«Los discípulos dijeron a Jesús, ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones.
Jesús les dijo: —Les he hablado de esto para que encuentren paz en mí».
HABLANDO CLARO
Todos tenemos que hablar claro para no confundir a quien nos escucha.
A los niños muy pequeñitos se les instruye para que aprendan a pronunciar bien las palabras, que aprendan a decir lo que es elemental: papá, mamá, me duele, tengo hambre, no me gusta.
Cuando son más grandes se les enseña a ser sinceros, a que no oculten nada, a que no mientan, a que digan siempre la verdad, a que no tengan miedo a decir la verdad.
Entonces el niño aprende a tener confianza, y para esto es necesario, como es lógico, que los padres lo traten con cariño.
El niño no se debe sentir asustado, necesita ese ambiente de cariño de los padres para ser sincero, para ser claro, para poder expresar lo que realmente tiene dentro.
Y no digamos los adolescentes, cuando tienen confianza en sus padres, porque los tratan con cariño, son abiertos, pueden decirlo todo con mucha claridad y no ocultan nada.
Con estos ejemplos podemos darnos cuenta que lo que impide la claridad es el miedo, el querer ocultar algo, es por miedo.
A veces tienen miedo de sus padres, que son demasiado severos o de las personas mayores, y entonces se ocultan, no dicen, no son sinceros.
También la ignorancia, es ausencia de conocimiento debido, que se distingue de la nesciencia, que es falta de conocimiento.
CLARIDAD Y OBJETIVIDAD
Tanto por la ignorancia como por la nesciencia, si nosotros nos metemos a opinar en algo que no conocemos, tampoco somos claros. No se es claro cuando no se conoce.
Se dice que cuando uno se calienta, cuando uno se enfada, pierde claridad y pierde objetividad.
El resentimiento es una herida, cuando una persona está herida por algo, porque está contra otra persona o porque no está de acuerdo con un modo de vivir; y entonces tiene esas alteraciones internas, puede perder la claridad y la objetividad.
Ya no es claro cuando hablan, las heridas y los resentimientos pueden dar origen a ideologías.
Hay ideologías que parten de un resentimiento, de una herida. O también puntos de vista que se alejan de la verdad, al menos la ponen en peligro.
Cuando uno tiene un dolor, una herida, un resentimiento, está quejándose, protestando y puede exagerar, irse por otro lado, no ser claro.
HABLAR CON LA VERDAD
La verdad exige claridad. Como dice el refrán: “al pan, pan y al vino, vino”. Y la claridad es el sí, para las cosas buenas, y el no para las cosas malas.
Ahí está lo bueno y lo malo. Claro, esto es bueno y esto es malo, el conocer y el distinguir lo bueno de lo malo, es la formación de la conciencia, para ser claros también a la hora de hablar.
La claridad para rechazar lo malo con prontitud, lo que está mal, lo que hace daño, lo tengo que rechazar rápidamente.
Y la rapidez para aceptar lo que es bueno, eso que es necesario bueno y que lo tengo que hacer ya. Ahí, esa decisión, nos hace hablar también con claridad.
Es necesaria la claridad de cabeza para que haya una claridad de vida.
Todo lo que viene de Dios es bueno, todo lo que viene de la Iglesia es bueno,
la Iglesia es de Dios. y está asistida por el Espíritu Santo.
En el mes de mayo, los cardenales en el Cónclave eligieron un Papa. El Papa es el Vice-Cristo en la Tierra.
El Papa León XIV, nos ha hablado con claridad. Nos ha dado unas lecciones maravillosas, no ha dado un discurso como hacen los políticos, nos ha hablado desde la interioridad de su corazón.
Y su corazón está en Dios, eso lo hemos comprobado en su conducta, en sus modos. En cómo llega con profundidad las cosas y nos abre horizontes. Nos ha hablado de su propia vida y en el Papa trasciende todo.
Cuando lo vemos, recibimos muchas luces para ver con claridad ¡cuánta claridad, cuánta luz al escuchar al Santo Padre! ¿no?
ENCONTRANDO LA PAZ
En el Evangelio que acabamos de leer, ese versículo que estamos comentando, Jesús dice:
«Les he hablado de esto para que encuentren paz en mí».
Todo lo que Jesús nos transmite nos da paz. Nos abre los ojos, nos señala el camino, nos pide llevar la Cruz, pero nos da paz.
Nos da paz porque nos señala a dónde tenemos que llegar, a ese lugar de felicidad que es el Cielo que nos llena de paz.
El Papa nos ha hablado de la paz, y la paz debe empezar por nosotros mismos.
Cuando miramos el mundo como está, lleno de conflictos, de guerra, y decimos ¡qué barbaridad! ¡¿cómo muere tanta gente por la guerra?! … que no debe haber guerra…
El Papa sufre mucho cuando ve estas muertes tremendas en la guerra. Son tragedias que no deberían ocurrir, pero la paz empieza en cada uno de nosotros.
Tendremos paz si tenemos a Cristo, si vivimos en gracia de Dios, llevando a Cristo con nosotros.
Y llevándolo a todos los ambientes donde vamos, no solamente en la casa, también en el trabajo, en la calle, en los ambientes sociales.
Y como decía San Josemaría Escrivá,
“ser sembradores de paz y de alegría”.
UNA PERSONA ALEGRE
Una persona que tiene paz está alegre. Y la alegría se nota en la cara, en la conducta, en el modo de hablar. Una persona alegre, habla con claridad y ese hablar suyo conmueve, emociona, es un estímulo.
Cuando vemos una persona alegre, llena de paz, nos da un estímulo grande, es un ejemplo.
Y así tenemos que ser nosotros, “sembradores de paz y de alegría por todos los sitios donde vamos”. Hacer agradable la vida a los demás.
El mundo, nuestra familia y el país necesitan de nuestra claridad y de nuestra paz. Claridad porque hay transparencia y podemos enseñar a Dios que está con nosotros.
Nos convertimos en un foco de Dios, que alumbra el camino que lleva a Cristo y se notará en la caridad, en el trato amable lleno de amor a Dios, en la delicadeza y finura que tenemos con las personas.
Es entonces cuando podemos dar paz, no somos unos pacifistas; el pacifista es el que habla de paz y no la tiene, el que cree que puede conseguir todo con un discurso o unas argumentaciones.
TENER PAZ
La paz se transmite con la vida propia cuando hay amor.
San Josemaría recitaba una poesía, decía que la poesía era mala, pero le daba mucha claridad, decía:
“Mi vida es toda de amor y sin amor estoy ducho, es por causa del dolor, porque no hay amante mejor que aquel que ha sufrido mucho”.
Claro que en el mundo hay dolor, hay sufrimiento. Jesucristo va por todos esos lugares y padece, tiene sufrimiento, tiene dolor, pero es un dolor de amor, como el dolor de la Virgen María que está al pie de la Cruz, pero está serena, está tranquila.
Ella nos enseña a tener paz y a llevar la paz por todos los rincones.
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