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P. Juan Carlos

6 min

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ENCONTRARÉ FE EN LA TIERRA

Encontrar el camino al cielo y llegar con las manos llenas, con una fe rebosante, que no se quede en cosas externas sino en volcarse a los demás

Hoy la liturgia nos propone un texto del Evangelio de san Lucas que hemos comentado muchas veces aquí.
Es acerca de esa viuda que importuna al juez, que es un juez inicuo, y el juez le termina haciendo caso por la cantidad de veces, que se lo pide:

“Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: «Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme».
Y el Señor dijo, «Oigan lo que dijo ese juez injusto. Y Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a él día y noche». (Lc 18, 4-7)

DEDICARNOS A PROPAGAR LA FE

Esto es un texto que a todos nos debería resonar, porque termina de una forma que es realmente fuerte.
Dice:

«Pero cuando venga el hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?». (Lc 18, 8)

Señor Jesús, no sé exactamente qué querías Tú decirnos con esto. Y la verdad es que yo quisiera ahora preguntarte de corazón: ¿encontrarás Tú fe en la tierra?
Porque hay muchos que hemos dedicado nuestra vida a que esa fe se propague, que esté presente y no podemos hacer absolutamente nada contra esta como profecía, ¿encontrar fe en la tierra?
Claro que estás diciendo; que no es que no encontrarás, sino que estás preguntando: ¿si encontrarás la fe en la tierra?
Señor, yo quisiera mantener mi fe y transmitir esa misma fe en Ti, en que eres el Hijo del Hombre, en que tu predicación es tan vivaz que nos da esa sed de vida eterna.

hoy, fe en la tierra
Y esa vida eterna es la que tiene que estar presente en toda nuestra vida. Y quisiera que esto le llegue a muchas personas a su corazón.
Sed de vida eterna, porque a veces podemos quedarnos con cosas que nos gustarían tener aquí en esta tierra y cerrarnos a tener una posición económica o cuidar un amor que de repente nace como en el corazón.

NOS PREPAREMOS LA VIDA ETERNA

Y en realidad, Señor, ninguno tiene como esta necesidad de separarse de tus mandamientos.
Vivir los mandamientos de la ley de Dios hace que, aunque cueste, nos preparemos esa vida eterna.
Llegará ese momento final que nos presentará nuestra muerte, y que encontraremos en nuestro día a día, ese camino para llegar al momento de la muerte con las manos llenas o con las manos vacías.
¿Qué cosas hacemos para tener las manos llenas de obras?
Cuentan que el 31 de mayo de 1970 hubo un terremoto en Chimbote, es una región de Perú y consecuencia de ese terremoto fallecieron un montón de personas, creo que eran 120.000.
Y en una localidad cercana que se llamaba Yungay, cerca de 12,000 habitantes murieron todos, excepto tres niños que estaban apostados en una función de círculo en la ladera de una montaña.
O sea, ellos estaban viendo el círculo, me imagino, desde lejos y a escondidas y como estaban subidos en la ladera, no les agarró ninguno de esos deslaves y lo que sucedió en el terrible terremoto.
En Lima, al sentirse el temblor, se experimentó un temor tan breve como los pocos segundos que duró ese sacudón. Y al acabar, seguramente hubo risas y bromas sobre el susto que cada uno había sufrido.
Pero ante un suceso semejante surge una pregunta clave. Lo que aquí es causa de bromas ¿a kilómetros de distancia no será una dramática desgracia?
Te cuento esto, porque quiero advertirte que lo mismo puede suceder cuando no somos fieles en las cosas pequeñas, cuando pecamos venialmente, cuando no correspondemos a la gracia.

EN EL JUICIO UNIVERSAL

Ya que, si bien un pequeño pecado aquí y ahora, puede parecer algo de poca trascendencia, no te extrañes que deje de serlo cuando la historia recorre el tiempo y el espacio.
Y lo dicho, no sé, es solo una introducción al tema que estamos un poco tratando, de lo que va a pasar en ese juicio universal.
O cuando venga el Señor sobre la tierra y no encuentre fe o sí la encuentre… no sé.
Si vamos al Evangelio de san Mateo, dice claramente qué es lo que espera el Señor encontrar:

“Vendrá el Hijo del Hombre y todos sus ángeles con Él, y en su presencia se reunirán todas las naciones de la tierra y entonces el rey separará a unos de otros, como el pastor separa a las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a la derecha y cabritos a la izquierda. A los de la derecha les va a decir: «Vengan benditos de mi Padre y tomen posesión del Reino.
Porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; fui peregrino, y me recibiste; desnudo y me vestiste; preso y enfermo, y veniste a verme». Entonces los justos responderán: «¿Cuándo te dimos de comer? ¿Cuándo te dimos de beber? ¿Cuándo eras peregrino y te recibimos desnudo y te vestimos, preso o enfermo y te hemos socorrido?»
¿Cuántas veces hemos hecho eso? Y Él dirá: «Cuántas veces han hecho con uno de mis hermanos más pequeños conmigo lo han hecho.” (Mt 25, 31-46)

CUIDAR ESAS COSAS PEQUEÑAS

Aquí hemos llegado a la clave de la cuestión que intentamos abordar:
Los hermanos pequeños, los pequeñuelos o las pequeñeces, según otras traducciones, es decir, las cosas pequeñas, las ínfimas, insignificantes a los ojos humanos y despreciables a los ojos de los soberbios.
O sea: ¡las cosas pequeñas! Y Señor, queremos cuidar estas cosas pequeñas, queremos hacer que las cosas pequeñas tengan cada vez más importancia,
Porque si no tienen importancia en nuestra vida, se van como perdiendo la sobrenaturalidad.

PALABRA DE DIOS, fe en la tierra
No nos damos cuenta de que Tú nos esperas en esas cosas pequeñas, en el bien que hacemos a los otros, en los pequeños detalles de cariño.
A veces uno hiere a las personas sin quererlo. Y uno tiene que hacer examen serio, porque hay personas que se hieren profundamente con pequeños gestos nuestros.
O con palabras que tal vez son no mal pensadas o dichas al apuro o un gesto, no sé… hay que hacer examen.
¿Cómo puedo dejar de hacer cosas que le duelan a la gente, que hieren a la gente? Y más bien: ¿cómo puedo hacer cosas que la gente aprecie, que les mueva a ser mejores?
Pero sigamos con el evangelio de san Mateo, porque a los de la izquierda les dirá:

«Apartados de mí, malditos, y vayan al fuego eterno, porque tuve hambre y no me diste de comer. Tuve sed y no me diste de beber. Fui peregrino y no me recibiste. Desnudo y no me vestiste, preso y enfermo y no veniste a verme. ¿Cuándo no te dimos de comer, cuando no te dimos de beber, cuando eras peregrino y no te recibimos, desnudo y no te vestimos, preso o enfermo y no te hemos socorrido?». Y el Señor responderá, «¿Cuántas veces han hecho esto con uno de mis hermanos más? más pequeños conmigo no lo habéis hecho.” (Mt 25, 41-46)

HACER LAS COSAS BIEN

Y esta es la otra cara de la moneda, lo que no hicimos con nuestros hermanos pequeños.
En síntesis, es necesario reflexionar seriamente sobre las omisiones, porque su apariencia pequeña, ínfima, se nos presenta engañosamente como insignificante.
También acerca del valor y la grandeza de un corazón humilde, que le concede a lo pequeño: reflexión, a la que nos tenemos que poner en serio.
¿No encontraré fe en la tierra o encontraré fe en la tierra? Bueno, ¿cómo nos comportamos con respecto a las cosas que hacemos, con respecto a los demás?
¿Cómo intento no hacer daño? ¿Cómo intento vivir los mandamientos? ¿Cómo intento vivir el mensaje de Cristo?
Vale la pena reflexionar y vale la pena profundizar en estas cosas, porque si no, no tenemos una fórmula concreta de hacer las cosas bien.
Si cuidamos lo pequeño, si cuidamos nuestras relaciones con los demás y les hacemos la vida agradable, entonces las cosas funcionarán mucho mejor.
Vamos a pedirle a nuestra madre, la Virgen María, que nos enseñe, porque ella seguramente fue una experta en hacer la vida súper simpática a los que estaban a su alrededor.
A sus amigas, a José y a Jesús, a su prima santa Isabel, a toda la gente que estaba alrededor, cuidando las cosas pequeñas, como nos pide del Señor y ayudando a los que lo necesitan.


Citas Utilizadas

Sab 18, 14-16, 19, 6-9

Sal 104

Lc 18, 1-8

Mt 25, 41-46

 

Reflexiones

Ayudanos, Señor, a ser fieles en lo pequeño, a tener una actitud generosa con el prójimo, que siempre seamos comprensivos y dispuestos a ayudar.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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