UN CORAZÓN ENAMORADO
Hoy la iglesia celebra el día de San Juan Evangelista, el apóstol joven, adolescente, el más valiente de todos y el único que acompañó a Jesucristo en la Cruz.
El Evangelio de hoy nos hace ver cómo Juan fue el primer apóstol que creyó en la Resurrección del Señor.
Dice el Evangelio:
«Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro.
Se adelantó y llegó primero al sepulcro. Enclinándose, vio los lienzos extendidos, vio y creyó. Los otros se dieron cuenta después, menos Tomás Apóstol, que exigía ver para creer.
Tomás decía, si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto el dedo en el lugar de los clavos y pongo la mano en su costado, no creeré.
Juan, en cambio, creyó desde el primer momento porque tenía un corazón enamorado».
Estaba enamorado de Dios. Al tener un corazón lleno de amor, estaba inclinado a la fe. Él es el apóstol del amor. En su evangelio anuncia el amor de Dios y recoge de manera clara el mandamiento del amor.
«Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros, como yo los he amado. En esto conocerán todos que son mis discípulos, dice el Señor».
Juan tenía una relación especial con el Señor. Se sentaba a su lado y se recostaba en su pecho. San Juan nos enseña cómo nos quiere Dios. Dios nos quiere más que nadie.
UN ALIVIO, UN CONSUELO
Y si queremos conocer bien a Dios, conozcamos bien a Jesucristo. Y Juan es un magnífico maestro. Un maestro del amor para conocer y amar a nuestro Señor Jesucristo. Todos queremos amar más a Jesús.
El cariño que Juan tenía por Jesucristo era un cariño varonil, joven, lleno de fortaleza y valentía. Se nota en su presencia y en su disponibilidad.
Estaba al lado de su maestro para asistirlo en lo que haga falta. ‘En las buenas y en las malas,’ como se dice. No tuvo miedo a persecuciones, tampoco miedo a los maltratos. Y sufrió junto a Jesús.
Jesús sufrió mucho y Juan estaba ahí acompañándole. Él estaba acompañando a su maestro con verdaderas manifestaciones de cariño.
Cuando Jesús se encontraba en esos momentos duros de desprecio, de burla y de tormento, con una corona de espinas en la cabeza y los latigazos de una flagelación que no paraba.
Y con el peso de la Cruz, ahí estaba Juan, siguiendo a su maestro. Ahí estaba Juan sufriendo esos maltratos junto al maestro, al que más amaba, lo estaba acompañando. Y para Jesús, ver a Juan siempre a su lado, aquel muchacho adolescente que tanto quería, era un gran alivio, un consuelo.
Cuando uno sufre y ve a una persona que quiere, esa persona se convierte en un consuelo. Y eso hizo Juan, consolar a su maestro.
Y él también sufría, sufría muchísimo, pero su presencia era el amor que le tenía. Juan estaba además al lado de la Virgen María, su madre, la madre de Jesús, que estaba sufriendo muchísimo. Y ahí estaba Juan también al lado de María.
POR NUESTROS PECADOS
Jesucristo sufre todo por nuestros pecados. Son nuestros pecados la causa de los mayores sufrimientos de Jesús. Cada vez que pecamos, estamos contribuyendo, por decirlo de esa manera, con las atrocidades que cometieron contra Jesús.
El Señor había sudado sangre en el Huerto de los Olivos por nuestros pecados, y aceptó todos los sufrimientos para librarnos precisamente de la esclavitud del pecado.
Luego vemos que el Señor es crucificado entre dos ladrones y ahí estaba el Señor, Dios, el que más nos ama entre dos ladrones.
El más bueno del mundo, el que nos quiere llevar al paraíso, al Reino de los Cielos y muere de una manera atroz por la maldad humana. Lo hemos crucificado a Dios, al Señor.
Lo hemos maltratado con nuestros pecados. Los seres humanos tenemos que pagar las atrocidades que hemos hecho en la vida.
Hay tantas cosas que vemos, las guerras de la historia que claman al Cielo, cuántos jóvenes se han ido en los mejores momentos de su vida.
Cuántos jóvenes que perdieron en la guerra y murieron. Esos jóvenes que pudieron hacer algo en la vida se perdieron en una guerra.
Atrocidades como las matanzas y persecuciones de la Revolución Francesa o el Holocausto ordenado por Hitler o las matanzas de Stalin que fueron millones. ¡Cuánta destrucción en las guerras que todavía continúan y donde mueren incluso muchos inocentes!
Y peor que todo eso fue la muerte de Jesús en el Calvario. Pero esa muerte de Jesús fue para rescatarnos, para llevarnos al Cielo.
NUESTRA MADRE
Así hizo la redención, nuestro Señor Jesucristo, muriendo en la cruz. San Juan supo amar mucho, mucho, amar sanamente, limpiamente a su maestro y con el amor consiguió la salvación de muchos. San Juan estaba ahí al pie de la cruz, estaba viendo sufrir a su maestro.
«Y en el momento en el que Jesús estaba crucificado, al ver a San Juan le dijo a San Juan señalando a la Virgen María: —Ahí tienes a tu madre.
A la Virgen le dijo: —Mujer, ahí tienes a tu hijo, señalando a San Juan».
San Juan nos representa que Jesús nos entrega a su madre como madre nuestra.
A pesar de todo lo que hicimos contra él, él nos perdona siempre y le pide a la Virgen que nos cuide. El papel de la Virgen en el mundo a lo largo de la historia ha sido colosal, maravilloso, ¡Cómo nos comprende nuestra madre!
Nosotros que somos pecadores, que a pesar de saber las cosas pecamos o no queremos hacer caso…
El Señor nos dice que debemos hacer. Su Voluntad. Y nosotros nos vamos por otro lado…
A Dios hay que hacerle caso enseguida, en el primer momento y vivir nuestra vida cristiana bien como Dios manda, como Dios quiere, porque Dios es el que más nos quiere y quiere lo mejor para nosotros.
SANTO TORIBIO
Estamos terminando el año 2025, el año de la esperanza. Después de la Semana Santa recordamos que fue elegido el Papa León XIV, el actual Vicario de Cristo, que podría calificarse como el Papa de la Unidad. Le agradecemos al Señor tantas cosas buenas que nos ha alcanzado a lo largo del año.
Hace unos días, este mes, se inició el año jubilar de Santo Toribio de Mogrovejo y se cerrará el próximo año, el 13 de diciembre del 2026, cuando se cumplan los 300 años de la canonización de Santo Torivio.
Fue el segundo arzobispo de Lima, y como decía el Papa Benedicto XVI, fue Carlos Borromeo de América el que introdujo el Concilio de Trento en el continente americano.
No olvidemos que Santo Toribio es el patrón de todo el episcopado latinoamericano.
El Santo Padre nos ha dicho que quiere venir a visitarnos. Ojalá lo haga en ese aniversario.
Recemos por él y por el próximo Consistorio de Cardenales que se celebrará en Roma en unos días. Es muy importante nuestra oración por esa reunión de los cardenales.
Acudamos a la Virgen con nuestras peticiones. Ella como madre nuestra nos escucha, nos ayuda, nos hace fuertes para ser buenos hijos de Dios.



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