SAN JOSÉ
Quedan solo siete días para la Navidad. Queda solo una semana. La Liturgia de la Iglesia nos presenta hoy a San José.
El Evangelio que leeremos es tan conocido por nosotros, pero creo que nos puede servir volver a leerlo, en la parte que se le aparece un Ángel en los sueños a José.
Pero dejemos que San Mateo nos vaya contando la historia, porque es el que la conoce mejor.
Dice san Mateo:
«Este fue el origen de Jesucristo. María su madre estaba comprometida con José y cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: —José, hijo de David, no temas recibir a María tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará luz a un hijo a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su pueblo de todos sus pecados.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el profeta. La Virgen concebirá y dará a luz a un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa, Dios con nosotros.
Al despertar, José hizo lo que el ángel del Señor la vió ordenado, llevó a María a su casa».
JUSTO Y SANTO
Es bonito que podamos contemplar hoy al Santo Patriarca, al Padre de Jesús aquí en la Tierra: San José. Y ver como se desprende de esta narración de san Mateo. Él era esencialmente una persona buena. Ya en la Tierra, Jesús no solo eligió a su madre prometiéndole con todas las gracias, sino que también eligió a su padre y su misión.
No fue igual que la Santísima Virgen, pero sí que sabemos que
«era un hombre, bueno, santo y justo»,
lo dice en la Escritura.
También se sabe que la justicia en el Antiguo Testamento era el equivalente a la santidad.
Y hoy nosotros queremos acompañar a San José para pedirle que se nos pegue un poquito de su santidad.
Queda solo una semana, José, y tú estás preocupado por tu mujer, la Virgen María, por el Hijo que va a nacer.
José, tú eres ese hombre fiel que te desvives por tu familia y te desvives al final por todos nosotros, por todos los que también estamos bajo tu protección, porque eres nuestro patriarca.
UN GRAN PROTAGONISTA
En el Evangelio, se nos presenta esta duda de San José, que no quiere interferir en los planes del Señor, no quiere ser un obstáculo y decide retirarse de la escena.
Pero el Señor, por esa delicadeza suya, lo premia y lo invita, no solo a ser parte de esta historia, sino a ser uno de los grandes protagonistas.
San José es un hombre que ama, que confía, y es un hombre disponible para sacar adelante los planes del Señor.
Creo que eso nos sirve también a nosotros para preguntarnos por nuestra propia disponibilidad, por nuestra propia misión. Nuestra misión en esta Tierra, por nuestra vocación.
Como San José, Dios también te llama, te eligió para una misión. Y no solo eso, sino que te lleno de gracia para que puedas responder con fidelidad a esa llamada.
Qué alegría nos da saber que todos, ‘todos’ con mayúscula, tenemos una vocación. Que nuestra vida tiene sentido, que no es fruto del azar o de una casualidad, sino que estamos llamados a algo grande.
Tu vida, la mía, la de todas las personas que caminan por esta Tierra tiene un sentido.
Cada uno de nosotros, tú también, tienes una vocación, no sé cuál es. Ahora quizá tú ya la has descubierto, ya has seguido un camino vocacional… O quizá lo estás pensando, quizá nunca lo has pensado, no sé en qué etapa de tu vida estás.
UN PLAN PARA CADA UNO
Pero qué consuelo nos da saber que nuestra vida no es una casualidad, no es una coincidencia, sino que es que tiene una misión.
«Hasta nuestros cabellos están contados»,
nos dice Jesús en el Evangelio. Nada sucede al azar, nada es casualidad. Todo ha sido pensado por nuestro Padre del Cielo. ¡Qué consuelo, y qué alegría saber esto!
No sé si conoces una tira de cómics que se llama Calvin y Hobbes. Este es un niño que tiene un amigo que es un tigre. Y que tienen un diálogo, a veces muy interesante.
Hay uno de ellos, no lo recuerdo literalmente, pero la idea es esta…
El niño, Calvin, mirando al cielo estrellado, precioso, le dice a su amigo: —Si la gente se sentara a contemplar las estrellas en la noche, apuesto a que todos vivirían distinto.
Y su amigo le pregunta, —¿Cómo es eso? Sí, cuando miras el infinito, te das cuenta de que hay cosas más importantes que lo que haces cada día.
Piensa que es bonito reflexionar ante la belleza y decir, mira, hay cosas más grandes, hay cosas que le dan sentido a nuestra vida. Dios tiene un plan para nosotros.
Y cuando vivimos así, vivimos distinto. Porque tomamos decisiones sabiendo que tenemos una misión de que vamos por un camino, y que no estamos solos en ese camino.
LA FE Y EL AMOR
San José, toma su decisión sabiendo lo qué él va a hacer, qué él ha sido elegido para ser ese Padre de Dios aquí en la Tierra, Padre de Jesucristo.
Que tiene esa misión de cuidarlo, protegerlo y llevarlo en esta vida. Y lo hace, como decíamos al principio, apoyándose en esas dos virtudes teologales, que también son un ejemplo para nosotros en el seguimiento de la vocación: la fe y el amor.
San José nos da ese ejemplo. Ese gran ejemplo, que el sentido de nuestra vida es el amor. ¿Cuál es la vocación al final? ¿Cuál es el llamado que Dios nos hace? Es encontrar el amor, amarrarse a él y decirle que no lo vamos a soltar nunca. El amor es lo que da sentido a nuestra existencia.
Hay una canción de un musical que usa unas comparaciones bastante básicas, pero que me parece interesante.
Dice, sin amor la vida es como las estaciones sin verano, sin amor la vida es como un rock and roll sin batería.
A quien le gusta la música, y a quien le gusta el estudio de las estaciones del año, lo entenderá mejor.
¿Qué es un año sin verano? ¿Qué es el rock and roll sin batería? Como que no tiene sentido… Sin amor, nuestra vida no tiene sentido. Y el amor nos lleva a confiar en el amado, a dejar nuestra vida a sus pies.
EL SENTIDO DE MI VIDA
Señor, que yo tenga sentido en mi vida y esté llena de amor.
San José, su historia sin la Virgen, sin Jesús, sin Dios, no tiene sentido. Mi vida, Señor, sin Ti tampoco tiene sentido.
Confío, con fé. Confío en Ti, Señor. Confío en que Tú eres mi amor. En que Tú quieres que yo llegue al Cielo. Que tú me quieres más que nadie en el mundo.
San José, amó a Dios, amó a María y amó a Jesús.
Madre nuestra, tú que quisiste también de vuelta San José, ayúdanos. Ayúdanos a tener un corazón grande, que siga esa llamada y que descubra allí esa felicidad.
Jesús, María y José, que yo esté siempre con los tres.




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