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P. Juan Carlos

6 min

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DUC IN ALTUM

Jesús responde a la humildad de Pedro con una misión. Le dice «No temas» y lo llama a una nueva tarea: ser «pescador de hombres.» Lo que antes era un trabajo físico, agotador y muchas veces infructuoso, se convierte en un apostolado con un propósito divino.

En esta ocasión, la Liturgia nos llama la atención sobre un pasaje del Evangelio en que Pedro vuelve a ser el protagonista.

MAR ADENTRO

«Jesús sube a una de las barcas, justamente era la de Simón, y le pide que se aparte un poco de la orilla y después se sentó, y enseñaba la multitud.

Pero cuando terminó de hablar, le dice a Simón: —Navega mar adentro y echa las redes».

Este es el mandato directo a Simón,

«Navega mar adentro y echa las redes».

Esto en la tradición católica, se toma la explicación en latín o la traducción que es Duc in altum, «anda mar adentro y echa las redes».

Simón le responde:

«Maestro, hemos trabajado toda la noche entera y no hemos sacado nada. Pero si tú lo dices, echaré las redes».

Y así lo hicieron y sacaron una redada de peces tan grande que parecía que se iba a hundir la barca.

Entonces, al ver esto, Simón se echa los pies de Jesús y le dice:

«Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador».

Nota el evangelista san Lucas,

«Porque el temor se había apoderado de él y de los que le acompañaban por la cantidad de peces que habían recogido.

Y lo mismo les pasaba a los otros, a Santiago y a Juan, los hijos de Zebedeo.

Pero Jesús dijo a Simón: —No temas, desde ahora en adelante serás pescador de hombres.

Y dejando ellos las barcas a la orilla, lo abandonaron todo, lo siguieron».

DEJAR TODO

En latín, omnibus, que significa dejar todas las cosas.

Y este es un pasaje del que se sacan muchísimas cosas para la vida del cristiano.

Me parece que como punto de partida, Señor, quisiera hablar sobre esa reacción de Pedro, que yo también he visto en mi propia vida.

Apartate de mí, Señor, porque soy un hombre pecador. Es el reconocimiento de la nada personal, de la impotencia, en este caso de Simón, de su pequeñez frente a la Omnipotencia Tuya, Señor.

Yo pienso en mi propio apotolado, en mi labor como sacerdote. Hay momentos en los que he sentido que mi trabajo es, por así decir, insignificante. Que no llego a las almas como quisiera. Que mis esfuerzos de evangelización son insuficientes…

A veces, después de pasar muchas horas en el confesionario. Y, salir tal vez con la idea de que han sido cosas pequeñitas, las que has podido escuchar o ayudar.

O la gente no estaba tan dispuesta a escuchar consejos, sino más bien a correr con la absolución.

DUC IN ALTUM

APÁRTATE DE MÍ

Pero este es el momento en el que hay que arrodillarse como Pedro delante de Jesús. Reconocer nuestra propia pobreza, nuestra limitación. Que no es una derrota, sino el primer paso para una verdadera victoria espiritual.

Es ese sentir, “Señor, retírate de mí, aparte de mí…” Porque donde hacemos eso, es cuando se abre el espacio para que Él actúe con su poder ilimitado. Porque Jesús actúa siempre así, reconociendo nuestro espacio.

Hoy hablaba con una señora que me decía que había tomado muchas malas decisiones en su matrimonio.

Que se había distanciado de su esposo. Y que veía que las cosas eran muy difíciles ahora. Efectivamente, no sabía cómo se van a arreglar. Esto es una cosa evidente.

Pero a la vez, cuando estaba hablando con ella, le decía, bueno, es el momento de acudir al Señor. Y decir que si no lo hemos hecho bien, vamos a intentar reparar todas las cosas estando más cerca del Señor.

Y reconocer nuestro nada…: “Señor, alejate de mí, porque soy un pecador”; pero en realidad, Ayúdame, porque solo Tú puedes sacarme de donde estoy.

Jesús responde a la humildad de Pedro con una misión y le dice:

«No temas».

Luego lo llama a una nueva tarea.

«Ser pescador de hombres».

Lo que antes era un trabajo físico, agotador y muchas veces infructoso, se convierte en un apostolado con un propósito divino.

SOMOS NADA

Por eso, cuando reconocemos nuestra “nada” delante de Dios. Cuando nos damos cuenta de que hemos fallado y nos acercamos a Él, para que Él repare las cosas; tenemos que estar seguros de que Él nos recibe con esos brazos abiertos.

Con esa predisposición para que nos vayamos sanando junto a Él. Porque Él nunca deja de ayudarnos. ¡Nunca deja de ayudarnos!

Hay que volver una y otra vez. Siempre al Señor para que Él sea el que arregle. Ya sea cuando sales del confesionario con sensación de que no ha servido de mucho…

O sales como esta señora, con la idea de que ha hecho todo mal. Bueno, se puede recomenzar. Siempre se puede rehacer.

Y esa humildad es muy atractiva a Dios. Decirle “Señor me he equivocado, soy un pecador. Apartate de mí”.

Sabiendo que Él lo que quiere es curarnos, cambiarnos, hacernos que demos más frutos.

Y por eso tiene mucho que ver este Duc in altum. Remad mar adentro.  Láncese para encontrar en el mar abierto esos peces que tienen que agarrar.

Y es algo que nosotros tenemos que buscar también en nuestras vidas. ¿Cuál es el ámbito de esa pesca? A veces es dentro de tu familia… Es ayudar a tus hijos a que entiendan un poco más la fe. Es dar un testimonio de amor, de cariño y de cercanía.

SER EJEMPLO

Me llamaba la atención que justo hablé hace pocos días con una persona que escogieron aquí mis colaboradores en la Iglesia donde trabajo. Cómo una persona que les trata siempre muy bien y que está dispuesta siempre a ayudar.

Entonces ahora que acabamos de hacer un curso me dijeron que por favor, a esta señora, le demos de una gratuidad, es como una dádiva o un agradecimiento de lo que hemos recibido.

Me pareció muy bien. Y yo trabajo mucho con una de sus hijas también. Y claro, se nota cómo la hija ha ido aprendiendo de la madre.

Bien, es esto lo que el Señor quiere, que vayamos sembrando. A veces simplemente con el ejemplo. Otras veces con portarnos bien con los demás. ¡Porque el Señor hace maravillas con eso!

Hace maravillas y nos manda Duc in altum: “Anda y haz el bien ahí donde vayas”.

Anda y predica con fuego y tal… A veces no es predicar, es hacer cosas que hacen la vida agradable a los demás. Es una sonrisa, es hacer un favor, es cubrir una cosa que sabes que a otra persona le cuesta más y que a ti, no te cuesta tanto. Entonces la cubres tú…

O es también cantidad de cosas que hacen la vida agradable a los demás. Cantidad de cosas que son verdadera presencia de Dios en medio del mundo.

DUC IN ALTUM

MIS LIMITACIONES

El Señor quiere que vayamos hacia dentro, Duc in altum, nos quiere enviar todas estas cosas. Y para esto necesita que nosotros reconozcamos nuestra nada.

Es presentar ante Jesús nuestras limitaciones… La insuficiencia de nuestros esfuerzos. Y aceptar su llamada, escuchar ese

«No temas».

Y permitir que Él convierta nuestro trabajo ordinario en esa pesca milagrosa. Finalmente vivir la humildad. Entender que la verdadera eficacia de nuestro apóstolado no viene de nuestro propio poder, sino de esa docilidad a la gracia de Dios que se manifiesta en la humildad y en el servicio.

No somos nosotros los que convertimos a las almas, sino el Señor. Y Él se vale de nuestra debilidad para demostrar su fuerza.

Y como nos enseña San Josemaría, ésta es una verdad que nos debe llenar de esperanza y de paz. Porque el éxito no depende de nosotros. Nosotros solo seguimos las instrucciones del Señor, Duc in altum.

Ponemos estas intenciones en manos de nuestra madre, la Virgen María, para pedirle que nos ayude a corresponder mejor a todas estas gracias que recibimos de su Hijo.

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Citas Utilizadas

Col 1, 9-14

Sal 97

Lc 5, 1-15

Reflexiones

Señor, convierte mi trabajo ordinario en esa pesca milagrosa.

Que sepa vivir la humildad y entender mi apóstolado; tener la docilidad hacia la gracia que me manifiestas, al poder entregarme en el servicio hacia los demás.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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