Se preguntan en el evangelio de hoy, Jesús, por qué les hablabas en parábolas a la gente que se acercaba y les contestaste:
«A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del Reino de los Cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra; y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene»
(Mt 13, 10-12).
Estas últimas palabras del evangelio, Jesús,
«al que tiene se le dará y al que no tiene, aun lo que tiene, se le será quitado»,
las comenta Jacques Philippe en un libro que se llama “La confianza en Dios”, en el que habla un poco de las enseñanzas de santa Teresita de Lisieux.
Dice allí que podemos interpretar tus palabras, Jesús, de esta manera:
“Si tú reconoces lo que has recibido, si tú sabes agradecer lo hermoso y lo bueno que ya está presente en tu vida, recibirás todavía más. En cambio, si siempre estás descontento e insatisfecho, recibirás cada vez menos. No es culpa de Dios, ni de la vida lo que está mal, sino que eres tú quien se encierra inmerso en tu insatisfacción y amargura”.
Este hombre nos invita, de alguna manera, a reconocer con mucho agradecimiento todas las cosas que recibimos, todas las cosas buenas que hay en nuestra vida para, con esa actitud, una actitud distinta, una actitud de alegría, de reconocimiento, poder disponernos a recibir más y a valorar más.
VALORAR LAS GRACIAS DEL SEÑOR
Y como te decía, en ese libro está comentando las enseñanzas que dejó santa Teresita en sus escritos. En concreto citaba estas palabras de esa doctora de la Iglesia:
“Lo que más atrae las gracias del buen Dios es el reconocimiento, pues si le agradecemos un favor se emociona y se afana en hacer otros diez; y si se lo agradecemos incluso con la misma efusión, menuda multiplicación incalculable de gracias. Yo lo he experimentado. Probadlo y veréis. Mi gratitud no tiene límites por todo lo que Él me da y yo se lo demuestro de mil maneras”.
Ahí se ve el método de esta santa de descubrir, valorar las gracias del Señor, agradecerlas y disponerse a recibir más, que es una manera de humildad, de ver que es el Señor quien nos bendice, quien nos regala, quien nos cuida.
Y no tanto porque nos merezcamos todo lo bueno que Él nos da, porque sea un logro nuestro, nuestro mérito, sino porque Él es bueno, porque Él es Padre. Esa es una realidad muy profunda. Si lo pensamos, quién nos dio la vida, lo que dice san Pablo:
«Qué tienes que no hayas recibido»
(1Cor 4, 7).
También es fácil ver (que nos puede pasar) cómo es posible caer en la actitud contraria: quejarse de todo, pensar que uno merece todo, que todo me lo deben, que deberían considerarme más, ¿por qué me pasa esto a mí? ¿Por qué no se da esta otra cosa?…
¿QUÉ TENEMOS QUE AGRADECER?
Como decía este autor espiritual, no hay que echarles la culpa a las cosas malas, al mundo, sino por ahí es uno mismo que tiene una actitud que solamente subraya y se fija en lo que no es como le gusta, en lo negativo.
Es una actitud poco agradecida ante Dios y que encima se predispone poco a recibir nuevas gracias, nuevos dones y se puede cumplir esto de que
«al que no tiene hasta se le quitará lo que tiene»,
va a tener cada vez menos.
Ahora haciendo nuestra oración, Señor, pensaba también en, para agradecer, ¿qué tenemos que agradecer?
Hay algo que leía en estos días de la Encíclica Dilexit Nos, que escribió el Papa Francisco, la que nos habla justamente de cómo Dios nos amó y cómo ese amor ha querido manifestarse en el corazón de su Hijo, de Dios, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, vos Jesús que, sos el Dios hecho Hombre y que querés manifestarnos y mostrarnos el amor que Dios nos tiene. Y que llevará a san Juan a decir:
«nosotros hemos conocido, hemos creído en el amor que Dios nos tiene»
(1Jn 4, 16).
SANTA MARGARITA ALACOQUE
El Papa, en esa Encíclica, nos muestra cómo ese amor se ha desbordado y se ha volcado, de alguna manera, en nosotros, desde el corazón de Cristo atravesado por una lanza en la Cruz.
Porque en tu cruz, Señor, vemos cuánto nos querés y cuánto me querés. Además de pasajes del Evangelio muy lindos que se refieren a esto y que dan para detenerse a considerarlo y meditar, también habla de revelaciones particulares.
Por ejemplo, dice en esa Encíclica, cómo santa Margarita de Alacoque dice que tuvo apariciones tuyas Señor, en las que le transmitiste de alguna manera un mensaje para que ella difundiera. Vos Jesús le decís en una de ellas:
“Mi Divino Corazón está tan apasionado de Amor por los hombres y por ti en particular, que no pudiendo ya contener en sí mismo las llamas de su caridad ardiente, le es preciso comunicarlas por tu medio y manifestarse a todos para enriquecerlos con los preciosos tesoros que te descubro”
(Santa Margarita María. Primera revelación. 27 diciembre 1673).
¿TENGO ESA DISPOSICIÓN DE AGRADECIMIENTO?
Hoy podríamos, aprovechando este evangelio, pensar si yo me siento uno de esos bienaventurados a los que se le ha revelado el Reino, que ha recibido mucho. Y si tengo de esa disposición de agradecimiento en mi vida de sentirme una persona tan afortunada porque te conozco Jesús, porque sé quién soy, para qué existo, porque encuentro esas verdades en Vos.
Si me sé amado, si reconozco y agradezco tu amor y me creo que también a mí me dirías que tu Corazón está tan encendido, como le decías a esta santa: “tan apasionado de amor por los hombres y en particular por mí”, que no cabe, que es como una catarata que se desborda.
Y si no me lo creo, si esa verdad no es tan fundamental en mi vida, si no me lleva a tener una actitud habitual de agradecimiento, quizá podemos ahora meditarlo y hacer un acto de fe:
“Señor yo creo que vos viniste para salvarnos y en concreto para encontrarme a mí, para buscarme a mí, para llevarme al Cielo, para tener una relación conmigo.
Yo creo que te hayas hecho Hombre, que hayas vivido una vida en la tierra, que hayas enseñado, que te hayas quedado en la Eucaristía. Y todo lo que encuentro en el evangelio que hiciste, lo hiciste por mí, para que podamos tener una relación de amistad y me pueda llevar al Cielo”.
CREER, ELEGIR Y CREER
Quizás hacer esos actos de fe. ¿Qué es fe? Es querer creer, elegir y creer, nos lleva a esta actitud de ser de los que viven agradecidos y se disponen a recibir más de un Dios tan bueno, un Dios tan grande que nos quiere colmar de bendiciones.
Vamos a pedirle a nuestra Madre que ella nos ayude a tener esa actitud humilde que reconoce las grandezas que Dios ha hecho en ella. Así dice María,
«ha hecho en mí grandes cosas»
(Lc 1, 49).
Que podamos, Madre nuestra también nosotros, no dejar de admirarnos por este gran misterio de un Dios que es amor, un Dios que se ha hecho cercano, que nos quiere personalmente y que vivamos esa realidad, tanto que la podamos transmitir con una vida de alabanza, de agradecimiento y también de ser testigos ante los demás, del amor que Dios nos tiene.