ESCUCHA LA MEDITACIÓN

¿QUÉ TE IMPORTA?

Jesús para en seco a Pedro (y a nosotros) en cuanto a husmear en la vida de los otros. En cambio, le invita a un encuentro personal con Él. Ve al encuentro de Jesús. A través de las Sagradas Escrituras, a través de la Tradición viva de la Iglesia. A través del Papa, siempre Pedro.

El pasaje del Evangelio de san Juan que leemos en la Misa de hoy es justo el final, las últimas palabras.

Jesús ha resucitado y ha tenido lugar la segunda pesca milagrosa. Han almorzado pescado y pan, luego Jesús ha tomado a Pedro y le ha confiado el primado en la Iglesia. Van caminando a la orilla del lago y es entonces que

“se volvió Pedro y vio que lo seguía aquel discípulo que Jesús amaba, el que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» Y Pedro, al verlo, le dijo a Jesús: — Señor, ¿y éste qué?
Jesús le respondió: — Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme.”

(Jn 21, 20-22).

Primero me quería detener en esta pregunta de Pedro y en la respuesta de Jesús. Pedro pregunta qué será de Juan y Jesús le responde: “¿qué te importa?” o, lo que es lo mismo: ¿a ti qué?

¡Qué humano es Pedro! Porque resulta que así somos muchas veces: entrometidos, metiches, shutes, meterete, mezuca o como le digan en tu país.

Por favor: no andemos metiendo las narices donde no nos corresponde. Jesús para en seco al mismo Pedro, al primer Papa de la historia. Y, por favor, no anden preguntando a un sacerdote cosas de otras personas. A mí eso me sorprende.

Los sacerdotes cuidamos mucho el silencio de oficio. Es mejor que nos quedemos callados. No solo de las cosas que escuchamos en confesión (que si llegáramos a hablar de eso seríamos excomulgados) sino también de las intimidades que la gente nos puede compartir en busca de consejo, o lo que hemos llegado a saber por nuestro oficio.

Entiendo que mucha gente no lo hace con ninguna mala intención, pero vale la pena recordar que hay que cuidar a nuestros sacerdotes.

ENCUENTRO PERSONAL CON CRISTO

¿Qué te importa? Tú a tu vida. Deja a los demás en paz. En todo caso, reza por ellos.
Deja en paz a los demás y pregúntale a Dios sobre ti mismo.

«¿A ti, qué? ¡Tú, sígueme!

Con estas dos palabras finaliza la historia de Simón Pedro en el Evangelio. (…) Pronto comenzará la segunda parte de su vida; bajo su dirección la Iglesia, continuadora de Cristo, iniciará la conquista del mundo. Todo el programa del Jefe de la Iglesia, así como todo el secreto de su vida interior se resume en dos palabras: “¡Tú, sígueme!”. (…)

¿Qué te importan los demás? Se trata de ti, que te he escogido, salvado, tomado y que te guardo. Tú, Pedro, sígueme. A Mí, al que tú amas, a Aquél cuya verdadera naturaleza conoces, Hijo de Dios, convertido en Hijo del hombre, Redentor de todos los hombres, de quienes quiero hacer hijos de Dios.

¡Tú, conmigo! Puesto que no estás solo, ya no sucumbirás más. Cuando hables dirás lo que pienso y lo que quiero. Cuando sufras te conservaré en paz. “¡Tú y Yo!”. Dios ya no es invisible y lejano para el hombre, me he acercado a ustedes, he habitado entre ustedes y gracias a ti todos los hombres podrán vivir de Mí.

Yo soy tu ley, tu fortaleza, tu recompensa, y tú eres la esperanza de Dios sobre los hombres. Entre tú y Yo estará la Iglesia y todos los hombres podrán ser salvados”

(Simón Pedro, Georges Chevrot).

O sea, se trata de un encuentro personal con Cristo. No andar husmeando en lo que los demás tienen que hacer, sino encontrarme yo mismo con Cristo y seguirlo, con todo lo que eso implica: ¡Tú, sígueme!

Así se lo planteó Jesús a Pedro y así nos lo plantea a ti y a mí.

PEDRO

San Pedro

Aunque la respuesta de Jesús dio lugar a que muchos pensaran en qué iba a ser de Juan.

«Porque Jesús le respondió: — Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? (…)

Por eso surgió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: «Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?»»

(Jn 21, 23).

San Juan no iba a ser eterno. Es cierto que habían intentado matarlo y no moría… eso sucedió en Roma. Acabaron por desterrarlo porque ya no sabían qué hacer con él. Pero Juan acabó muriendo de viejo. De todos modos, aunque siguiera vivo el día de hoy, eso no sería lo importante. Porque la gente iba a voltear a ver a “Pedro”.

Hoy el Papa León XIV. Ayer Francisco o Benedicto XVI o san Juan Pablo II y mañana quien venga. Pero vivimos en presente. También en estas cosas.

Ayer, hoy y mañana: Pedro.

Es más: “tras la muerte del apóstol Pedro, en el 64, le sucedieron Lino y Cleto, y en el 87-88 el papa Clemente. Su papado tuvo gran importancia porque, además de ser obispo de Roma, quedó en claro que era obispo del Orbe entero. El hecho fue así: durante el reinado del emperador Domiciano surgieron disputas internas en la iglesia de Corinto, y los católicos de aquella ciudad lejana, para definir quién tenía razón, acudieron a Clemente, el obispo de Roma. En aquel entonces aún vivía el apóstol san Juan, en Éfeso, pero los católicos de Corinto, en lugar de acudir a este gran apóstol, manifestaron que quien debía resolver la cuestión era el obispo de la Urbe (Roma) y del Orbe, es decir, el sucesor de Pedro” (cfr. En presencia de Dios, noviembre, Pedro Josemaría Chiesa).

Siempre Pedro.

LAS SAGRADAS ESCRITURAS

Meditar con las Escrituras

Juan es el que escribe el Evangelio que estamos leyendo, y lo escribe sin pelos en la lengua. Transmitiéndonos todas estas cosas. Seguro que lo que quería era que cada uno de nosotros, tú y yo, tuviéramos nuestro encuentro personal con Cristo.

Y a Jesús nos lo encontramos en la Iglesia (en la sagrada Tradición de la Iglesia) y en la Sagrada Escritura.

Por eso termina diciendo san Juan:

“Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús y que, si se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir.”

(Jn 21, 24-25).

Y es que

“quien se acerca al Evangelio no se acerca a un conjunto de letras que conforman un libro más o menos hermoso. Se acerca a una fuente viva y eterna, que mana en abundancia el agua de esos sentimientos divinos y humanos. Un mismo pasaje, un mismo versículo, puede leerse en oración cientos de miles de veces, y encontrar en cada lectura una luz nueva, un nuevo sentido, un aire fresco jamás respirado. Esto no sucede en ningún otro libro de los muchos que han sido escritos por la mano del hombre. Después de dos mil años, los evangelios son tan nuevos e inexplorados como siempre. Por eso, ¡qué gran desperdicio es acercarse a ellos con mero afán de lectura! Es preciso aproximarse a esa fuente con sed de vida. Quien así se acerque, encontrará esa vida y vivirá para siempre”

(Cristo en su pasión, José-Fernando Rey Ballesteros).

Jesús sigue vivo. Sigues vivo Señor. Nos sigues hablando. Nos sigues saliendo al encuentro. La riqueza del Evangelio es inagotable. Pero también la riqueza de la acción de Jesucristo a lo largo de la historia es inagotable. Por eso si se escribieran todas las cosas que ha hecho

“(…) pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir.”

(Jn 21, 25).

Ve al encuentro de Jesús. A través de las Sagradas Escrituras, a través de la Tradición viva de la Iglesia. A través del Papa, siempre Pedro. Y cuando te encuentres con Él, seguro te encontrarás con su Madre.


Citas Utilizadas

Hch 28, 16-20.30-31

Sal 10

Jn 21, 20-25

Reflexiones

Gracias, Señor, por las Sagradas Escrituras, la Iglesia, el Papa y nuestra santísima Madre que nos ayudan a tener este encuentro personal Contigo.

Predicado por:

P. Federico

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