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P. Juan Pablo

5 min

ESCUCHA LA MEDITACIÓN

UNA MADRE EJEMPLAR

Leemos hoy la historia de los siete mártires macabeos y cómo su madre les ayudó a ser fieles y recibió por ello una merecida alabanza.

En este rato de oración hablamos contigo, Señor, y te escuchamos porque Tú nos hablas de muchas maneras. Tú buscas comunicarnos las cosas importantes; buscas educarnos y mostrarnos cuáles son las cosas que son realmente valiosas. Así leemos el Evangelio y, por ejemplo, hace unos días para explicarnos lo importante que es estar siempre en oración, nos das una parábola, haces un milagro y luego explicas el amor de Dios a través de una imagen, y así nos vas hablando de muchas maneras.

En la antigüedad, la palabra de Dios también se hizo presente a través de Moisés, a través de otros escritos que son palabra de Dios y que nosotros leemos y así también, Señor, te escuchamos. Leemos esas narraciones y vamos aprendiendo lo que nos quieres comunicar. Nos lo dices a través de historias, a través de proverbios, a través de los salmos por supuesto.

Leemos en el segundo libro de los Macabeos una historia impresionante. Había una persecución tremenda contra el pueblo de Dios, el pueblo que Dios había hecho, que le había dado la ley; ese pueblo que quería vivir en fidelidad a Dios, que muchas veces no lo hizo, pero había muchas personas que sí querían obedecer la ley de Dios porque reconocían la grandeza de Dios. Pero en una ocasión, ese pueblo fue sometido y obligado a dejar sus creencias. Y ahí aparece la historia que leemos:

“En aquellos días, arrestaron a siete hermanos junto con su madre. El rey Antíoco Epífanes los hizo azotar para obligarlos a comer carne de puerco prohibida por la ley

(2Mac 7, 1).

LOS HIJOS SON UN REGALO DE DIOS

Luego la lectura del día de hoy se salta varios versículos, porque de esos siete hermanos, seis murieron torturados tremendamente, con mucho sufrimiento y con mucha saña.

“La madre de estos seis hermanos fue muy digna de admiración y de glorioso recuerdo, porque viendo morir a sus hijos, lo soportó todo con entereza porque tenía puesta su esperanza en el Señor. Llena de generosos sentimientos y uniendo un temple viril a la ternura femenina, animaba a cada uno de ellos en su lengua materna diciéndoles: Yo no sé cómo aparecieron ustedes en mi seno; no he sido yo quien les ha dado el aliento y la vida, ni he unido yo los miembros que componen su cuerpo”

(2Mac 7, 20-22).

Y continúa el texto. Pero ya aquí vemos la actitud de obediencia a Dios, la actitud de colaboración con Dios. Ella sabe que el creador es Dios; ella sabe que la vida es un don, que ella no es dueña de sus hijos. Qué gran enseñanza, Señor, nos das con estas palabras. Esta mujer sabe que sus hijos son un regalo de Dios y que ella tiene que cuidarlos y llevarlos hacia Dios. No son para que ella se entretenga o para que ella les diga lo que tienen que hacer, simplemente porque ella piensa que son cosas buenas, sino que ella tiene que enseñarles la ley de Dios, llevarlos hacia Dios y estar feliz cuando estos jóvenes quieran obedecer a Dios.

el pueblo

Precisamente aquí está el sufrimiento de muchas madres cristianas que ven a sus hijos alejarse de Dios. Paciencia. Muchas veces son cosas de la adolescencia, cosas de una cierta rebeldía, pero perseverando en la oración conseguirán que sus hijos se salven, dándoles en primer lugar un buen ejemplo de paciencia y de amor incondicional.

Pero también las madres han de saber respetar la libertad de sus hijos, más aún cuando ellos quieren entregarse a Dios; cuando ese cumplir la voluntad de Dios les lleva quizá a separarse de ellas o a hacer algún plan que ellas no preveían y les cuesta entregar sus hijos. Ver el ejemplo de esta mujer, que reconoce en primer lugar que ella es un instrumento para que ellos vinieran al mundo. Ella ha colaborado, son sus hijos, pero sobre todo son hijos de Dios. 

LAS TENTACIONES DEL DEMONIO

“Quedaba el más pequeño de los siete hermanos y el rey trataba de ganárselo, no solo con palabras, sino hasta con juramentos y le prometió hacerlo rico y feliz, con tal de que renegara de las tradiciones de sus padres; lo haría su amigo y le daría un cargo”

(2Mac 7, 24).

Es una gran tentación. Ya han muerto sus hermanos y a él le prometen no solo le van a perdonar la vida, sino que le van a dar riqueza, le van a dar honor, le van a dar importancia, ser amigo del rey. Porque para el rey era muy importante eso, sería como una victoria para él. ¡Es una tentación! Así funciona el demonio que nos tienta, que nos ofrece una felicidad, que nos ofrece una paz, que nos ofrece un bien aparente, algo que no nos va a hacer felices, algo que no va a llenar nuestro corazón.

Señor, ¡ayúdame! Ayúdame porque la tentación se hace presente en mi vida. Y tú pláticale a Dios -ahora que estamos haciendo oración- cuáles son tus tentaciones. Es importante que en nuestra oración hablemos con Dios y además de escucharlo, como procuramos hacerlo ahora al leer este relato del Antiguo Testamento, también nosotros hablarle y decir: Señor, así como este muchacho tuvo esta tentación de no serte fiel, de negarte porque se le ofrecía la amistad con el rey y diferentes bienes, pues así también a mí me vienen tentaciones de este tipo, de este otro… Y a veces caigo porque me dejo llevar por ese bien que es aparente, porque luego me doy cuenta de que no me hizo feliz, luego me doy cuenta de que me hizo perder la paz, perder el tiempo. Quiero ser como este joven que superó la tentación, que les dijo a los verdugos:

“¿Qué esperan? No voy a obedecer la orden del rey. Yo obedezco los mandamientos de la ley dada a nuestros padres por medio de Moisés. Y tú, rey, que eres el causante de tantas desgracias para los hebreos, no escaparás de las manos de Dios”

(2Mac 7, 30-31).

el pueblo

LA ESPERANZA DE LA MADRE

Su mamá lo animó, le dijo:

“No tengas miedo al verdugo; sigue el buen ejemplo de tus hermanos y acepta la muerte, para que por la misericordia de Dios te vuelva yo a encontrar con ellos”

(2Mac 7, 29).

Qué bonita expresión de esperanza. Leímos al principio que ella tenía esperanza, que ella fue honrada porque soportó con entereza los sufrimientos pues tenía la esperanza puesta en Dios. Pues así, con la esperanza puesta en Dios, sabiendo que Dios es el autor de todo, que Él nos va a recompensar, que Él va a juzgar, podemos superar las tentaciones y podemos prescindir de los placeres de esta vida, prescindir de las tentaciones, de esos bienes que nos muestra la tentación con engaño y sufrir, quizá, aquí un poco para después gozar para siempre con Dios. Pues eso es la esperanza.

Señor, ayúdanos a tener una esperanza grande que nos ayude a saber superar las tentaciones. Y acudimos a nuestra Madre, la Virgen, que nos apoya, que nos anima, como esta madre animó a sus hijos, a ser muy fieles, a cumplir la voluntad de Dios.


Citas Utilizadas

2Mac 7, 1. 20-31

Sal 16

Lc 19, 11-28

Reflexiones

Señor, ayúdame a tener una esperanza grande para superar las tentaciones y cumplir tu voluntad.

Predicado por:

P. Juan Pablo

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