LOS PLANES HUMANOS Y LOS DE DIOS
Comenzamos este rato de conversación con Jesús en el año del Jubileo de la Esperanza, y podemos considerar el cambio radical de vida de esos primeros doce discípulos (los primeros apóstoles) a los que Jesús eligió y los llamó por su nombre a cada uno.
Ellos tenían sus sueños humanos, habían determinado probablemente qué hacer en el futuro, hacia dónde orientar su vida, cuando improvisa aparece Jesús que les propone un proyecto de vida mucho más grande y les ofrece ser pescadores de hombres: que lo sigan y serán pescadores de hombres.
Todo esto nos hace considerar que de algún modoen la vida puede haber planes humanos o personales, pero que también hay planes divinos; hay un proyecto de Dios para cada uno de nosotros, con el que Dios ha soñado. Algo parecido le pasó a Leví (Mateo) que estaba sentado al telonio recaudando impuestos, y Jesús pasó por ahí y le dijo: Sígueme.
Quizás recordamos ese cuadro en San Luis de los Franceses de Caravaggio, en el que Cristo está llamando y señalando con la mano a Mateo para invitarlo a seguirlo y a entregar su vida por los demás. Esto nos hace considerar en la presencia de Dios que los sueños divinos son el lugar donde encontramos la verdadera esperanza.
El papa ha hablado frecuentemente de san Francisco y también de santa Clara de Asís, y recordó la historia de san Francisco y su vocación en la homilía de la canonización de san CarloAcutis y de san Pier Giorgio Frassati.
Y ahí nos hablaba del joven Francisco que “era rico y [que]estaba sediento de gloria y de fama. Por eso partió a la guerra, esperando ser nombrado “caballero” y revestirse de honores. Pero Jesús se le apareció en el camino y le hizo reflexionar lo que estaba haciendo. Vuelto en sí, dirigió a Dios una pregunta sencilla: “Señor, ¿qué quieres que haga?” (Le hizo preguntarse por los sueños de Dios y no solo por los sueños personales).
“A partir de ahí –dice el Papa–, volviendo sobre sus pasos, comenzó a escribir una historia diferente: la maravillosa historia de santidad que todos conocemos, despojándose de todo para seguir al Señor, viviendo en pobreza y prefiriendo el amor a los hermanos, especialmente a los más débiles y pequeños, al oro, a la plata y a las telas preciosas de su padre.” (Homilia del papa León XIV en la Misa de canonización de Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati).
Algo parecido sucedió con santa Clara, esa joven también de Asís, que vio el ejemplo de Francisco y decidió seguir al Señor entregándole toda su vida. Fue todavía mucho más llamativo en la sociedad de Asís que una mujer quisiera asumir ese desafío, esa responsabilidad y esa entrega.
ELEGIR A QUIÉN SERVIMOS
El papa León en una de sus catequesis (Papa León XIV, Audiencia sábado 4 de octubre), comentando el texto de san Lucas, que ningún criado puede servir a dos señores porque o tendrá odio a uno y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo, no pueden servir a Dios y a las riquezas, recordaba que:
“el Jubileo es un tiempo de esperanza concreta, en el que el corazón puede encontrar perdón y misericordia, para que todo pueda comenzar de nuevo”.
Podríamos decirlo con otras palabras, puede comenzar o recomenzar a soñar los sueños de Dios en su propia vida. Y para eso, resulta necesario determinar “a quién vamos a servir –dice el Papa-, si a la justicia o a la injusticia, si a Dios y al dinero”.
Es decir, vamos a servir a nuestros sueños personales de gloria, de ambición, de placer, o vamos a entregarnos a los sueños de Dios, de servicio, de generosidad, de ayuda al prójimo.
Y aquí el papa León pone una frase muy breve y bonita que dice: “Esperar es elegir”. En el año delJubileo debemos elegir a quién servir. Y elegir ya es un signo a Dios, es una manifestación de esperanza teologal.
“Esto (esperar es elegir)significa al menos dos cosas. Lo más evidente es que el mundo cambia si nosotros cambiamos”.
Si nosotros tomamos buenas decisiones; decisiones de servir a Dios, de que se hagan realidad sus sueños tal como lo hicieron los apóstoles, las santas mujeres, san Francisco, santa Clara y todos los santos, el mundo va a cambiar porque nosotros cambiamos.
Dice el papa: “El segundo significado es más profundo y sutil: esperar es elegir porque quien no elige se desespera”. Quien no elige, podríamos decir así, se pierde, se confunde. “Una de las consecuencias (sigue diciendo el papa León) más comunes de la tristeza espiritual, es decir, de la acedia, es no elegir nada”.
Es no avanzar, podemos también nosotros decirlo con nuestras palabras; es no convertirse, es no cambiar, es no querer buscar cada día mayor fidelidad a los sueños de Dios.
Y quien experimenta esa falta de elección y esa tristeza que produce la falta de decisión por los sueños de Dios, se deja llevar “por una pereza interior que es peor que la muerte”, dice el papa. “Esperar, en cambio, es elegir”.
Y él propone en esa catequesis, “recordar a una mujer que, con la gracia de Dios, supo elegir. Una joven valiente y contracorriente: Clara de Asís”.
Y el papa justamente habla de ella en la fiesta de san Francisco, que tuvo que romper con su familia y produjo un escándalo en esa época para poder servir a Dios.
“La elección de Clara resultó aún más impresionante: ¡una joven que quería ser como Francisco, que quería vivir, como mujer, libre como aquellos hermanos! Clara comprendió lo que pideel Evangelio. […] incluso en una ciudad que se creía cristiana, el Evangelio tomado en serio puede parecer una revolución. Entonces, como hoy, ¡hay que elegir! Clara eligió, y esto nos da una gran esperanza”.
QUE SOÑEMOS LOS SUEÑOS DE DIOS
De hecho, vemos dos grandes consecuencias de la valentía de seguir a Dios, de elegir a Dios, de seguir ese deseo. “La primera es que [en el caso de Clara], muchas otras jóvenes de esa zona encontraron la misma valentía y eligieron la pobreza de Jesús, la vida de las Bienaventuranzas”. Es decir, que uno arrastra a otras personas con el ejemplo de seguir y soñar los sueños de Dios.
“La segunda consecuencia es que esa elección no fue como un fuego de paja, sino que perdura en el tiempo, hasta nuestros días. Laelección de Clara ha inspirado elecciones vocacionales en todo el mundo y sigue haciéndolo hasta hoy”.
Por tanto, en este rato de oración, queremos pedirte Jesús, ayúdanos a tomar las decisiones necesarias en nuestra propia vida y ayudar a que los demás tomen las determinaciones oportunas para poder soñar los sueños de Dios, porque las consecuencias de esa elección y de esa generosidad son muy grandes.
Vivimos de esperanza en cuanto soñamos los sueños de Dios, matamos –podríamos decir–nuestra esperanza en la medida en que solamente vivimos de sueños humanos, de sueños que no trascienden la realidad más material y que no buscan a Dios.
No se puede servir a dos señores. Los sueños de Dios irrumpen en nuestra vida, como en la vida de los apóstoles, de Francisco, de Clara, en la vida de todos nosotros, no solo la de los santos especiales o particulares, sino en la vida de todos nosotros, de cada uno. Y ahí se encuentra la posibilidad de amar a Dios, de soñar con Él y de convertirnos.
Que la Virgen nos ayude a cada uno, a cada una, a que descubramos los aspectos del plan de Dios, del servir a Dios y no a las riquezas, y tomemos nuestras propias determinaciones.

