Hoy comenzamos nuestra oración invocando a Nuestra Señora de Loreto, a la Virgen María en la advocación de Loreto y seguiremos meditando en este tiempo de Adviento.
Vamos a comenzar con unas palabras de la Carta de San Pablo de los Corintios que dice:
«Doy continuamente gracias a mi Dios por ustedes a causa de la gracia de Dios que les ha sido concedida en Cristo Jesús, porque en Él fueron enriquecidos en todo, con toda palabra y con toda ciencia»
(1Cor 1, 4-5 ).
Continúa el apóstol hablando, pero nosotros le agradecemos a Dios porque nos estamos preparando para volver a considerar, una vez más, esa riqueza infinita que hemos recibido con su presencia.
El Adviento justamente es un tiempo en el que queremos prepararnos para redescubrir en nosotros que Dios está presente en nuestra alma, cuando nos encontramos en amistad con Él. Por eso también podemos decir con el apóstol san Pablo, ahora les escribe a los romanos:
«Hermanos, compórtense reconociendo el momento en que viven, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe»
(Rom 13, 10-11).
Por tanto, a medida que van pasando los días del Adviento, le damos gracias a Dios también por esto, porque está más cerca de nosotros el encuentro con Cristo, la propia santidad. El amor al Señor ha ido creciendo cada día un poco más.
PAPA BENEDICTO
Como nos recordaba el Papa Benedicto en una de sus homilías de Adviento,
“el significado de esa expresión comprende también el de visitatio, que simplemente quiere decir ‘visita’; en este caso se trata de una visita de Dios: Él entra en mi vida y quiere dirigirse a mí”.
Entonces podemos pedirle a Dios que tengamos esa presencia permanente de la visita que Él hace a nuestra alma.
En realidad, Dios no tiene nuestro tiempo y está siempre con nosotros. El punto es que somos, a veces, cada uno los que no nos damos cuenta de esa presencia de Dios que nos quiere ayudar, que nos quiere proteger, que quiere potenciar todas nuestras capacidades y todos nuestros talentos para que amemos en cada momento la voluntad de Dios.
Por tanto, en este tiempo de Adviento queremos pedirte, Jesús, darnos cuenta a través de los sacramentos, darnos cuenta a través de la oración personal, darnos cuenta en cada momento de tu presencia, cuando estamos en la casa porque nos sirven las imágenes tuyas o de la Virgen María para recordar cuando estamos en la calle, porque todo en nuestro interior y el hecho de ver a otras personas nos puede ayudar a reconocer que Tú eres el Creador de todas las cosas y quieres hacerte presente en cada corazón.
DIOS SE HACE PRESENTE

En el trabajo, porque en el trabajo también queremos descubrir que Tú nos estás visitando personalmente en nuestro interior para que esa visita se expanda a otras personas, pero también nos estás visitando con el deseo de que hagamos un trabajo bien hecho, que significa realizar un trabajo por amor a Dios y por amor a los demás, con la perfección que nos sea posible en nuestras circunstancias humanas y terrenas, pero con la mayor perfección posible, porque eso nos lleva a un mayor amor.
El punto que también nos resalta el Papa Benedicto, es que
“en la vida cotidiana todos experimentamos que tenemos poco tiempo para el Señor y también poco tiempo para nosotros. Acabamos dejándonos absorber por el ‘hacer’”.
Y se pregunta el Papa y nos pregunta también a cada uno:
“¿No es verdad que con frecuencia es precisamente la actividad lo que nos domina, la sociedad con sus múltiples intereses lo que monopoliza nuestra atención? ¿No es verdad que se dedica mucho tiempo al ocio y a todo tipo de diversiones? A veces las cosas nos ‘arrollan’”.
PROTEGER NUESTROS TIEMPOS DE ORACIÓN
Y para muchos de nosotros en este fin de año, por lo menos en los países del hemisferio sur, estamos con tantas actividades. Y no queremos, Jesús, que las cosas nos arrollen, sino que sabemos que tenemos que realizarlas porque muchas veces es nuestro deber, pero las queremos realizar empapados de una presencia tuya, de que Tú nos estás viendo, de que Tú quieres, junto a nosotros, realizar esas actividades, amar trabajando, cuidar al prójimo.
Justamente por eso el Papa Benedicto también nos sugiere que
“El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte, nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia”.
Queremos pedirte, Jesús, también y queremos empeñarnos cada uno de nosotros en mantener unos tiempos de silencio, en proteger nuestros tiempos de oración, en aprovechar también de guardar silencio, por ejemplo, en los trayectos, aunque haya mucho ruido exterior, pero que no seamos nosotros los que aumentan el ruido exterior en cada uno para poder oír a Dios o al menos para poder estar con Él, disfrutar con Él, descansar en Él.
AGRADECER

Como también nos recuerda el Papa Benedicto, que el Adviento
“es una invitación a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos dirige (son gestos, son llamadas, son cariños, son caricias que Dios nos dirige), signos de su atención por cada uno de nosotros. ¡Cuán a menudo nos hace percibir Dios un poco de su amor!”
Ahora, al final del año, también queremos (y en el silencio interior de esta meditación, de esta conversación con Jesús) agradecerte, Señor, todos esos gestos de amor que has tenido a lo largo de este tiempo. No sólo esos gestos que nos parecen agradables o positivos, sino también esos gestos que nos han costado un poco interiormente. A través de ellos podemos también descubrir tantas cosas buenas, tantas cosas positivas para nuestra vida espiritual, para la vida del prójimo.
Y entonces podremos también acoger esta idea del Papa que dice que
“el Adviento nos invita y nos estimula a contemplar al Señor presente”.
Tú, Jesús, siempre estás presente en nuestro corazón para entender, para acoger las cosas alegres y también las penas y las dificultades. Y
“la certeza de su presencia, ¿no debería ayudarnos a ver el mundo de otra manera? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como una ‘visita’, como un modo en el que Él puede venir a nosotros y estar cerca de nosotros, en cualquier situación?”
(Celebración de las primeras vísperas de Adviento.
Homilía del santo Padre Benedicto XVI, 28 de noviembre de 2009)
Por tanto, aprovechemos estos días de Adviento, con cualquier dificultad que se nos presente por delante, con cualquier sufrimiento o pesadumbre, también para descubrir que hay algo grande detrás de lo que encontramos en nuestra vida.
SAN JOSEMARÍA
Con palabras de san Josemaría nos llenamos de esperanza, nos llenamos de confianza en Dios:
“Abrid los ojos y levantad la cabeza, porque vuestra redención se acerca hemos leído en el Evangelio. El tiempo de Adviento es tiempo de esperanza. Todo el panorama de nuestra vocación cristiana, esa unidad de vida que tiene como nervio la presencia de Dios, Padre nuestro, puede y debe ser una realidad diaria”.
Esta llamada a que vivamos en presencia de Dios, a que acojamos su querer, su voluntad con alegría, es lo más propio del Adviento, como María y José iban, muy pronto camino hacia Belén, sin saber, con la incertidumbre de lo que los esperaba, pero con una gran confianza en Dios, porque iban siempre en la presencia del Padre Celestial.
«Pídelo conmigo a nuestra Señora, imaginando cómo pasaría ella esos meses, en espera del Hijo que había de nacer. Y nuestra Señora, santa María, hará que seas alter Christus, ipse Christus, (que, en castellano, palabras latinas significa) otro Cristo, ¡el mismo Cristo!”
(San Josemaría. Es Cristo que pasa. Punto 11)
NUESTRA SEÑORA DE LORETO
Por tanto, en este día de Nuestra Señora de Loreto, también nosotros acudimos a ella, para que nos ayude a vivir un gran tiempo de Adviento. Para eso necesitamos la humildad de la Virgen, que siempre en vez de mirarse a sí misma, estaba siempre con los ojos de su alma, incluso de su cuerpo muchas veces seguramente, orientados hacia el Señor.
Le pedimos a ella que nosotros también, preparándonos para la Navidad, siempre llenos de fe, busquemos a Jesús, el Mesías anunciado por los profetas.
Y como dice el Concilio Vaticano II, ella precede, la Virgen, con su luz al peregrinante pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor. Que ella nos ilumine y nos acompañe, Nuestra Señora de Loreto en este tiempo de Adviento.



Deja una respuesta