ESCUCHA LA MEDITACIÓN

TÚ ERES DE DIOS… Y DIOS ES TUYO

¡Dios es mi Padre! -Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración.
¡Jesús es mi Amigo entrañable! (otro Mediterráneo) que me quiere con toda la divina locura de su Corazón.
¡El Espíritu Santo es mi Consolador! Que me guía en el andar de todo mi camino.
Piénsalo bien. -Tú eres de Dios y Dios es tuyo.

«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Ahora me voy al que me envió. Y ninguno de ustedes me pregunta: ¿Dónde vas? Sino que por haberles dicho esto, la tristeza les ha llenado el corazón.

Sin embargo, les digo la verdad, les conviene que Yo me vaya porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito. En cambio, si me voy, se los enviaré”»

(Jn 16, 5-7).

Qué convicción tan profunda de nuestro Señor de decir esto que nos conviene que Él se vaya. Entiendo la reacción de los apóstoles como decir, “Señor, ¿a quién le conviene? Porque a mí no me conviene, porque estoy feliz contigo”. Sin embargo, Jesús se va, pero vuelve en Espíritu para hacer nido en nuestros corazones.

Hace unos días leíamos también el Evangelio de la misa, donde Jesús nos decía en esta misma oración sacerdotal:

«Mi paz les dejo, mi paz les doy; no se las doy como la del mundo»

(Jn 14, 27).

¿Y qué paz es la que da el mundo? Pues una paz que caduca, porque es superficial. Jesús, en cambio, nos está ofreciendo una paz que trasciende las circunstancias externas. Una paz que hace nido en el corazón, una paz que nos sostiene en momentos de dificultad.

Él mismo nos enseñó el camino. Va a la muerte con serenidad, para enseñarnos que se puede sufrir con paz, como diciendo: “la paz que Yo te ofrezco es esa presencia de mi espíritu en tu corazón”. Esa presencia de Dios en nuestras vidas que nos hace pasar por encima de todas las dificultades.

¿Qué significa presencia de Dios en nuestras vidas? ¿Simplemente que Dios está a un lado de nosotros como si fuera un guardaespaldas? ¡No! Sino que Dios está amándote, te está amando y su amor te enamora.

Te hace sentir seguro, segura, confiada, plena, feliz. Y esto llena de paz tu corazón. ¿Cuánto tiempo estarías dispuesta a dedicar porque alguien te enseñara a que nunca más perdieras la paz interior?

TODO TIENE SENTIDO

Es buen momento para revisar nuestro corazón en la presencia de Dios. ¿Tú te sientes amada? ¿Hay tinieblas en tu corazón? Pues ese es el gran reto de tu vida: saberte amado, saberte amada, sentirte amada, sentirte amado.

Y fruto de ese conocimiento y ese sentimiento profundo de amor por la presencia del espíritu de Jesús en tu corazón, tener la alegría y la paz de saber que ese Alguien que murió asesinado, desnudo, rechazado por su pueblo, abandonado por sus amigos, insultado para que tú y yo tengamos el derecho de descubrir que nada, que ninguna buena fama, ninguna belleza física, ningún dinero pueden darte lo que Él te quiere dar.

una paz

El Paráclito es la presencia de Dios, Espíritu Santo, en tu corazón, amándote continuamente para que seas -como dice san Pablo-

«otro Cristo, el mismo Cristo»

y poder decir con una profunda convicción: “ya no soy yo el que vivo, es Cristo quien vive en mí”. Y tener ese amor es tenerlo todo.

Tanto que san Pablo llegó a decir:

«lo considero todo como basura con tal de ganar a Cristo»

(Flp 3, 8).

Como diciendo que si en la vida de una persona hay ese amor (un amor que perdona, no el sentimentalismo de las series), entonces todo tiene sentido, aunque todo lo demás sea difícil.

Le preguntaban en un podcast a una chica joven recién egresada de la carrera de Derecho, que nació con parálisis cerebral por falta de oxígeno al nacer, que le dificulta los movimientos.

Sin embargo, es sumamente inteligente y ella habla de ciertas burlas que recibía cuando era adolescente, pero dice:

“no es culpa tuya tener heridas, pero sí es culpa tuya no curarlas”.

Hay diferentes curaciones. Pero hay una que sana toda la vida, la que tiene que ver con el amor.

“Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”,

dice san Agustín y el Papa León comenzó con estas palabras de san Agustín, la homilía de inicio de su Pontificado.

EL CENTRO DE NUESTRA EXISTENCIA ES EL AMOR

¿Por qué está inquieto nuestro corazón como estaba inquieto el corazón de Agustín? Porque, aunque había placer, poder, fama y dinero, no había lo más importante. Y él lo sabía. Hasta que te descubrió a Ti, Señor. No había amor en su corazón. No había paz en su corazón.

El centro de nuestra existencia es el amor. Lo hemos escuchado muchísimas veces en el testimonio de muchísimos santos, también actuales, personas muy cercanas a nosotros que han vivido experiencias muy fuertes de contrariedades, de sufrimientos, de dolor y que, sin embargo, en su vida fueron felices.

San Juan Pablo II, Madre Teresa de Calcuta, Maximiliano Kolbe, vivieron momentos difíciles y, sin embargo, fueron personas profundamente felices.

¡Qué paradoja! Porque si miramos tu vida y la mía, lo único que verdaderamente nos hará sufrir es no amar.

Pues quizá tú y yo tengamos heridas más o menos profundas en el alma más que en el cuerpo. Por eso qué importante es hacer oración perseverante; oración día a día, con frío y con calor, con sueño y con cansancio. Esa es la oración eficaz y la que va dejando como un pájaro que va haciendo su nido, ramita por ramita hasta que construye ese nido y se queda allí para dar vida.

Pues así es Dios que quiere anidar en nuestros corazones por la presencia del Espíritu Santo.

una paz

Hay un texto perteneciente al capítulo “Deslumbramiento”, en el libro de Forja de san Josemaría Escrivá de Balaguer, que pienso que nos puede ayudar. Dice:

“- ¡Dios es mi Padre! -Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración.

-¡Jesús es mi Amigo entrañable! (…), que me quiere con toda la divina locura de su Corazón.

– ¡El Espíritu Santo es mi Consolador! que me guía en el andar de todo mi camino.

Piénsalo bien. -Tú eres de Dios… y Dios es tuyo”

(San Josemaría. Forja 2).

Pues aquí está la fuente de nuestra alegría y de nuestra paz. Vamos a hacer examen, porque no es fácil.

Dice también san Josemaría en otro libro:

“No eres feliz, porque le das vueltas a todo como si tú fueras siempre el centro: si te duele el estómago, si te cansas, si te han dicho esto o aquello…

¿Has probado a pensar en Él y por Él en los demás?”

(San Josemaría. Surco 74).

Vamos a terminar con esa invitación de san Josemaría “a pensar en Él y por Él en los demás”.

Y para pensar en Ti, Señor, rezar. Rezar todos los días, hacer un ratito de oración para descubrir esa presencia de Dios en nuestros corazones, esa presencia de ese Alguien que nos está amando continuamente como a María.

Ella es causa de nuestra alegría, porque es templo del Espíritu Santo. Pues consíguenos María, esa paz y esa alegría propia de los hijos de Dios.


Citas Utilizadas

Hch 16, 22-34

Sal 137

Jn 14, 27. 16, 5-11

Flp 3, 8

San Josemaría. Forja, 2

San Josemaría. Surco 74

Reflexiones

Jesús, ayúdame a pensar en Ti y por Ti en los demás.

Predicado por:

P. Josemaría

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