San Juan Pablo II inspirado en su devoción por el rezo del rosario, escribió una encíclica (ROSARIUM VIRGINIS MARIAE, ROSARIO DE LA VIRGEN MARÍA), declaró el año del Santo Rosario ( oct 2002-oct 2003) e incorporó cinco nuevos misterios, a los que denominó Misterios Luminosos. En este artículo trataremos de analizar por qué y para qué nos compartió esta “novedad”.
EL SANTO ROSARIO EN NUESTROS TIEMPOS
El Santo Rosario es una profunda llamada para reflexionar sobre los aspectos más relevantes del Evangelio.
Su difusión y práctica ha sido una constante en la vida de numerosos santos, y ha recibido el impulso del Magisterio de la Iglesia.
Pese a todo ello pareciera que todavía hoy, en el Tercer Milenio, somos muchos los que no hemos logrado captar la potencia real de esta maravillosa oración.
La situación la identificó con claridad San Juan Pablo II, en su Encíclica ROSARIUM VIRGINIS MARIAE, cuando nos recordó la “ urgencia de afrontar una cierta crisis de esta oración”.
Tal vez por las prisas del mundo moderno que nos han ido robando el espacio para orar; tal vez porque muchos lo consideran una repetición vacía de fórmulas; tal vez por la falta de comprensión cabal de los profundos anuncios que nos trae, algunos hemos relegado esta maravillosa “tradición de la contemplación cristiana”.
Con la gracia del Espíritu Santo y movido por su devoción al Rosario, Juan Pablo II nos invitó a recordar que los prodigios del Señor no pertenecen sólo al pasado ni los vivieron únicamente los testigos directos, pues su gracia sigue obrando en los hombres de todas las épocas.
Por eso, nos animó a contemplar los hechos luminosos que forman parte de nuestra herencia como seguidores de un Dios vivo.
SAN JUAN PABLO II: “EL ROSARIO ES MI ORACIÓN PREFERIDA”
Recordamos las palabras de este santo moderno, quien expresó con profunda convicción: “El Rosario es mi oración preferida”.
Según confiesa en la misma Encíclica: “…Esta oración ha tenido un puesto importante en mi vida espiritual desde mis años jóvenes…El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo…”
Qué valor tan grande tienen sus palabras, cuando pensamos que fue un joven polaco que creció en un entorno desfavorable; sufrió guerra y persecución; más tarde lidió con las ocupaciones propias de un Sumo Pontífice; y, sobre todo enfrentó muchos retos en su labor apostólica.
A pesar de todo lo dicho, él confiesa con la misma sencillez que cualquiera de nosotros, que encontró consuelo gracias a esta oración, la cual resume “la verdadera introducción a la profundidad del Corazón de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria.”
…MÁS LUZ PARA EL ROSARIO
San Juan Pablo II nos dejó un verdadero legado de su pontificado al renovar su oración predilecta con nueva luz e incorporar cinco misterios que llamó Misterios Luminosos.
Cristo es la Luz del Mundo, por ello esta nueva mirada a su vida pública nos lleva de la mano por un recorrido de los hechos más notables de la vida de Jesús, en su paso por este mundo.
Una mirada humana a lo divino, porque “…Quien contempla a Cristo recorriendo las etapas de su vida, descubre también en Él la verdad sobre el hombre…”.
Una demostración de que algunas de nuestras propias situaciones humanas se encuentran reflejadas en estas nuevas escenas luminosas de la vida de nuestro Señor; pues quién de nosotros no se siente identificado con un bautismo; con una boda o con el apuro de tener que auxiliar a unos novios.
Nosotros, caminantes en un mundo lleno de angustias y penurias, necesitábamos contemplar nuestra propia existencia a través del cristal luminoso de Jesús.
Juan Pablo II lo sabía. Por eso nos retrató un Cristo tan de carne y hueso en algunas escenas: bautismo, bodas de Caná; y, tan divino en otras: Transfiguración, Institución de la Eucaristía.
Con ello, nos deja un mensaje del doble sentido que debemos nosotros también otorgar a nuestras vidas, como diría San Juan Bosco, en una frase preciosa luego retomada por el Papa Benedicto XVI, “caminar con los pies en la tierra y la mirada puesta en el cielo”.
¿QUÉ HAREMOS CON ESTA NUEVA LUZ?
Con esta “novedad” de darle una mirada luminosa al Santo Rosario, Juan Pablo II quiso dejar en nuestro tiempo una invitación al pueblo cristiano a contemplar a Cristo con María, y a “descubrir su misterio en el camino ordinario y doloroso de su humanidad”, para poder algún día experimentar el amor del Padre y gozar la alegría del Espíritu Santo.
Nos corresponde a cada uno darle significado a nuestras vidas a través de la luz de Cristo, mediante la contemplación de los misterios que repasan su mensaje, sostenidos de la mano de su Madre.
Animémonos a hacer nuestras estas palabras de este Papa Santo: «El Rosario es mi oración preferida”.

