DARLO TODO POR NOSOTROS
Hoy celebramos una fiesta que es relativamente nueva en la Iglesia, la fiesta de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia.
Es un título que la Virgen tiene desde hace mucho tiempo, desde los inicios. De hecho, en las Letanías encontramos esta invocación, desde hace muchos siglos.
Pero esta fiesta fue instituida y se puso aquí este lunes, justo después de Pentecostés, para unir la fiesta de la Santísima Virgen con el nacimiento de la Iglesia.
En la misa leeremos el Evangelio en que Jesús entrega su madre a San Juan, que es como el primer momento de la institución de la Iglesia.
El segundo ya lo contemplamos, será Pentecostés; pero el primero es éste estaba María junto con la otra María, la mujer de Cleofás, María Magdalena, san Juan.
«Y Jesús le dice primero a su madre: —Mujer, aquí tienes a tu hijo. Y luego dijo a su discípulo: —Ahí tienes a tu madre».
Después, leeremos el Evangelio, que Jesús dice:
«Tengo sed, todo está cumplido, y expira».
«Contemplamos a Jesús en la Cruz que lo ha dado todo por nosotros. Y a continuación, para asegurarse de que había fallecido ya, el centurión que cuidaba a Jesús toma una lanza, atraviesa su costado y de ahí sale sangre y agua».
DE AHÍ NACEN LOS SACRAMENTOS
La Iglesia, la tradición y la teología siempre han visto en ese costado abierto de Jesús del que sale sangre y agua, el nacimiento de la Iglesia.
Aquí se ve cómo nace el bautismo. Nace la Eucaristía. Nace también la confesión. Son esos sacramentos que purifican el corazón del hombre, que lo fortalecen, que nacen ahí del costado abierto de Jesús.
Y esos sacramentos son confiados a la Iglesia, y la Iglesia confiada a la Madre de Jesús, a María.
Del costado abierto de Jesús nace la Iglesia. Ese primer momento del nacimiento de esta comunidad cristiana, de la Esposa de Cristo, del Templo, del Espíritu Santo, de esa institución que es la comunidad cristiana que tiene como misión llevar a dar a conocer a Cristo y llevar a todos al Cielo.
El segundo momento de esta institución de la Iglesia lo celebramos ayer, Pentecostés.
Ese día el Espíritu Santo desciende sobre los apóstoles en forma de lenguas de fuego. Inspira a cada uno de ellos de nuevo la tradición de la Iglesia.
Aunque la Sagrada Escritura no nos lo dice, ha visto siempre como los apóstoles estaban congregados en torno a María y como María también habría recibido el Espíritu Santo, como Madre de todos los cristianos.
Si uno se fija en la iconografía cristiana, en los cuadros, en la escultura, etcétera, cuando se representa esta escena, casi siempre está ahí María en el centro, como madre que congrega.
EN TORNO A MARÍA
Pocos versículos antes, en el primer capítulo de los Hechos de los Apóstoles, se dice que los discípulos se reunían en torno a María, la madre de Jesús, para la fracción del pan, para la oración, para las limosnas. Pero en torno a María Santísima, Madre de la Iglesia.
La Iglesia tiene una madre. ¡Qué bonito esto que el Señor no nos haya querido dejar solos, no nos haya querido dejar abandonados, sino que envía al Espíritu Santo, asegura su protección!
«Yo voy a estar con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos».
Y nos deja a su madre, a María, Madre nuestra. ¡Gracias por quedarte con nosotros, gracias por habernos adoptado. Y gracias porque tú te aseguras de que la Iglesia permanezca! Tu Hijo nos da la gracia y tú también velas por nosotros.
Estos días el Papa nos ha estado pidiendo, sobre todo con ocasión de la fiesta de Pentecostés, que recemos por la unidad de la Iglesia. Y qué mejor día para rezar por esto que hoy: La fiesta de María, madre de la Iglesia.
El Papa León nos está diciendo que la Iglesia sea una. Haciendo eco de esas palabras de Jesús en la Última Cena en la que insistía a los apóstoles:
«Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que todos sean uno».
Que se unan en la Iglesia para ir hacia el mismo camino. La Iglesia es una sola. Formamos parte de distintas comunidades, de distintas instituciones, en distintos lugares, distintos países, distintas formas de ser.
UNIDOS EN LA IGLESIA
Sí, somos todos muy distintos, pero vamos yendo todos hacia lo mismo, hacia la felicidad verdadera, hacia el Señor.
“Jesús, que todos seamos uno”. “Madre nuestra, que todos seamos uno”. Te lo pedimos especialmente Virgen Santísima, Madre de todos nosotros.
Madre, la Iglesia, te pedimos por la unidad para que todos seamos uno y todos vayamos en este camino hacia el Cielo. Tú, Madre nuestra, siempre te has preocupado.
Tuve la suerte de poder conocer un lugar cerca de Roma, una ciudad que se llama Subiaco, donde muy cerca hay un monasterio benedictino. Subiaco, que era la ciudad natal de san Benito, y fue una de las primeras fundaciones de san Benito.
Este monasterio, que se llama El Sacro Speco, es un monasterio que una buena parte está clavada en la roca.
Uno entra por fuera y hay una construcción, pero entra a la Iglesia y las paredes son todas excavadas en la roca. Hay unos frescos muy bonitos que describen primero la vida de Jesús, después la vida de san Benito.
Y bajando por una escalera hay distintas imágenes de distintos santos, sobre todo italianos. De hecho, en una esquina hay un fresco que representa a san Francisco de Asís, que dicen que es el único retrato de san Francisco que se hizo en vida.
Pero bueno, entre esos frescos hay una imagen en el techo, que es muy conmovedora, porque aparece en nuestra Madre Santísima, la Virgen, con los brazos abiertos como en cruz, con su manto que cae.
BAJO SU MANTO: MAR ADENTRO
Y bajo ese manto se reúnen todo tipo de personas: el Papa, obispos, sacerdotes, religiosos, pero también una multitud de laicos, personas comunes y corrientes. Niños y ancianos. Jóvenes y viejos de todo tipo de personas que se refugian bajo el manto de María.
Y esa es la imagen de María, Madre de la Iglesia, Madre de Misericordia.
Ese es su manto poderoso que congrega, que reúne, que protege. Madre nuestra, protégenos. Únenos. Congrégamos bajo tu manto Santísimo.
Hay una canción de un grupo músical religioso chileno que se llama Misión País, que pide esto mismo a la Santísima Virgen.
La canción se llama Mar adentro y dice:
🎶Mar adentro contigo, Señor. Más alto y profundo.
Y bajo el manto de María en tu nombre, me haré al Mar.🎶
Bajo el manto de María, nos haremos al mar. Bajo el manto de María tendremos esa seguridad de que podremos llegar al Cielo, de que podremos luchar nosotros por vivir nuestra misión de alcanzar la santidad.
Si, pero la santidad la alcanzamos también en la Iglesia y con la Iglesia, o sea, bajo el manto de María en la Iglesia. Unidos en torno a ella y a nuestro Señor Jesucristo, vamos a poder cumplir nuestra misión.
Mar adentro al llevar ese mensaje de salvación. Señor, te pedimos que muchos conozcan la Iglesia y que vayamos juntos hacia Ti.
Madre nuestra, danos esa gracia de poder contagiar a otros con la alegría de ser parte de la Iglesia, con la alegría de haber encontrado a tu Hijo Jesucristo, en nuestro camino, pero que lo encontramos en esta comunidad de la Iglesia.
Santa María, Madre de todos los cristianos y Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.