UN SOLO DIOS
“Hay un solo Dios, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”.
Me podría ya quedar en silencio y que cada uno medite por su cuenta: “Un solo Dios, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”…
¿Y quién hace esto posible? … El Espíritu Santo, que habita en nosotros.
Jesús, gracias por darnos la fe, gracias por hacernos creyentes y así sostienes y gobiernas la Iglesia con la unidad.
¡Qué maravilla, cuando vemos por ejemplo al Papa rodeado de decenas, centenares, miles de personas!
Por ejemplo en la plaza de San Pedro, en las visitas pastorales o en las jornadas mundiales de la juventud, esas reuniones de fieles junto a un mismo pastor.
EN CLASE DE INGENIERÍA
Y siempre que hablo de unidad, que es el tema de este ratico de oración, me acuerdo de la primera clase de ingeniería de un profesor universitario.
Que le dice a los estudiantes, bueno, acá tienen por grupos, una resma de papel A4 y una cinta de nastro.
Reúnanse en grupos de seis y tienen una hora para hacer una estructura que soporte ese peso.
Le pasaba a cada grupo la resma de papel, la cinta de nastro y una tabla mediana pero pesada.
Entonces claro, era la primera clase de ingeniería y los neo-estudiantes de ingeniería empezaron a hacer cajas, bloques, etcétera.
Y el profesor a la vista también de los alumnos, empezó a hacer con cada hoja un cilindro de papel y lo pegaba con un pedacito de cinta, otro cilindro y lo pegaba con un pedacito de cinta.
Luego los unió todos con un gran cilindro de papel y les dijo a los estudiantes, bueno, ya se acabó la hora.
Ahora voy a pasar por cada grupo a ver cuál de estas estructuras sostiene este peso y ninguno lo consiguió.
Le mostró a los alumnos cómo su estructura, que era un cilindro grande, que tenía dentro varios cilindros pues soportaba el peso de esta tabla. Los cilindros todos unidos por un gran cilindro sostienen todo el peso.
¿QUÉ ES LO QUE NOS MANTIENE UNIDOS?
Y en este caso, Señor, que estamos haciendo oración, pues podríamos pensar, ¿quién sostiene el peso de la Iglesia. ¿Sólo Tú, que eres la cabeza? ¿La sostiene solamente el Papa con los obispos, con el colegio episcopal en todo el mundo? Y no es así. La iglesia la sostenemos todos y cada uno de los cristianos, allí donde estemos.
El Evangelio de la misa de hoy nos relata la oración, diría yo, me atrevería a decir que es la más elevada de Jesús.
El otro día me preguntaba si quizá Jesús era tu oración favorita, porque fue una oración que dirigiste a tu Padre.
«No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos.
Para que todos sean uno como tú, padre en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno.
Yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno.
De modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos, como me has amado a mí.
Padre, este es mi deseo, que los que me has dado estén conmigo, donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste.
Porque me amabas antes de la fundación del mundo».
Este es el Evangelio de la misa de hoy y habla precisamente de la unidad.
«Uno, que sean uno como nosotros somos uno».
Y ese uno está en mayúscula.
MANTENERNOS UNIDOS
Y es muy bonito, Señor, porque dices que no solamente ruegas por ellos, sino por los que crean en mí, por nosotros, por los cristianos que hemos venido después, en los siguientes siglos, hasta los siglos sin fin.
Tú nos quieres mantener unidos, y esa es tu oración permanente. Tú rezas desde el Sagrario, allí escondido, en la Eucaristía, rezas para que estemos todos muy unidos.
La palabra clave es unidad. Siendo cada uno de nosotros tan distinto, tan libre, pues se requiere lo mismo. Porque tenemos los mismos fines.
Por eso quería empezar esta meditación diciendo “hay un solo Dios, hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”.
Señor, todos tenemos lo mismo. Y lo que une que es el amor y Dios es amor.
Lo que nos une eres Tú, Señor.
Quedan muy pocos días para la solemnidad de Pentecostés. Y vale la pena que estos días recemos mucho por la unidad de los cristianos, que todos seamos uno.
También por los no cristianos. Claro, pero esa unidad empieza porque cada uno hagamos lo posible por unir a nuestra familia, por no contribuir a peleas, a discusiones, a discordes en el trabajo, la unidad a mi alrededor.
PUNTO DE UNIÓN
Señor, que donde yo esté, una. Que donde yo esté, allí en el trabajo, con mis amigos, con mi familia, allí una. Que yo sea un factor de unidad. Tú me das la gracia. Tú me permites que yo sea ese factor de unidad.
¿Y en dónde rezamos por la unidad? En la misa, también. Principalmente diría yo.
¿En dónde rezamos por la unidad? En la misa, en la santa misa. Rezaba en la plegaria dos de la misa, después de la Consagración.
“Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuántos participamos del cuerpo y sangre de Cristo”.
Por eso, para permanecer unidos, para vivir esa unidad, la misa. Vivir la santa misa. Reunirnos en la Santa Misa.
Y desde allí, sostener con nuestra oración la unidad de toda la Iglesia, en todo el mundo, en todas partes.
Podemos recordar las palabras en el inicio del pontificado del papá León XIV. No se nos van a olvidar, serán unas palabras que van a quedar ahí.
“Fui elegido sin tener ningún mérito y con temor y trepidación vengo a ustedes como un hermano, que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría.
Caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere todos unidos en una única familia” (cf. Papa León XIV).
Qué tan bonito, Señor, como él quiere hacerse el servidor de todos, el siervo de todos.
AMOR Y UNIDAD
Y luego sigue, en esas palabras, amor y unidad. Estas son las dos dimensiones de la misión que Jesús confió a Pedro.
¿Cuál es la misión que Dios confía al Papa León? El amor y la unidad.
Y quiere hacerlo con alegría, sirviéndose de nosotros, de nuestra alegría, de nuestra oración. Sabiendo que él es nuestro hermano mayor, como Tú Señor lo eras. Como Tú lo eres.
Todos somos en Ti. Todos lo somos en Ti. Por Cristo, con Él y en Él. Todo es por Jesucristo.
Bueno, pues esta es la intención por la que ha rezado la Iglesia desde siempre.
Y por la que reza el Papa León en este momento. Y por la que rezamos nosotros antes de la solemnidad de Pentecostés.
Mira, así, por ejemplo, rezaba San Pablo también. Nos lo cuenta en la Carta de los Efesios.
«Así pues, les ruego yo prisionero por el Señor, que viva en una vida digna de la vocación a la que han sido llamados. Con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad, sobre llevándose unos a otros con caridad, continuamente dispuestos a conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, Cómo han sido llamados a una sola esperanza, la de su vocación».
QUE SEA NUESTRA LUCHA
Pues, Señor, vamos a seguir rezando por la unidad. Tú rezaste por la unidad. San Pablo rezaba por la unidad y el Papa rezaba por la unidad.
Nosotros vamos a hacerlo también. Y vamos a conservarla con nuestra lucha, con alegría y con nuestras buenas disposiciones de unirnos allí donde estemos.
Se lo pedimos a nuestra Madre Santa María.
Deja una respuesta