Te comparto el relato de un sacerdote que acompañó muy de cerca la labor de la santa Madre Teresa de Calcuta. El relato no tiene desperdicio:
“El sol nos abrasaba sin compasión. Había largos discursos. La gente se apiñaba alrededor para tocar a la Madre Teresa. Eran casi las once de la noche cuando llegamos a la casa de las hermanas en Madrás. Yo estaba completamente exhausto y deshidratado.
Como siempre, lo primero que hicimos al llegar fue ir a la capilla para rezar en silencio una breve oración de acción de gracias ante el Santísimo Sacramento. Aunque pude dar una imagen de piedad, lo cierto es que tenía una sed tan terrible que no conseguí concentrarme en la «piedad». Sólo pensaba en poder beber algo cuanto antes.
Entonces escuché unos suaves pasos detrás de mí. Obedeciendo a una señal que le había hecho la Madre Teresa, una hermana me traía un gran vaso de agua apoyado en un platito. Silenciosamente, empujó detrás de mí hasta situarlo junto a mis pies.
Desde entonces siempre pienso en aquel suceso cuando leo en el evangelio de san Mateo:
«Cualquiera que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por el hecho de ser discípulo, en verdad les digo que no quedará sin recompensa»
(Mt 10, 42).
Otra cosa me quedó clara aquel día: yo sólo había estado pensando en mi sed; sin embargo, la Madre Teresa había pensado en la nuestra.
Tampoco cuando acabamos nuestra breve oración empezó ella a pensar en su propio bienestar. Al contrario: trajo dos colchones, almohadas, una toalla y un trozo de jabón a la sacristía, para que los dos sacerdotes que habíamos viajado con ella pudiéramos irnos a dormir enseguida.
-Que descansen. Ha sido un día largo para ustedes.
A lo que yo repliqué: -Madre Teresa, para usted debe de haber sido mucho más largo todavía.
Se limitó a contestar con una alegría no exenta de seriedad: -¡Todo por Jesús!
A sus setenta y siete años tenía casi exactamente la misma edad que los dos sacerdotes juntos”
(La Madre Teresa de Calcuta. Un retrato personal, Leo Maasburg).
TRABAJO Y DESCANSO
Ahí lo tienes. Están las dos cosas: trabajo y descanso. No se trata de no trabajar, ni de no descansar. Y se trata de estar atentos al descanso de los demás; y de intentar que nuestro cansancio no se note…
El descanso es un deber, porque es necesario para la salud del cuerpo y del alma, como decía san Josemaría:
“No somos ángeles, hijas e hijos míos, os he repetido con frecuencia y la salud física es necesaria para que el espíritu vibre”
(Carta, 29-IX-1957, nn. 38-39).
“Pregúntate ¿quién es la persona que Dios me ha encomendado que cuide con mayor esmero?
No sé qué habrás pensado, pero la parte de la creación que Dios te ha encomendado, en primer lugar, eres tú mismo. Junto al “conócete a ti mismo” del templo de Delfos, escribiría también “ámate a ti mismo”, para que te valores, quieras, cuides, custodies, defiendas. Para que puedas querer al prójimo como a ti mismo”
(Vamos juntos, Carlos Chiclana).
Te comparto todo esto porque hoy escuchamos la invitación de Jesús que dice:
«Vengan a mí todos los fatigados y agobiados y Yo los aliviaré. Lleven mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso para sus almas»
(Mt 11, 28-29).
NUESTRAS FUERZAS SON LIMITADAS
“Nuestras fuerzas son limitadas, como limitadas fueron las fuerzas de Jesucristo. Él también conoció el cansancio y la derrota. Es imposible olvidar el episodio en que Jesús duerme en la barca, a pesar de la fuerte tormenta que azotaba el mar (cfr. Mc 4, 38). No es la única ocasión en la que vemos a Jesús rendido por el cansancio.
El evangelio nos hace suponer que no eran infrecuentes las veces en que Jesús se retiraba a descansar con sus discípulos.
«Vengan ustedes a solas a un lugar desierto a descansar un poco»
(Mc 6, 31),
dice el Señor a sus apóstoles.
Descansar es necesario porque no se puede estar siempre en tensión. Si el arco estuviera siempre tenso, perdería su propiedad; si la tecla del piano estuviera siempre pulsada, acabaría por abandonar su intensidad e incluso su tono; nada en el conjunto de la naturaleza invita a pensar que haya que estar siempre «desbordado», fuera de sí.
Esas ocasiones se producen puntualmente, en tifones, tormentas o terremotos y tienen su lugar en el orden de lo creado; pero lo habitual es la calma, el silencio, lo sereno. Quien está siempre en tensión acaba por perderla totalmente y entonces devienen situaciones tan poco queridas como el desánimo, la ligera depresión, la ausencia de ideales y el condescender a ir tirando. Nos conformamos con hacer cosas y no tanto con ser alguien”
(Cuenta conmigo, Fulgencio Espa).
Nuestras vidas se desenvuelven en lo ordinario donde trabajo y descanso se conjugan. Y hay que tener cuidado que de no pensar en un descanso “tóxico” o egoísta… Poniendo como excusa lo que ya trabajamos o lo “cansados” que estamos…
Hay que aprender a trabajar y hay que aprender a descansar…
“Por otra parte, sólo descansado se puede apreciar de verdad el valor de las cosas. Quien está siempre urgido por muchos quehaceres jamás reposa; esa persona sólo con dificultad podrá gustar una bella vista, una historia bonita, una escena conmovedora. Su contemplación le podrá sugerir algo, pero nunca llegará a su fondo porque, prontamente, pasa a la siguiente cosa-por-hacer. (…)
Descansar, más allá de una posibilidad, es una necesidad. Implícitamente significa reconocer la propia limitación; y siempre habla de volver a empezar, de encontrar el equilibrio (…) adecuado, de poner el contador a cero.
El recto descanso, por tanto, hace referencia al deporte, pero también a los paseos, la lectura, el interés por la cultura o las excursiones a la montaña. En definitiva, el recto descanso ayuda a la contemplación”.
EL REPOSO MEJORA LA CONVIVENCIA
Todo lo referente al descanso también está llamado a ser santificado.
“Descansar nunca puede ser sinónimo de «ahora me dedico a mis cosas», olvidando a los demás y siendo egoístas, porque «el Amor nunca descansa» (F. Fernández-Carvajal, p. 286). En este sentido, debemos pensar si es justo descansar (…) jugando sólo a los videojuegos o cultivando únicamente los propios gustos.
El reposo, por ser algo santo, mejora la convivencia, cultiva las amistades, hace a los hombres salir de sí mismos. En definitiva, el descanso tiene en sí mismo un marcado acento misionero –apostólico–, porque practicar deporte juntos, pasear por la ciudad o subir una montaña, une a los amigos y motiva conversaciones que van más allá de lo perentorio.
Cuidarnos para estar como Dios quiere no es ajeno a su voluntad; al contrario, un equilibrio vital es clave para vivir bien virtudes como la caridad, la pureza, la piedad, el orden y la amabilidad. No conviene estar engañados: muchas caídas no son fruto del odio o la lujuria; son sólo válvulas de escape de vidas muy tensas.
Por todo ello, no es vano hablar al director de las horas de sueño, las aficiones y los amigos, sobre todo si nos encontramos cansados. Quien nos conoce es seguro que tendrá ideas para que nos encontremos mejor. Él nos ayudará en esta tarea”
(Cuenta conmigo, Fulgencio Espa).
Pensaba para terminar justo esta frase:
«Vengan a mí todos los fatigados y agobiados y Yo los aliviaré».
Si vamos a nuestro Señor nos encontramos siempre con su Madre…
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