Él se dejó matar y permanece preso en el Sagrario por amor. Nunca se ha ido y quiere llevarnos con Él. Somos sus hijos, creados con amor infinito. Aunque seamos débiles y a veces pequemos, Él no deja de querernos. Confía en nosotros, somos sus amigos. No nos juzga, solo nos acepta.
Este escrito está inspirado en la amistad. Uno de los regalos más valiosos que he recibido de Dios han sido los amigos, a veces son años de cuidar y procurar el bien mutuo, y a veces la amistad está en personas que se presentan una sola vez en la vida; con un gesto, una corta conversación, una oración oportuna, nos marcan para siempre porque con sus actos reflejan el significado del amor.
Y es que a veces el eco de una palabra de consuelo es tan fuerte que no tiene fin. Lo que yo hago y podría servir para quien no sabe cómo agradecer esas bondades es rezar por ellos cuando los recuerdo; sé que es muy difícil volver a coincidir, porque muchas veces no sé ni su nombre, pero deseo que estén bien, que se sientan amados por la gente que los rodea.
NATURALEZA DE AMISTAD
Llevamos el amor dentro, porque por él fuimos creados. A unos les sale fácil darlo; a otros, no tanto. Sin embargo, todos podemos cultivarlo cada día: practicando compasión, misericordia, empatía. Podemos convivir, comprender, perdonar, ser recíprocos con quienes nos aman y poner más amor donde no hay amor, porque Jesús lo hace con nosotros. Devolver tanta misericordia retribuyendo con amor los actos que tienen otras personas para nosotros, sean buenos o malos, porque eso es lo que haría Jesús.
Y es que el bien se multiplica y eso nos llena y abriga el alma. Cuando hacemos el bien, no solo nos volvemos mejores seres humanos, sino que empezamos a estar rodeados de gente que está dispuesta a muchas cosas por nosotros. Aunque no esperemos recompensa aquí en la Tierra, es muy gratificante sentirse querido, ver que una sonrisa, un abrazo, un gracias lo paga todo.
Por naturaleza tenemos la necesidad de compartir nuestra vida, nuestras soledades, miedos, alegrías. Para que lo triste sea llevadero y para que la felicidad se contagie a más personas. Somos seres sociales y estamos para vivir en comunidad. Dios no nos ha creado para que estemos solos, no quiere que seamos individualistas. Nos mandó a andar de dos en dos, y a evangelizar de esa manera. Jesús nos enseña que debemos cuidarnos entre nosotros. Lo vemos poniendo su atención en cada uno, y a cada instante nos da muestras de cariño para que estemos bien y hagamos lo mismo.
Él quiere que compartamos lo bueno con otras personas, quiere que tengamos amigos, quiere que descubramos nuestro lugar en la Tierra. Por eso nos pone a la persona correcta que nos llevará al cielo, sin que siquiera nos demos cuenta. Cabe recalcar que tras ese acontecimiento está la oración de alguien que nos quiere o quizá nuestra propia petición, porque a Jesús solo hay que pedirle.
Sabemos que Él es muy creativo y pone los escenarios más insospechados para que cuando estemos preparados, nuestros sueños se hagan realidad. También pone a prueba nuestra docilidad: si aceptamos su bondad, seremos felices; si dejamos de luchar contra lo que pasa (porque a veces no entendemos o no estamos de acuerdo), veremos pronto para qué lo ha permitido. Y seguirá siendo bueno para nosotros. Porque Dios sabe más.
LABORES DEL AMIGO
Jesús se comunica con nosotros, siempre. Por ejemplo, mediante un amigo que nos quiere y nos enseña cosas: desde lo más pequeño, como las reglas de un juego; hasta lo más grande, como amar o vivir con sabiduría. Esto me trae a la mente un libro: El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry.
En un pasaje de la historia, dos seres totalmente diferentes, el Principito y el zorro, se encuentran, buscan ser amigos y conversar. Por un lado, el Principito necesitaba la cercanía de alguien y le dice: “ven a jugar conmigo, estoy muy solo y triste”. Por otro lado, el zorro, que en un principio solo miraba de lejos y pensaba que el hombre era su enemigo y estaba hecho nada más para cazar y criar gallinas, le dice: “no podemos ser amigos si no estoy domesticado. ¡Domestícame!”. El Principito le pregunta: “¿qué es domesticar?” “Domesticar es crear lazos» le responde el zorro. Y así hacen un pacto, acuerdan irse tratando de a poco, y con el tiempo llegan a quererse tanto que generan un sentimiento muy fuerte y emotivo.
El análisis del mensaje puede ser muy profundo; pero me quedaré con lo más superficial, aunque igualmente hermoso: cuando conocemos a alguien, esa persona es igual a todos; si le damos el tiempo necesario, y le vemos con el corazón —yo diría también si le vemos con corazón, si vemos que tiene sentimientos, anécdotas y enseñanzas que compartir— se convierte en alguien único en el mundo.
Así como estos dos personajes de fantasía, que nos enseñan el significado de la amistad y cómo hacer amigos, así vamos aprendiendo a amar cotidianamente, a aceptar a un ser diferente en nuestras vidas, a identificar quién nos hace bien. Pero no solo se trata de vivir mejor en este mundo, en este plano terrenal. Lo he dicho en otras ocasiones y lo sabemos de la promesa del Padre: la vida humana no es eterna, solo es un momento de aprendizaje y preparación para la vida en el cielo, que es la que Él nos prometió. Así que la función más importante del buen amigo, del familiar, del esposo o del novio, es la de llevarnos de la mano al cielo.
Este buen amigo, familiar, esposo, novio, siente la necesidad de vernos, de compartir tiempo con nosotros, llora con nuestras penas, y luego de instantes ríe y nos recuerda que hemos salido de peores situaciones que ahora solo son anécdotas, que finalmente no fueron tan terribles como parecían en esos momentos tristes. Lo más noble de sus actos es que el único pago que nos piden por el tiempo que nos dan es vernos felices y terminar cualquier encuentro con un abrazo, una sonrisa, habiendo sumado una más a nuestras invaluables experiencias compartidas. Ellos nos impulsan y alientan a seguir siempre; a reírnos de nosotros mismos y a continuar con buena actitud.
Pero también nos dicen las cosas tal y como son, nos enseñan con su propia vida y errores a vivir sin rompernos tanto, porque ya pasaron por algo parecido y no quieren lo mismo para nosotros. Nos hablan a veces un poco duro. Y con esto recuerdo a San Agustín en una de sus tantas enseñanzas: “No siempre el que es indulgente con nosotros es nuestro amigo, ni el que castiga es nuestro enemigo. Mejor las heridas del amigo, que los besos tramposos del enemigo. Mejor amar con severidad que engañar con dulzura”. Todo esto porque a veces necesitamos despertar, necesitamos del sacudón que nos ayuda a madurar.
NUESTRA AMIGA, MARÍA
Los que procuran nuestro bien siempre están mientras trabajamos, mientras descansamos, mientras gozamos y mientras padecemos. No siempre los podemos ver, pero se encuentran en nuestras mentes y en nuestros corazones por las cosas que han compartido con nosotros a lo largo de nuestras vidas.
Un ejemplo de ello, de una buena amiga que nos ama profundamente y nos cuida en la Tierra, es María, la madre de Jesús y también nuestra madre: ella está siempre pendiente de nuestros pasos, es nuestra intercesora más influyente, nos ayudará a obtener las mejores gracias y más grandes. Durante el día pedimos muchas cosas pequeñas, pero podríamos en esta ocasión ambicionar un poco más, hacer buenas obras y pedir la vida eterna. Justamente será ella quien nos ayude a ver esas oportunidades de colarnos hasta en el último momento, como ese buen ladrón que se robó el cielo.
FIDELIDAD Y AMISTAD
Lo había dicho antes: Jesús nunca se marcha. ¿Te ha pasado que tienes amigos que se van y regresan? Me ha pasado con algunas personas que quiero. El carácter impetuoso les lleva a tomar decisiones que los alejan. Esos acontecimientos me sirven para analizarme y corregirme si es preciso o simplemente esperar que regresen, si no depende de mí. Es posible que lo hagan si la amistad es sincera ya que sobrepasará cualquier malentendido, desacuerdo, o cosas propias de carácter.
Pero Jesús no se va, y nos pide que sigamos su ejemplo: estar cuando otros nos necesitan y sin llevar la cuenta de las faltas que han cometido. Nos pide que cuidemos de nosotros para poder cuidar a los demás.
Así como los amigos que se han ido, nosotros también nos hemos alejado de Dios en innumerables veces; pese a lo cual Él nos muestra con sus continuos cuidados que siempre está, no mira desplante alguno. Si queremos retribuir ese amor infinito, nosotros que amamos medianamente podríamos intentar ser piadosos con el resto de la gente y con nosotros mismos, para devolver algo de esas bondades divinas.
Jesús es el ejemplo de amigo más fiel y generoso que jamás podríamos tener: sufre y muestra humildad, no se rebela. Es hombre verdadero y sabe cómo sentimos los seres humanos, se identifica con cada uno, no se cansa de escuchar; le interesa tus alegrías, tus éxitos, tus apuros, tu dolor, tu fracaso. Su corazón humano se hizo evidente muchas veces, como cuando lloró por la muerte de su amigo Lázaro.
AMIGOS CONCRETOS
Cuando me propusieron escoger el tema de este mes, pensé enseguida en el de la amistad. Creo que mis ojos se iluminaron como los de los enamorados que mueren de amor. No hay amor más fiel, puro y comprometido como el de aquel que no espera nada a cambio.
Yo me emocioné tanto porque he encontrado mucho de ese cariño a lo largo de mi vida y solo puedo decir cosas buenas de mis amigos, quienes me han brindado ese afecto: mi deseo más grande es verlos en el Cielo, ir todos juntos. Yo haré lo que de mí dependa para llevarme a unos cuantos.
La certeza que puedo dar a la gente que se queda es que estaré bien y que estaré feliz para siempre. Por ahora vivo enamorada de la vida y dando mi amor eterno principalmente al que murió por nosotros en la cruz. Con ese amor va mi promesa de que haré que su sacrificio no sea en vano.
No quiero terminar sin mencionar a alguien muy especial que me mostró que el camino que llevo ahora no es fácil, pero sí es el camino correcto al Paraíso. Dueño de una gran sabiduría, bondad, buen ánimo y creador de hermosos e innumerables proyectos para la obra de Dios.
Debo decirle que no ha perdido ni un solo minuto de su tiempo. Gracias, porque tuvo el acierto de poner también a otras personas a mi servicio en el momento adecuado. Inspiró mi vida cien por ciento enviado por Dios: pedí una luz por algún tiempo y me la dió en él. Su guía me ayudó a ser lo que soy, su instrucción a saber lo que sé, su oración es quien me mantiene en el camino.
Todo se transformó en gratitud y ahora soy yo quien sirve. Gracias por estar aún sacrificando su descanso, a veces sabrá que no es más que alguna de mis tonterías sin trascendencia, pero no se niega a hablar.
Me enseñó la ternura de Dios y que con dulzura, a través de una simple sonrisa, puedo atraer a mucha gente; me enseñó a no compararme con nadie, a ser auténtica, a saber que no existe un siempre o un nunca inquebrantables en las cosas de la humanidad. Así logré no juzgar a las personas y aceptar que tenemos derecho a equivocarnos y aprender permanentemente. Gracias principalmente por ayudarme a cumplir mi promesa a Dios de amar más a mi familia, de ser un mejor ser humano.
Ya he celebrado en su presencia y por su bondad muchas cosas invaluables. Gracias por no irse, la paciencia y calma que me da escuchar su voz no tiene precio porque en ella escucho a Dios. Gracias siempre por darme ánimo y por la sonrisa sincera; las pláticas con tanto eco de los primeros años aún siguen resonando en mí. ¡Gracias por domesticarme!
Así como yo soy tan feliz con esta divina amistad y con todos los que están en mi vida, sé que cada uno tiene mucha gente tan valiosa como la mía y que les hacen la vida muy agradable. Por eso y mientras podamos, agradezcamos a Dios por esos magníficos regalos.
Aprendamos de Él todo, pero principalmente la coherencia, para que la vida no nos sorprenda viejos, amargados y solos; sino rodeados de esa amistad tan preciosa que no puede ser otra cosa que un don y un bálsamo enviado por Dios.
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