El video que inspira este escrito me conmovió profundamente: “¡No tengáis miedo de mirarlo a Él! Mirad al Señor”. En esas frases encuentro un eco a mis propios miedos y dudas, y al mismo tiempo, una respuesta clara: mirar a Cristo es el camino para vencer el temor.
San Juan Pablo II no hablaba desde la teoría, sino desde la experiencia. Vivió guerras, vio morir a su familia, sufrió un atentado, convivió con la enfermedad. Y aun así, su lema constante fue este: “No tengan miedo”.
El Evangelio nos lo confirma:
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41,10).
Cuando el miedo me visita —al futuro, a la enfermedad, al rechazo, a no ser suficiente— estas palabras de Isaías se unen a las de san Juan Pablo II y me recuerdan que no estoy sola: Cristo es mi fortaleza.
Vivir sin miedo como cristianos
Decir “no tengo miedo” no significa que nunca lo sienta, sino que decido caminar con fe a pesar de él. Y ahí está la verdadera valentía cristiana.
San Juan Pablo II nos invita a vivir nuestra fe sin escondernos, sin tibiezas, sin temor al qué dirán. Hoy más que nunca necesitamos recordar que ser cristianos es un regalo y también una misión.
Que podemos hacer para confiar plenamente
a) Libertad interior
Jesús nos enseñó:
“En el mundo tendrán aflicción, pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo” (Juan 16,33).
La victoria de Cristo me libera. Aunque los problemas sigan ahí, mi corazón encuentra paz en su presencia. Y esa libertad interior es la que me permite no rendirme, no retroceder, no encerrarme en la tristeza.
b) Testimonio valiente
San Juan Pablo II nos mostró que vivir sin miedo también significa ser testigos de la verdad. Cuando perdonó al hombre que intentó matarlo, nos enseñó que el amor es más fuerte que el odio.
Jesús mismo nos lo había advertido:
“Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Alegraos y regocijaos, porque grande es vuestra recompensa en los cielos” (Mateo 5,11-12).
El testimonio cristiano puede incomodar, pero no debemos callar nuestra fe. Vivir como cristianos, incluso en un mundo que a veces se burla de la fe, es un acto de esperanza.
c) Entrega y confianza
El “no tengan miedo” de María en la Anunciación es el primer eco del que habló san Juan Pablo II. Ella confió y se entregó, aun sin entender todo. Y yo también quiero aprender de esa confianza.
“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?” (Salmo 27,1).
Cada vez que entrego mis miedos a Dios, siento que el peso se aligera. En Él descubro que su voluntad es siempre más grande que mis planes, y que confiar en Él me da paz.
Caminos concretos para no tener miedo hoy
Quiero compartir algunos pasos sencillos que me ayudan en mi camino de fe y que quizás puedan ayudarte también:
- Mirar a Cristo cada día: detenerme unos minutos frente al Sagrario, al crucifijo, o en la intimidad de mi oración y repetir: “Jesús, confío en Ti”.
- Dar pequeños pasos valientes: perdonar una herida, hablar de mi fe sin vergüenza, defender lo que es justo, aunque cueste.
- Vivir en comunidad: rodearme de personas que también creen, que me sostienen con su oración y su testimonio.
- Invocar al Espíritu Santo: cada mañana pedir su fuerza. Él es el verdadero Consolador que vence mi debilidad.
- Recordar a los santos: san Juan Pablo II, san Francisco, santa Teresa… todos tuvieron miedos, pero los enfrentaron desde la fe. Si ellos pudieron, yo también puedo.
- Confiar en la Providencia: entregar cada día a Dios, aun lo que no entiendo, y decir: “Señor, en tus manos pongo mi vida”.
El miedo nunca desaparecerá por completo. Pero cada vez que decido mirar a Jesús en lugar de mirar mis temores, algo cambia dentro de mí.
No tengo miedo, porque Tú estás conmigo
San Juan Pablo II me recuerda que no puedo dejar que el miedo gobierne mi vida. Si quiero vivir como cristiana auténtica, debo confiar, entregarme y abrir las puertas de par en par a Cristo.
Hoy quiero hacer mías sus palabras y repetirlas desde lo profundo de mi corazón:
“¡No tengan miedo! Abran de par en par las puertas a Cristo.”
Y con el salmista proclamar:
“Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan” (Salmo 23,4).
Te invita a hacer la siguiente oración cuando sientas miedo:
“Señor Jesús, gracias porque me invitas a vivir sin miedo. Dame un corazón confiado, lleno de fe, capaz de amar aun en medio de las pruebas. Que nunca me avergüence de ser cristiana, sino que con valentía anuncie tu Nombre. Amén.”
Deja una respuesta