CONECTAR
La Navidad es mucho más que una festividad llena de luces, de regalos, de comidas, villancicos. En su esencia celebramos la expresión máxima del Amor de Dios: su encarnación.
Dios mismo, en su infinito amor y en su humildad, decidió hacerse hombre en la persona de Jesús para iniciar una relación personal con cada uno de nosotros. Dios no se queda distante, no se queda ahí lejos observándonos, sino que se acerca a nuestra realidad, a nuestra fragilidad, para compartir nuestra humanidad y para mostrarnos el camino hacia Él.
Hoy la liturgia de la Iglesia nos presenta a Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser. Una mujer ya entrada en años que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido y después se ve que su marido murió; había permanecido viuda y tenía 84 años.
Es una mujer anciana, y dice el texto de san Lucas que “no se apartaba del templo sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Ésta se presentó en ese mismo momento [con María y José presentando al niño en el templo] y se puso a dar gracias a Dios y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén”. (Lc 2, 37-38).
A mí me parece que es impresionante cómo Jesús ha querido hacerse niño: vulnerable, que está a la capacidad de cualquiera que le quiera hacer daño;no se puede defender, necesita de los demás. Y también Ana, hija de Fanuel, es una mujer vulnerable, 84 años.
HISTORIA DE UN SALVADOR
Seguramente por su alimentación, su estilo de vida, no sería una mujer con muchas fuerzas en esa época, sin embargo, está siempre dando gloria a Dios. Y me parece que son como una manifestación concreta de cómo Dios muchas veces hace las cosas, que nos contacta cuando somos más vulnerables. Se hace uno como nosotros también en nuestra vulnerabilidad.
Dice la Sagrada Escritura que Jesús, siendo Dios, se despojó de su gloria para nacer como un bebé indefenso en un humilde pesebre. Esa imagen nos habla de la humildad de Dios, de su deseo de acercarse a nosotros de la manera más cercana posible.
Tal como lo describe el apóstol san Pablo en la carta a los Filipenses: “Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios divinos, adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano”.(Fil 2, 5-7).
La liturgia navideña nos recuerda esta verdad con la frase: “Hoy nos ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor” que es la antífona que decimos en la entrada de la Misa de Gallo.
SOMOS VULNERABLES Y NECESITAMOS A DIOS
Hay una relación directa entre la vulnerabilidad y el acercarse a Dios. Tal vez por eso, cuando estamos más vulnerables es más fácil acercarnos a Él. Y por eso también es el camino que escogió el Señor para aparecer en nuestra vida cuando nos hemos alejado de Él.
A veces, ese alejamiento no se produce de una forma tan consciente, no es que el pecado ha interrumpido en nuestra vida y nos ha distanciado, sino que tal vez es la frialdad, la tibieza.
Y así espaciamos nuestros momentos de oración, no les damos tanta importancia a los sacramentos, dejamos de confesarnos o incluso hacemos cosas que tal vez antes no habríamos hecho, como admitir la mentira o un poco la envidia, o incluso situaciones que podríamos vivir la caridad o la delicadeza y no lo hacemos. Eso hace que nuestra relación con Dios se vaya haciendo cada vez más débil.
Pero justamente esa vulnerabilidad –darnos cuenta de que somos débiles– nos ayuda a volver a Él. Y por eso cuando vienen los problemas grandes, cuando necesitamos aferrarnos a algo porque los vientos son demasiado fuertes, entonces acudimos a Él y dejamos ese estado de tibieza, de frialdad; reconocemos nuestra vulnerabilidad.
Es que el paso del hombre por la tierra es así, no es una cosa firme. De hecho, el amor no es una cosa firme, tiene algo de magmático.
El magma que sale de un volcán cuando explota y cuando empieza a erupcionar es algo muy caliente, pero que tiene vida, se mueve, tiene movimiento, no se queda fijo en un sitio. Así es el amor, también tiene algo de magmático, y también así es nuestra vida de relación con Dios, no está firme siempre.
FE EN DIOS
Yo creo que un ejemplo muy grande de esto es cuando san Pedro empieza a caminar sobre las aguas. Pues así es muchas veces nuestra vida: caminamos sobre las aguas de la vida donde hay a veces vientos más fuertes y donde al principio hemos empezado a caminar con una firmeza en nuestra vocación o en esa fe en Dios.
Cuando seguimos caminando, nos damos cuenta de que esos vientos son problemas fuertes que trae la vida y a veces son los hijos, a veces es el cónyuge, a veces es la falta de trabajo o el exceso de él, que nos hacen reflexionar y darnos cuenta de que somos vulnerables y que necesitamos de la ayuda de Dios.
Por eso estas fechas de Navidad son excelentes para regresar a ver al Niño Dios. Ahí, cuando pases por un Belén, un nacimiento, cuando veas esas figuras pequeñitas, pero que representan esa realidad de lo que fue el nacimiento de Dios en la tierra, será un muy buen momento para darte cuenta de la vulnerabilidad de Dios y de nuestra propia vulnerabilidad.
EL VERBO ERA DIOS
“En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. […] Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros”(Jn 1, 1 y 14). Y años antes de la llegada de Jesús, el profeta Isaías ya había anunciado el nacimiento de un niño especial, eso que hemos también repasado durante estos días: “El Señor mismo les dará una señal: la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y lo llamará Emmanuel”. (Is 7, 14).
Emmanuel, que significa Dios con nosotros. Pero si te das cuenta en esta profecía de Isaías (“una virgen concebirá y dará a luz un hijo”) nos expone también otra escena de vulnerabilidad. Una mujer que no había todavía tenido relación, que, por lo tanto, no estaba casada, va a dar a luz un hijo, y ese será el hijo, el Dios con nosotros.
Ese Dios con nosotros que está también en nuestras situaciones más vulnerables. Porque la encarnación no fue un evento aislado, sino el inicio de un plan de amor que busca la reconciliación entre Dios y la humanidad.
SER MISERICORDIOSOS COMO JESÚS
Jesús viene a mostrarnos el rostro misericordioso del Padre, nos viene a abrir las puertas de una relación personal con Él. A través de sus acciones y enseñanzas, Jesús nos revela el amor incondicional de Dios. Sí,
Él sanó a los enfermos, perdonó a los pecadores, acogió a los marginados y nos enseñó a amar a nuestros enemigos, a enseñar la otra mejilla. Y la forma de llegar a Él muchas veces es reconociendo nuestra vulnerabilidad, nuestro pecado, sentirnos necesitados de su misericordia.
La vida de Jesús fue siempre un testimonio de amor, de compasión, como canta también la Iglesia: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).
Que busquemos esa relación con Él, que como nos presenta también esa realidad de la vulnerabilidad de un niño, de una anciana, de una virgen que se queda embarazada; que no despreciemos nosotros a nadie, en primer lugar, pero luego también que estemos dispuestos a ayudar a los demás.
¿De quién recibe Jesús las primeras manifestaciones de adoración? Pues de sus padres, de unos pastores pobres, de esta anciana Ana… Nosotros también tendríamos que sumarnos a ese listado, darnos cuenta que somos poco.
LA VERDAD
Estos días he estado en Colombia, en una casa que se llama Torre Blanca que es espectacular, yrealmente los detalles de cariño con la que nos tratan en las comidas, con la limpieza de la casa, son realmente una manifestación que nos hace vivir mejor la Navidad.
La verdad, cuando yo venía para acá, estaba como un poco, uf, que pasar las Navidades… he encontrado aquí una acogida tan bonita que para mí ha sido unas Navidades muy especiales, tal vez de las mejores que he vivido últimamente, todo por dejarse querer en esa vulnerabilidad.
Quién nos enseñará a hacerlo de la mejor forma, es la Virgen María. A Ella le pedimos que nos ayude a ser cada vez más cercanos a Jesús, que nos ayude a ser verdaderos adoradores de Jesús en nuestra propia vulnerabilidad.
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