FIESTA DE LA SANTA CRUZ
Hoy es fiesta de la Santa Cruz, al menos aquí en mi país, en México. Y nos encontramos ante este gran misterio del amor de Dios por nosotros.
Un gran misterio que da tantas respuestas, que nos ayuda, Señor, a sufrir con alegría, porque nos sabemos acompañados por Ti.
Recientemente leí unas palabras de un libro del cardenal Sarah, que encomendamos, porque es cardenal y tienen mucho trabajo los cardenales en estos días. Van a tener los próximos días mucho trabajo y mucha responsabilidad.
Veía un vídeo en el que explicaba el cónclave, cómo funciona y cómo los cardenales, al formular su voto por el que quieren que sea Papa, antes de depositar el voto en la urna, dicen una cosa que los compromete ante Dios.
“En presencia de Dios nuestro Señor, yo afirmo que este voto que yo emito es el que yo pienso en la presencia de Dios, que es el indicado para hacer…” algo así.
Dice una cosa como que si carga la conciencia. Vamos a recomendarlos para que sean dóciles al Espíritu Santo y tengamos, como gracias a Dios, y lo hemos tenido en los últimos años, Papas santos y buenos.
Bueno, no nos desviemos.
EL TRIUNFO SOBRE LA MUERTE
Leía unas palabras del cardenal Sarah en un libro que se llama “La fuerza del silencio”, donde dice:
“El amor de Cristo transforma en alegría el inmenso dolor de la humanidad.
El secreto de la felicidad consiste en ver todo nuestro sufrimiento a la luz de la victoria de Cristo sobre la muerte. Cualquier sufrimiento contribuye de uno u otro modo a nuestra felicidad si nos unimos”.
Hasta ahí las palabras del Cardenal. El triunfo de Cristo sobre la muerte que se da en la Cruz…
Tú, Señor, asumes todo nuestro sufrimiento y si nosotros nos unimos a Ti, pues entonces sabemos que estamos corredimiendo Contigo, que nuestro sufrimiento tiene un gran valor, que nos une a Ti, que te consuela de alguna manera; y que también expiamos por nuestros pecados, porque la Cruz y el pecado están unidos.
Señor, yo me uno a Ti cuando expío, (cuando hago expiación) cuando sufro. Así como Tú te unes a mí cuando me redimes por mis pecados, sufriendo, pues yo cuando sufro, también me uno a Ti.
Bueno, en el Evangelio de hoy leemos un pasaje de san Juan, del diálogo que tienes Tú, Señor, con Nicodemo, aquel que de noche fue a preguntar y hablar Contigo.
CREER PARA TENER VIDA ETERNA
Y curiosamente, esta semana leímos este capítulo III de san Juan en diferentes momentos.
Este día sábado, que celebramos la fiesta de la Santa Cruz, leemos un fragmento de lo que Tú le dices a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo, sino el Hijo del hombre que bajó del cielo y está en el cielo.
Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna».
Gracias, Señor, por darnos la vida eterna. «Todo el que cree en Él», pues yo creo en Ti, auméntame la fe. Creemos en ti, auméntanos la fe, la esperanza y la caridad.
Ayúdanos a comunicar la fe. Que sea nuestro trato con los demás, el testimonio de nuestra vida Contigo, algo tan agradable, tan atractivo que mueva también los otros corazones con los que tratamos, con los que convivimos a que crean en Ti.
Y al escuchar este Evangelio, me acordaba de unas palabras de san Josemaría que te voy a leer.
Precisamente al escuchar esto que Tú nos dices:
«El Hijo del hombre que bajó del cielo y está en el cielo».
El Hijo del Hombre, Tú, Señor, bajaste del Cielo, porque eres Dios eterno, el Verbo de Dios que se hace hombre.
Vienes aquí a la Tierra, pero también permaneces allá arriba, porque eres Dios, y Dios no se puede separar. Las tres personas están siempre juntas y Tú siempre estás lleno del Espíritu Santo, amando a tu Padre, contemplándolo en diálogo con Él. Estás aquí en la Tierra, pero siempre estás unido a tu Padre.
EN DIÁLOGO CON EL SEÑOR
Y me acordaba de unas palabras de san Josemaría, porque las leí hace poco y me gustan mucho, (ya las había leído hace muchos años).
Recuerdo la primera vez que las escuché conscientemente, y cuando las vuelvo a encontrar, pues me inspiran mucho.
San Josemaría le decía a sus hijos, que estaban escuchándolo en una ocasión:
“Hemos de estar en el Cielo y en la Tierra siempre, no entre el Cielo y la Tierra, porque somos el mundo. En el mundo y en el Paraíso a la vez.
Esta sería como la fórmula para expresar cómo hemos de componer nuestra vida mientras estamos en el Cielo y en la Tierra, en Dios. Endiosados.
Pero sabiendo que somos del mundo y que somos Tierra con la fragilidad propia de lo que es Tierra.
Un cacharro de barro que el Señor ha querido aprovechar para su servicio. Y cuando se ha roto, hemos acudido a las famosas lañas como el hijo pródigo. He pecado contra el cielo y contra ti”.
Bueno, hasta aquí me quedo, porque ya podemos comentar algunas cosas. San Josemaría nos invita a vivir en presencia de Dios siempre. En diálogo con Dios, sabiendo que Dios habita en nuestro interior, endiosados con la seguridad y con la paz de saber que Dios nos quiere y que Dios nos comprende.
POLVO ERES…
Que Dios sabe que somos frágiles, que somos de esta tierra. «Acuérdate que polvo eres y al polvo has de volver», nos decían hace unas semanas cuando nos ponían la ceniza.
Esa humildad de saber que realmente no somos nada, pero que Dios nos quiere. Que Dios está loco por nosotros, tanto que es capaz de morir en la Cruz para salvarnos, para darnos vida sobrenatural.
Y eso nos debe llenar de seguridad y de confianza, a pesar de que podamos pecar. Y si pecamos, ¿qué hacemos? Pues vamos y le pedimos perdón a Dios.
Continúa San Josemaría:
“Lo mismo cuando se trata de una cosa de categoría, es un pecado grande, que cuando era algo menudo, algo pequeño.
A veces nos ha dolido mucho una cosa pequeña, un desamor, un no saber mirar al amor de los amores, un no saber sonreír.
Porque cuando se ama no hay cosas pequeñas. Todo tiene mucha categoría, todo es grande, aún en una criatura miserable y pequeña como yo, como tú, hijo mío”.
Pues ojalá el Señor nunca te ofendamos, pero que te amemos mucho y que también ese amor nos lleve a rectificar una y otra vez.
Y te leo el último párrafo de este texto que tenía preparado:
“Ha querido el Señor depositar en nosotros un tesoro riquísimo. ¡¿Qué exagero?! He dicho poco. He dicho poco ahora, porque antes he dicho más.
He recordado que nosotros habita Dios, Señor nuestro, con toda su grandeza. En nuestros corazones hay habitualmente un cielo”.
UNIRNOS A LA CRUZ
Y no voy a seguir. Esas palabras me encantan.
En nuestros corazones hay habitualmente un cielo. Y no voy a seguir.
Bueno, este texto es parte de una homilía que está en Internet en la página de Escrivá.org. En un libro que se llama “En diálogo con el Señor”.
Pues terminamos acudiendo a la Virgen para que nos ayude a estar junto a la Cruz de Jesús. Que sepamos unirnos a su Cruz, unir nuestro sufrimiento al Suyo y también, pues, descubrir en ese signo hermoso todo el amor de Dios por nosotros.
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