ESCUCHA LA MEDITACIÓN

¿SER O HACER? HE ALLÍ EL DILEMA

En la memoria de Marta, María y Lázaro aprovechamos para recordar la vida contemplativa a la que nos llama Dios.

Si te preguntan cuál es la línea más conocida de la obra Hamlet de Shakespeare, obviamente dirás “ser o no ser, he ahí el dilema”.

La Iglesia celebra hoy la memoria litúrgica de los santos hermanos Marta, María y Lázaro, los hermanos de aquella casa tan agradable de Betania. Ese lugar en el que hemos presenciado un dilema bastante parecido: “Ser o hacer, he ahí, el falso dilema”.

La casa de Betania, como bien sabemos, era muy conocida también por el Señor, porque allí se encontraba muy a gusto. Era un hogar lleno de cariño, de deseos de recibirle, cada uno a su modo. Esos tres hermanos se preocupaban de atender del mejor modo posible al Señor.

Y mientras Marta se afanaba en cuidar los detalles materiales, para que el Señor se sintiera muy a gusto, para que su gran amigo Jesús se sienta cómodo, María no se aparta de Él, está allí, a sus pies, escuchando atentamente esas palabras que llenan el alma de paz.

En cierto momento, María se cansa y pida ayuda al Señor:

“Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano”. Respondiendo, le dijo el Señor: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; sólo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».”

(cfr. Lc 10, 38-42).

Por eso te decía aquello del dilema “ser o hacer”. Porque aquí pareciera que hay un dilema, ¿no? Marta se afana en “hacer” cosas, mientras que María se concentra en “ser” discípula del Señor, una discípula atenta a esas palabras del maestro.

Parece que, ante este dilema, la respuesta de Jesús es evidente, se pone del lado más bien de María: menos hacer y más ser, parece que le aconseja a Marta.

SERVIR CON AMOR

servir

Pero ¿es así de simple? Bueno, vamos a ver, porque en otras ocasiones hemos sido testigos de cómo el Señor agradece los servicios que le prestan. En este dilema, que pareciera haber aquí, como que al Señor no le importa tanto los servicios que le presta Marta, sino sencillamente que le estén allí escuchando.

Pero, si vemos otros momentos de la vida del Señor, nos fijamos en que, claro que sí, al Señor le gustan los detalles de servicio que le prestan, siempre y cuando sean movidos por el por el amor.

San Lucas, por ejemplo, cuenta aquel episodio donde la mujer pecadora que entra en la casa de Simón, donde estaba Jesús y enjuga sus pies con sus cabellos. Los cabellos para una mujer, obviamente es algo sumamente importante, capaz también para algún hombre excesivamente vanidoso ¿No? A nosotros nos importa menos, porque en cuestión de dos semanas el pelo vuelve a crecer a cómo estaba antes. Para una mujer su cabellera es importantísima.

Ese detalle de cariño de aquella mujer que entra en la casa de Simón y enjuga los pies de Jesús con sus cabellos. ¡Qué detalle tan bonito!

También san Juan recoge un suceso muy parecido, pero lo ubica precisamente en la casa de estos hermanos de Betania y dice que fue la misma María quien lo hizo.

Entonces ojo con este detalle, porque María también tenía esos detalles de servicio con el Señor.

Jesús, en otro momento, le pide también a la samaritana que le preste ese servicio de darle de beber junto al pozo de Jacob. La tradición nos narra ese servicio que le dio la Verónica al Señor en el camino del Calvario.

Es decir, que no es que el Señor no le importe esos servicios que le quieran prestar, y tampoco es que no los agradezca. Por eso el dilema del “ser o hacer” aquí es falso.

ELEGIR SIEMPRE LA MEJOR PARTE…

Para destrabar ese dilema, basta con prestar atención a ese consejo final: Elegir siempre la mejor parte, esa que no nos puede ser quitada. ¿Y cuál es esa mejor parte? Bueno, la de que hagamos lo que hagamos, busquemos hacerlo todo por amor a Dios.

Eso es lo que estaba haciendo María en ese momento, y eso es lo que el Señor le recuerda a Marta: si vas a hacer lo que vas a hacer, hazlo por amor a Dios…

Es decir, que para nosotros también, en lugar de ese ajetreo del día, incluso con las mejores intenciones, nada de eso nos aparte del Señor. Que busquemos que sean precisamente esas ocupaciones, una ocasión para que se fomente ese encuentro nuestro, íntimo, constante con Jesús.

Es precisamente esa la recomendación que también nos hace san Josemaría, ya que este pasaje del evangelio lo meditó muchísimas veces, porque en un punto de Camino nos dice:

“Hacedlo todo por Amor. (y pone aquí Amor con mayúscula, es decir, hacerlo todo por el Amor, que es Dios, que es Jesús…) –Así no hay cosas pequeñas: todo es grande. –La perseverancia en las cosas pequeñas, por Amor, (otra vez vuelve a poner Amor en mayúsculas, refiriéndose a Dios, que es el Amor de los Amores) es heroísmo”

(Camino 813).

Esta es, obviamente, la recomendación que Jesús le hace a Marta. Él no está aquí despreciando sus muchas atenciones, pero le recuerda que nada de eso puede ser una excusa, para descuidar ese afán de la unión con Dios.

Es lo mismo que nos recuerda Jesús hoy a ti y a mí con este evangelio de los hermanos de la Casa de Nazaret. Tenemos muchas obligaciones que cumplir, las intenciones pueden ser muy rectas, muy nobles, muy válidas, pero no olvidemos nunca que es allí donde de ordinario, nos espera Dios.

ALMAS ENAMORADAS DE DIOS

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Cómo no recordar esa frase famosísima también de la homilía de san Josemaría, aquella de amar al mundo apasionadamente, donde san Josemaría decía:

“En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria… “

(Conversaciones, 116).

Por eso te decía que este dilema del “ser o hacer” en realidad es muy engañoso. Precisamente como somos almas enamoradas de Dios o al menos queremos serlo, vamos a hacer cosas de almas enamoradas de Dios.

No es incompatible el trabajar y contemplar a Dios. Es también falso ese dilema de la hermana buena y la hermana desubicada. Ambas están aprendiendo a amar al Maestro y a meditar su palabra.

El evangelio, que sí es propio de la memoria del día de hoy, muestra ese diálogo en donde se evidencia la profunda vida de fe que también tiene Marta, porque cuando muere Lázaro, Jesús acude nuevamente a esa casa, a ese hogar de Betania. Y

“Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día».
Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».”

(cfr. Jn 11, 20-27).

MODELOS DE SANTIDAD

¿Quién puede ahora dudar de la fe de estos tres hermanos? Por eso la Iglesia nos propone estos hermanos como modelo de santidad.

Vamos a pedirle que también en nosotros exista esa fe viva, esa fe operativa en nuestro amigo Jesús. Que no nos quedemos en las palabras, sino que queramos demostrar con obras concretas cada día ese agradecimiento por la amistad con Jesús.

Pregúntate, ¿qué le vas a ofrecer hoy a tu amigo Jesús? ¿Cómo vas a esforzarte para que encuentre en ese corazón tuyo un lugar tan agradable como ese hogar de Betania?

¿Será que acaso allí se va a encontrar algo que le desagrade? ¿En este mundo lleno de distracciones, qué medios vas a poner el día de hoy, para estar pendiente de Dios constantemente? Vida contemplativa. ¿Qué vas a aprovechar para acordarte de Él en medio del trabajo, del estudio, de los quehaceres del hogar?

¿Puedes todavía convertir todo en oración en una oportunidad de entablar ese diálogo íntimo con Dios a través de las alegrías, de las preocupaciones, de los éxitos, de los fracasos? Pues por supuesto que sí puedes. Eso lo que Dios quiere de ti y quiere de mí.

Hoy nos encomendamos a estos tres hermanos de la Casa de Betania. Que le hablemos con cariño, con confianza a nuestro amigo Jesús; que le digamos al Señor muy despacio: “Enséñame a tratarte, Señor, con aquel amor de amistad de Marta, María y de Lázaro”.


Citas Utilizadas

Ex33, 7-1; 34, 5-9

Sal 102

Jn 11, 19-27 o Lc 10, 38-42

San Josemaría. Camino

San Josemaría. Conversaciones

Reflexiones

“Enséñame a tratarte, Señor, con aquel amor de amistad de Marta, María y de Lázaro”

Predicado por:

P. Rafael

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COMENTARIOS

  1. Hace más de 70 años Mario Briceño Iragorry escribió un breve ensayo sobre Marta y María, que está recogido en su obra SALDO bajo el título ESPIRITU Y PAN. Merece la pena divulgarlo en esta línea.. «Marta es la Justicia y el Derecho, María es la Gracia y el Amor»

  2. Beatriz M. Briceño P dice:

    Hace más de 70 años Mario Briceño Iragorry escribió un breve ensayo sobre Marta y María, que está recogido en su obra SALDO bajo el título ESPIRITU Y PAN. Merece la pena divulgarlo en esta línea.. «Marta es la Justicia y el Derecho, María es la Gracia y el Amor»

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