Jesús dijo a la gente:
“Yo soy el pan de vida; el que viene a mí jamás tendrá hambre, y el que cree en mí jamás tendrá sed”.
Así comienza el evangelio de hoy. Continúa, pero me gustaría quedarme sólo con esta parte: “Yo soy el pan de vida y el que viene a mí jamás tendrá hambre”.
Y Señor, sabemos que tenemos esta promesa tuya que no tendremos hambre y que si creemos en ti no tendremos sed. Y ahora que estamos en estos tiempos de elección papal, justo hoy comienza la elección del cónclave en la mañana es la misa del Espíritu Santo y por la tarde tendrá lugar el primer cónclave, o sea el primer escrutinio del cónclave, después del extra omnes.
NECESITADOS DE DIOS
Entonces nos ponemos a recordar que tú nos has dicho que si creemos en ti no vamos a tener sed y que es importante que creamos realmente en ti, que somos parte de la Iglesia y que por eso creemos realmente en ti.
Un cuadripléjico decía que, la humildad es necesaria para no sentirse humillado al tener que pedir algo. Porque le pasaba muchísimo. Pero si bien es lógico que esto lo comprenda rápidamente un accidentado que sólo puede mover la cabeza con dificultad, como le pasaba a este que era un sacerdote cuadripléjico, y que para trasladarse o cambiar de vestimenta, lavarse, alimentarse, para cualquier cosa, debería pedir ayuda.
La cuestión es ¿cómo asimilar esta enseñanza nosotros? Especialmente cuando rebozamos de salud o de dinero, y tenemos como espontáneo ideal de nuestras vidas la autosuficiencia económica o física o incluso afectiva. En el orden espiritual, nosotros estamos necesitados de Dios y podríamos decir tanto como ese cuadripléjico lo estaba de sus parientes o sus amigos o sus enfermeros.
SIN DIOS NADA PODEMOS
Y un rasgo de sabiduría consiste en mantenerse con frescura y constancia de esta verdad, que no se vaya de nuestra memoria, es decir, que no nos olvidemos de que sin Dios nada podemos, que en lo espiritual somos como cuadripléjicos y al mismo tiempo recordar que si estamos unidos a Él ningún obstáculo es relevante o tiene importancia.
En ese sentido, cuentan que san Josemaría estaba esperando el inicio de una ceremonia litúrgica, estaba en Argentina, en un centro del Opus Dei. Y observaba que uno de los presentes que intentaba encender las velas del altar era un poco complicado, porque el hombre era de baja estatura, era como Zaqueo y no alcanzaba ni en puntillas de pie la altitud de los candeleros. Entonces otro más alto y corpulento se hizo cargo de la tarea. El fracasado, por así decir, recuerda que con una sonrisa y señalando al que lo sustituía, san Josemaría le dijo: Tú no puedes pero él sí. Este episodio de la vida de san Josemaría que nos muestra su espíritu alegre, me trae a la memoria una experiencia espiritual que también contaban de él en un viaje a Inglaterra en 1958.
TÚ NO PUEDES PERO YO SÍ
Al visitar la grand city de Londres, corazón de las finanzas de muchos negocios y poderes humanos de la tierra, Dios permitió a san Josemaría que sienta agobio, un pesimismo, una impotencia que no veía que él podía hacer una cosa tan grande. Y sintió que el Espíritu Santo de repente lo fortalecía por medio de una moción repleta de optimismo:
“Tú no puedes pero yo sí”.
Efectivamente, separados de Dios en el orden espiritual también en el orden apostólico, tenemos más limitaciones que un cuadripléjico, en lo que se refiere a su cuerpo. Pero unidos a Dios podemos decir:
“Todo lo puedo en aquel que me conforta”.
Y hoy Señor, que estamos pidiéndote por tus cardenales, pedimos lo mismo. Nosotros solos no podemos nada, ellos solos tampoco pueden nada, pero contigo, Señor, podrán elegir al mejor Papa. Por eso es importante darse cuenta que la soberbia es un vicio que nos hace pasar de la euforia de todo lo puedo a la depresión de que ya estrellado contra la realidad se siente incapaz absoluto.
SIEMPRE A NUESTRO LADO
En cambio, la humildad sabe que los méritos son gracia de Dios y nunca se deprime, pues es consciente de que Dios está siempre de nuestro lado. Por tanto, cuando notes que tu vida oscila entre la euforia y la depresión, por no poder, por cuestiones de salud o de clima o de baja presión, permanecer en guardia contra la soberbia que puede estar andando en tu alma. Pues pídele al Señor que te ayude a tener esa visión humilde.
Porque sólo desde la humildad podemos ver que Dios realmente es el que obra, que nosotros no alcanzamos ni a prender las velas, no alcanzamos a ser como Londres algo gigante y bueno, sino que es Él el que puede encender las velas y hacer algo mucho más grande que la ciudad de Londres. En este mismo sentido de la soberbia, de creerse más que Dios, hay un pasaje del Antiguo Testamento que lo deja bastante claro. Es el Libro de Samuel, que nos dice que cuando el Arca de la Alianza cayó en poder de los filisteos, estos la colocaron a los pies de uno de sus dioses, que se llamaba el dios Dagón y al amanecer del día siguiente la estatua del dios Dagón había aparecido de narices contra el suelo.
EL ARCA DE LA ALIANZA
Aparentemente los filisteos no pensaron en la posibilidad de que ese espontáneo derrumbe tuviese que ver con la usurpación del Arca de la Alianza, por lo que se limitaron a volver a erigir el ídolo, a los pies le pusieron el Arca de la Alianza, pero al amanecer siguiente la encontraron desplomada y destrozada. Además sucedió una cosa rarísima, los filisteos aparecieron con sus cuerpos repletos de tumores.
Ante ese imprevisto, los filisteos aterrorizados regalaron el Arca de la Alianza al pueblo de Gat. Y cuando los gatitas, por así decir, (no sé cómo se les diga) recibieron el arca de la alianza, en pocos días sus cuerpos también se empezaron a llenar de tumores. Por lo que repletos de pánico, se la enviaron a los hombres de Ecrón y con los, deben ser ecronitas, también sufrieron su castigo, o sea que morían o sus cuerpos se llenaban de tumores. La Sagrada Escritura dice que ya nadie quiso aceptar el Arca de la Alianza, de modo que estos últimos, los ecronitas, optaron por enviarla al desierto en un carromato tirado por bueyes y sin ninguna persona que los condujese. Y de este modo el Arca de la Alianza volvió al poder de los judíos.
DETRÁS DE LA ELECCIÓN DE NUESTRO PAPA
Ahora, te sugiero que meditemos esta dramática historia en la cual Dios nos muestra su omnipotencia defendiéndose sólo de sus enemigos. No había ningún ejército que luche por Él, Él solo. Y podemos pensar, el poder mío más el poder de Dios es igual al poder de Dios. Es igual que esa ecuación que también san Josemaría la planteaba,
Si dos más dos es igual a cuatro, no olvidemos que la existencia de otro sumando fundamental hace que nuestra ecuación sea omnipotente; Dios más dos, más dos, pues eso es infinito.
El Señor es el que hace las cosas, el Señor es el que estará atrás de la elección de nuestro siguiente Papa, el que sea. Porque el Señor nos ha dicho,
“Yo soy el pan de vida; el que viene a mí jamás tendrá hambre, el que cree en mí jamás tendrá sed”.
TRAER LUZ A LA HUMANIDAD
Es el Señor el que quiere que creamos realmente en Él, en creer que la Iglesia es sobrenatural, que Él está detrás, que los hombres, claro que podemos dar nuestra parte, pero lo importante no es lo que los hombres hagan sino lo que hace Dios y Dios quiere que su Iglesia esté hasta el final de los tiempos. “No prevalecerán dice, los ataques contra la Iglesia, no le ganarán. La Iglesia existirá hasta los finales de este tiempo de la tierra”.
Vamos a pedirle a nuestra Señora que nos llenemos de fe y que trabajemos siempre con ese orgullo santo de saber que Dios es el que hace las cosas, que nosotros no somos nada y que Él es el Señor de la historia. Y que si le dejamos, Él hará estos milagros del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento para traer siempre la luz a la humanidad.