ESCUCHA LA MEDITACIÓN

TE PRESENTO A TRES PERSONAS

No se trata de quebrarnos la cabeza intentando comprender a la Santísima Trinidad. Se trata, más bien, de vivir el misterio fomentando un trato personalísimo con cada una de ellas. Eso sí que lo tenemos bastante ejemplificado en las Escrituras.

Este domingo celebramos a la Santísima Trinidad, Padre-Hijo-Espíritu Santo. Esta es una fiesta muy “íntima”.
¿Cómo se ve, si a uno le tiene confianza un amigo? Creo que hay muchas maneras: comparten cosas, se cuentan las cosas; uno sabe lo que hicieron el fin de semana, cómo le va en las notas, si lo castigaron o cosas por el estilo.
Pero también está esa gran muestra de confianza, que es: que te “abren las puertas de su casa” (te invitan a la casa).
Algunos dicen que “te deja entrar hasta la cocina”. Hay amigos que casi son uno más de la familia. Un amigo te mete en la familia de alguna manera…
Bueno, pues eso es lo que hace Dios. “Eso es lo que haces Tú, Señor, y te agradecemos.”

CARA A CARA, FRENTE A FRENTE

Dios no se queda allá lejos. No nos ve con telescopio. Ni siquiera nos manda un mensaje o un WhatsApp para mantener esa “amistad”. No se trata de fueguitos de Snapchat, o de tener un streak en cualquier red social.
Lo de Dios es cara a cara, frente a frente. Se hace hombre. Se instala aquí en la tierra, y nos revela todo lo suyo.
Como lo dice la Escritura:

¿Hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros…? (Deut 4,7)

Es muy importante darse cuenta de esto: ¿quién tiene a Dios tan cerca como nosotros, como tú y como yo?
Pero no sólo es que esté cerca, sino que nos deja entrar en su casa, nos presenta a su familia: al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo. Dios no guarda secretos.
Y allí los tenemos: a Jesús en la Eucaristía, la Santísima Trinidad en nuestra alma en gracia, el Espíritu Santo en la Confirmación, pero también dándonos sugerencias y diciéndonos cosas, a Dios Padre que nos trata como hijos, ¡porque somos sus hijos!
Pero es clave que nosotros también los conozcamos.

LOS CONOCEMOS

No podemos estar yendo a la casa de un amigo, de un cuate, almorzar allí algunos días y olvidarnos cómo se llaman sus papás, o no saber qué estudia su hermano o qué le gusta comer a su hermana.
Uno los conoce y los distingue. No confunde a la mamá con la hermana, o al abuelo con el papá.
Los sabemos reconocer (hasta el tono de voz). Los conocemos… Uno los acaba conociendo a todos: coincide con ellos, habla con ellos.
Y aquí es donde se entiende el Evangelio de hoy, porque dices Tú, Señor:

Todavía tengo que decirles muchas cosas, pero no pueden sobrellevarlas ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, los guiará hacia toda la verdad, pues no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y les anunciará lo que va a venir. Él me glorificará porque recibirá de lo mío y se los anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso dije: «Recibe de lo mío y se los anunciará». (Jn 16, 12-15)

Aquí aparecen: Jesús, que está hablando, el Espíritu que va a enviar, el Padre, que es quien lo va a enviar. Aparecen los tres.
Y aparece que vamos a ir aprendiendo poco a poco, y es que Dios es uno y Dios son tres.

tres personas, santisima trinidad

EN LO PROFUNDO DE SU SER

Los judíos tenían claro que Dios era uno, y a Dios le costó encontrarse un pueblo que se dejara de andar adorando muchos dioses, se los dice en el Antiguo Testamento:

Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Dios. Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado. (Deut 6, 4-7)

Les grava eso en lo profundo de su ser, y una vez aprendieron esta verdad, de que Dios era uno, el único, vino una nueva verdad, como dice san Juan:

Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna (Jn 3, 14).

Jesús eligió a algunos para seguirle e instruirles: vieron sus milagros, oyeron su doctrina, contemplaron sus obras y, algunos, tocaron su cuerpo glorioso.
Se dieron cuenta que no solo era el Mesías hijo de Dios, sino Dios mismo. Las palabras se le escaparon al apóstol Tomás, porque te dice:

¡Señor mío y Dios mío! (Jn 20, 28)

Después, con la llegada del Espíritu Santo empezaron a experimentar su ayuda, notaron su fuerza, la gracia que transmitía. La Iglesia le llamó Señor y le reconoció como Dios.

LO SABÍAN PORQUE LO VIVÍAN

Tenían claro que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Dios, pero también tenían claro que no eran tres dioses.
No sabían explicarlo muy bien; pero lo sabían porque lo vivían; tenían una relación personalísima; con el Padre, al que siempre habían rezado, siempre habían conocido; con el Hijo, que era Jesús, su amigo con el que habían convivido; y el Espíritu Santo, que los había transformado, empujado, animado.
Tenían una relación personalísima con Dios, con cada una de las tres personas.
Hoy celebramos que Dios es una familia: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un misterio insondable, pero muy cercano.
No se trata de quebrarse la cabeza entendiendo el misterio de la Santísima Trinidad, ese no es el camino. ¡El camino es vivirlo! Vivirlo es la única manera de conocerlos.

Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos…

Hay que descubrir a cada Persona: y ver cómo nos han enseñado a dirigirnos a cada uno.
Al Padre, el mismo Jesús nos enseña, diciendo:

“Abbá, Padre” (Marcos 14:36) …
“no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42) …
“te doy gracias, Padre, por haberme escuchado” (Juan 11,41) …
“sé que Tú me escuchas siempre” (Juan 11,42) …

Pues así también nosotros nos podemos dirigir a Dios Padre.

APRENDER COMO TRATARLO

El Hijo, que es hermano y es modelo. Aprender de los apóstoles: se “codean” con Él, y le piden, le dicen:

“Explícanos… ¿cuándo sucederá eso…?” (Lc 21, 7)

Incluso le reclaman, como Pedro, que le dice:

“Lejos de ti tal cosa (Mt 16,22)

O cuando le cuentan, le cuentan sus cosas, dice también en el Evangelio:

“Le contaron todo lo que habían hecho.” (Mc 6,30)

Le tratan con cariño, como san Juan que, durante la última cena, dice el Evangelio:

“Reclinaba su cabeza sobre el pecho del Maestro.” (Jn 13,25)

Ahí vemos como le trataban, como se dirigían a Él, y como nosotros también podemos dirigirnos a Él.

tres personas, santisima trinidad

HONRAR AL ESPÍRITU SANTO

¿Y el Espíritu Santo?:

“No existe nada bueno en el mundo que no haya tenido su origen en el Espíritu Santo. De allí́ que todo pecador que experimenta deseos de confesarse, o toda persona que piensa hacer una obra de caridad, o tener un gesto de amor, o reconciliarse, o dar limosna, o adoptar un niño enfermo, o arriesgar su vida como los bomberos, o donar sangre…,

no debería olvidar que el origen directo de esos pensamientos, deseos y acciones bondadosas es el mismo Espíritu Santo que sopla en las almas, sin importar que se trate de creyentes (o no) en Dios.

El verdadero origen de todo bien es siempre el Espíritu Santo. Por eso, si un amigo alejado de Dios te dice súbitamente que desea confesarse, deberías invitarlo a que alce su mirada al Cielo y honre al Espíritu Santo, porque el origen de ese deseo habrá́ sido el Espíritu Santo.

Y si alguien te invitara a compartir una velada alegre, deberías mirar al Cielo diciendo: ¡gracias!, porque el origen de esa alegre velada habrá́ sido el Espíritu Santo.

Y si un muchacho joven ofrece matrimonio a su novia y ella responde que sí, ambos deberían mirar al Cielo y decir: ¡bendito sea Dios!, porque habrá́ sido el Espíritu Santo el origen de dicho amor.

Y si un muchacho pensara ofrecer su vida a Dios para ser sacerdote, también debería agradecer ese pensamiento al Espíritu Paráclito.
Dios es quien obra el querer y el obrar según su beneplácito. El Espíritu Santo es el único modelador de las almas. Sin su ayuda nunca podríamos invocar a Dios con fe, esperanza y amor”
(En presencia de Dios, junio, Pedro José María Chiesa).

Ahí, lo tienes, ahora la cosa es vivirlo, pero para eso le pedimos ayuda a la Virgen, a nuestra madre santa María, que es hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, esposa de Dios Espíritu Santo. ¡Más que tú, señora, solo Dios!


Citas Utilizadas

En presencia de Dios, junio, Pedro José María Chiesa
Prov 8, 22-31
Sal 8
Ro 5,1-5
Jn 16, 12-15

Reflexiones

Señor, ayúdanos a mantener nuestra alma en gracia, para que siempre sintamos la presencia en nosotros del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Predicado por:

P. Federico

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