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P. Federico

6 min

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MUJERES

Dios nos hizo y se hizo este favor: crear a las mujeres. ¿Qué habría sido de Jesús sin las mujeres? ¿Qué sería de la Iglesia e incluso de los sacerdotes?

Esta meditación la he titulado “Mujeres” … No sé si alguno habrá pensado en la canción de Ricardo Arjona que se titula igual, tal vez los guatemaltecos sí y los demás no tanto… pero no, no tiene nada que ver con esa canción…

Aunque, a decir verdad, ahora que lo pienso, tal vez sí, porque la canción comienza diciendo:

No sé quién las inventó.

No sé quién nos hizo ese favor, tuvo que ser Dios.

Que vio al hombre tan solo y, sin dudar, lo pensó en dos”.

Y sí, fue Dios quien nos hizo ese favor. Mejor dicho, quien SE hizo ese favor. Porque las mujeres estuvieron presentes también en su vida aquí en la tierra.

Hoy el evangelista nos dice que Jesús

«pasaba por ciudades y aldeas predicando y anunciando el Evangelio del Reino de Dios. Le acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; y Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes; y Susana, y otras muchas que les asistían con sus bienes»

(Lc 8, 1-3).

Me parece que la serie The Chosen nos ha ayudado a tener esto presente. Normalmente cuando uno piensa en Jesús se imagina a los apóstoles rodeándole, acompañándole a todos lados, pero la serie ha conseguido que veamos también a ese grupo de mujeres que también te acompañaban y te servían a Ti, Jesús…

El evangelio de Lucas menciona a unas de ellas: María Magdalena, Juana, Susana, pero luego dice «otras muchas».

CRISTO EN SU PASIÓN

Por eso te comparto algo que leí hace un par de años que me parece que no tiene desperdicio:

En los relatos de la vida de Cristo y hasta el momento mismo de la Pasión, estas [otras muchas] mujeres [que acabamos de mencionar] pasan en silencio, de modo que no hubiéramos advertido su presencia de no ser por la breve mención que hace de ellas san Lucas.

Sin embargo, siempre estuvieron allí, sin brillar, sin apenas mostrar su rostro ni reclamar nunca el primer plano, pero sosteniendo al Señor y a los suyos con sus cuidados. Sin ellas, la vida pública de Jesús hubiera sido distinta.

mujer

Son, junto a la Virgen, la primera imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, porque su relación con Jesús, vivida entre los detalles más ordinarios que son familiares a cualquier ama de casa, fue mística y esponsal. Ellas crearon un halo de hogar en torno a la Humanidad santísima de Cristo.

Uno de los grandes logros de Satanás, en nuestros días, ha sido el cubrir de estiércol la vocación con que Dios bendijo a la mujer, hasta tal punto que se la contemple como una maldición.

Si desde hace medio siglo la mujer occidental ha renegado de esa vocación natural para tratar de ocupar el lugar del hombre en aras de una pretendida igualdad, el resultado es que apenas quedan hogares en Occidente. Las viviendas están dotadas de todo tipo de adelantos técnicos, pero el calor de hogar, que no puede ser producido con dinero, casi ha desaparecido de nuestras ciudades. Muchos niños acuden antes a sus «cuidadoras» que a sus madres, a quienes apenas ven.

CONSECUENCIAS CATASTRÓFICAS

Las consecuencias de esta forma de vida están siendo catastróficas en la demografía y, sobre todo, en la talla humana de nuestros pueblos. Estamos creando una sociedad sin mujeres y eso equivale a un auténtico suicidio moral. La destrucción de la mujer es el primer paso para la destrucción de la humanidad.

Jesús, que fue célibe, también fue varón. Y, como varón, también estuvo necesitado de la mujer y no quiso prescindir de ella. Llegó a la tierra y se recostó en los brazos de María para después, cuando salió de aquellos brazos, encomendar su cuidado y el de los suyos a mujeres que lo amaban. Sin ellas, la vida del Señor hubiese sido mucho más dura de lo que fue.

Por tanto, el celibato de Cristo no consistió, de ninguna manera, en la soledad del varón que vive privado de una esposa. Cristo se desposó místicamente con la Iglesia y fue amado y cuidado por su esposa (la Iglesia) en las personas de estas santas mujeres. De lo único que privó a Cristo su celibato fue del hecho de entregar su corazón y su cuerpo a una criatura

(Cristo en su Pasión, José-Fernando Rey Ballesteros).

REZA POR LOS SACERDOTES

Yo estoy convencido que es así. Aunque lo que dice a renglón seguido creo que necesita de matices. Porque sigue:

Mucho habría que escribir sobre el modo en que viven, actualmente, los sacerdotes seculares. Es un problema de siglos que sigue sin resolver. Porque el sacerdote, para quien el celibato es una bendición del Cielo, vive muchas veces en absoluta soledad, privado de cuidado alguno, y así no vivió Cristo.

Es toda una paradoja, pues el resultado de esta forma de vida, a lo largo de la historia, ha sido el quebrantamiento del celibato y la falta de vida espiritual en muchos sacerdotes seculares. Para preservar su sagrado celibato, el sacerdote también necesita a la mujer

(Cristo en su Pasión, José-Fernando Rey Ballesteros).

No es bueno dejar a los sacerdotes solos. Piensa en tu párroco, en tu confesor, en tu director espiritual, en el sacerdote que te dio la Primera Comunión o aquel que celebró tu boda.

Yo aprovecho y te digo: reza por el que predica esta meditación y por todos los sacerdotes de Hablar con Jesús. Reza por él y reza por todos, para que ninguno se sienta solo y para que ninguno esté solo.

Claro que la soledad no se arregla con mujeres… Por eso decía que esto necesita de matices…

mujer

¡LAS OREJAS!

Se me venía a la memoria una anécdota tragicómica, sobre todo triste, que me contaron hace ya varios años. Te la cuento así como la recuerdo:

Un sacerdote había tenido noticias de los rumores que circulaban de otro sacerdote que se había comenzado a enredar con la señora que se ocupaba de la limpieza y cocina de la casa parroquial.

Aquellos rumores le causaron mucha pena y decidió ir a visitarle para ver si había algo en que él pudiera ayudar a este hermano suyo en el sacerdocio. También pensó en que, si los rumores eran falsos, siempre le vendría bien a aquel hermano suyo estar acompañado, no sentirse solo, en medio de tantas habladurías.

Allá fue. Llegó como llegaría cualquiera de visita. Estuvieron hablando, riendo, un rato muy agradable que culminó con la cena; una cena modesta pero sabrosa. Ellos se sentaron a la mesa y la empleada les servía.

El visitante se fijó en la empleada y pensó: “qué fea es” (no por nada malo, sino por la inquietud que le había llevado hasta ahí en esa ocasión). Estando así las cosas, terminada la cena, se abrió con el anfitrión diciéndole: “¿sabes por qué he venido hoy? Resulta que me llegó el rumor de que te habías empezado a descuidar juntándote con tu empleada, pero compartiendo este rato tan agradable contigo y viéndola a ella he pensado: si la pobre es tan fea que seguro no le ha supuesto ningún problema”.

Cuál fue su sorpresa cuando el otro le respondió, no sin cierta vergüenza: “pero es que no te has fijado en las orejas tan bonitas que tiene…”.

¡Las orejas! ¡Dios mío!

EL HOMBRE ES FUEGO, LA MUJER ESTOPA…

Por supuesto que el sacerdote también necesita del aporte que la mujer puede dar en todas las actividades e iniciativas. También de esas atenciones o cuidados que sólo saben tener ellas. Pero siempre con la prudencia que lleva a no olvidar lo que dice el refrán: “el hombre es fuego, la mujer estopa, viene el diablo y sopla”.

Le debemos mucho a las mujeres. Jesús mismo le debió mucho a la compañía y asistencia de ese grupo de santas mujeres. No dejemos de encomendar a los sacerdotes y a todas las mujeres que ayudan en la Iglesia (todas ayudan, pero a las que se involucran en cosas más institucionales). Los encomendamos a Jesús y a su santísima Madre, modelo de toda mujer.

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Citas Utilizadas

1Tim 6, 2-12

Sal 48

Lc 8, 1-3

Cristo en su Pasión, José-Fernando Rey Ballesteros

Reflexiones

Jesús, te pido por todos los sacerdotes, para que sean fieles a su llamada, para que no se acobarden cuando lleguen las dificultades, para que sepan que Tú los amas con locura cada día de sus vidas, para que no se sientan solos.

Predicado por:

P. Federico

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