pobreza no es carencia. Contaba san Josemaría, de la Condesa de Humanes, es un título grande en España que residía en una casa de mucho abolengo, digamos, o sea una casa grande importante. Pero no gastaba casi nada para sí misma, sino que retribuía muy bien a su servicio y el resto lo destinaba a ayudar a los necesitados. 

Esto es una forma muy concreta de vivir la pobreza, no estar pensando en nosotros mismos, en pagarnos nosotros, en que nosotros estemos bien, sino en los demás. Vivir la pobreza, el desprendimiento, no quedarnos apegados a tonterías, a un teléfono, a un iPad, a una computadora, peor, a una cosa, televisión, un carro, una casa, no para nada. 

pobreza material, Te ayudo, el miedo

FÓRMULAS CONCRETAS

El corazón desprendido, que lo prestemos, por ejemplo, con facilidad, que lo utilicemos aunque se gaste para que los otros lo pasen bien. Son fórmulas concretas para ver cómo utilizar bien los bienes y no pegarnos a ellos. Porque cuando nos pegamos a los bienes entonces ahí somos ricos y como dice el Señor “Hay de los ricos porque es difícil que un rico entre en el reino de los cielos”. 

Señor, ayúdame a usar bien los bienes para ayudar a mis hermanos, para que los demás también sepan que esta caridad que puedo vivir también con lo mío, es por el cariño que te tengo a ti. 

Y que nos enseñe el Señor siempre a estar desprendidos de todo, a no tener cosa alguna como propia sino a saber cuidar los bienes, sí, pero siempre con esa visión de que sirvan para el bien de todos no sólo para el mío. Esto seguramente hizo la Virgen María también con las cosas que tenía. 

Vamos a pedirle a ella que nos enseñe a administrar bien nuestras posesiones para no estar apegados y no ser esos ricos que es difícil que entremos en el reino de los cielos sino tener corazón pobre. 

“Bienaventurados los pobres de corazón porque de ellos es el reino de los cielos”. 


Citas Utilizadas

Jue 6, 11-24

Sal 84

Mt 19, 23-30

“Se hace tarde y anochece” Cardenal  Robert Sarah

 San Carlos de Foucauld

 

Reflexiones

Señor, ayúdanos a usar bien los bienes para ayudar a nuestros hermanos.  Madre mía, enséñanos a compartir y a no tener apego a las cosas, que vivamos una caridad verdadera y estar dispuesto al ver las necesidades de otros.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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