San Josemaría nos recomendaba hacer oración con el Evangelio, meternos en alguno de los personajes y yo pensaba que hoy podemos ponernos, Jesús, nada menos que desde una perspectiva tuya.
Al contemplar la escena que nos presentó hoy la Iglesia en la misa, y el ambiente donde se desarrolla este Evangelio, es nada menos que en la playa, junto al lago.
Ya venís Vos, Jesús, podemos pensar que ves, Vos, ese lago amplio, te acercas quizá temprano, con los discípulos.
TOMAR DISTANCIA
Ahí están los ya conocidos, los que llamé, los que me siguieron, los que vienen conmigo, que ya me están ayudando, pero viene mucha más gente, se van sumando.
Empiezan todos a hablar, quizá al mismo tiempo, a pedir cosas, a querer que los cure, ya es difícil entablar un diálogo, se amontonan, empujan, cada uno intenta hablar más fuerte…
Entonces le pido a Pedro usar su barca, para poder tomar un poco de distancia en la barca de Pedro, poco alejados de la orilla.
La gente se empieza a calmar, empieza a bajar un poco la voz, ese murmullo que no permitía conversar, que no permitía ni hablar, ni escuchar.
Me siento, se sientan también todos en la playa, ahora es fácil mirar más detenidamente, reconocer algún rostro, mirarlos a la cara, empiezo a relatarles las parábolas, esas imágenes del Reino, una y otra…
La parábola del Sembrador: el Sembrador que sale siembra su semilla, pero parte cae en el camino y los pájaros se comen la semilla.
La otra parte cae en un terreno y crece enseguida, pero al salir el sol como no era profunda la tierra, se marchita.
Parte cae entre espinos y por eso no puede desarrollarse, y parte cae en tierra buena y ésta sí da fruto, mucho fruto, 60, ciento por uno.
La gente mira, escucha, siguen mis palabras, están como poco curiosos del significado.
Me pregunto yo también, ¿qué les quedará? ¿qué entenderán? ¿qué les cambia estas imágenes?
ES EL TRABAJO DEL DIABLO
Pienso, al sembrar esta palabra, ¿Qué eficacia tendrá? Porque el diablo se lleva la palabra, es la semilla que cae en el camino y que no llega a entrar en la conciencia.
No llega a suscitar, no sé, un tema personal, algunos dirán esto no es para mí, esta semilla no es para mi terreno, yo no soy terreno para estas semillas.
Esto no tiene nada que ver conmigo, es el trabajo del diablo, de los prejuicios, de las malas experiencias, de sentirse como ya de vuelta respecto a la buena noticia.
Al punto que uno ni siquiera podrá plantearse cambiar de vida, dejar que eso crezca, darle una oportunidad.
Otros quizás, sí la recibirán con entusiasmo, pero sentirán la contradicción del ambiente, de los conocidos, la persecución.
¿Por qué vas a hacer esto? ¿Te crees que sos distinto? ¡No sirves para nada! El miedo a romper con ciertas costumbres, a no encajar…
Y como no han profundizado, ¡se marchitarán! Ese entusiasmo inicial, espontáneo, fue superficial también.
Los que comenzarán a recibir la palabra, y quizá tomársela en serio, pero después se sentirán más atraídos por otras cosas, son la semilla que cae entre espinos. Tienen demasiadas preocupaciones, no le pueden dar prioridad, ni tiempo, ni un lugar en el fondo en sus corazones.
Porque están llenos de otras cosas; los afanes de este mundo, cosas que también pueden llenar el corazón, aunque en el fondo siguen vacíos.
Pero que entretienen y que no permiten que la relación con el Padre pueda desarrollarse.
UNA DECISIÓN MÁS CONSCIENTE
Todos estos peligros están, y, sin embargo, de estos que escuchan, algunos serán esa tierra buena que dará mucho fruto.
Dará fruto, porque no solo se sentirán interpelados, sino también tendrán la profundidad, para cuando venga el ambiente contrario, cuando tengan que dar la cara por mí, lo harán.
Por haber profundizado, por haber rezado, por haber interiorizado el mensaje, por haber tomado una decisión más libre, más consciente, por haberse jugado.
Y cuando vengan esos requerimientos del mundo, más mundanos, más superficiales, sabrán también desprenderse, para tener espacio en su corazón, para que no se asfixie esta semilla.
Y aunque tendrán las preocupaciones propias de la vida en la tierra, de las cosas materiales, de lo social, del progreso…
No será hasta tal punto, que se ahogue esta semilla, sino que podrán dejar espacio, aire, agua, recursos, luz, para que crezca firme, para que crezca grande esta planta, que pueda dar muchísimos frutos.
Y serán también luz para otros, y serán quienes perpetúen el crecimiento de la semilla, de este reino, más allá de las fronteras, más allá del tiempo.
Quizás asi miraba Jesús a toda esa multitud en la playa, y podías pensar no solo en esos que te escuchaban con ojos brillantes, con interés, sino también pensarías en los que llegaríamos después.
QUE NO TENGAMOS OÍDOS SORDOS
Pensar en quienes podrían durante todas las épocas, meditar en tus palabras, profundizar, sacarles jugo, y hoy ¡somos nosotros!
Queremos, Señor, ser de los que dan el ciento por uno, y por eso queremos profundizar en la oración, para que no nos abatan las contradicciones.
Por eso queremos dejarte espacio en nuestro corazón, que no estemos absorbidos por las cosas superficiales.
Querríamos también, Señor, que esta semilla llegue a muchos corazones, que toque muchas almas, que no sea algo indiferente, que el diablo no pueda hacer que todos tengan oídos sordos.
Ayúdanos, Jesús, para poner los medios, para pensar en quienes están a nuestro alrededor y a procurar hoy que seamos la semilla que de fruto. Y que ese fruto llegue a más.
Para eso profundizar, para eso darte espacio y, sobre todo, ¡soñar! Porque no estamos solos.
Nos dejaste, Señor, no solamente la buena semilla que puede cambiar este mundo, nos envías también Tu Espíritu, que es quien hará crecer, casi sin que nos demos cuenta.
Poniendo un poco de correspondencia de nuestra parte, se multiplicará el fruto y esa semilla lejos de extinguirse, podrá seguir cada vez más, siendo abundante en este mundo.
Madre nuestra, vos, que como nadie recibiste la semilla de la Palabra y la hiciste fructificar, ayudanos a nosotros a imitarte también en eso.
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