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SACERDOTE 24/7

Sacerdote es aquel que sube al Cielo, se llena de los dones de Dios, y baja a la Tierra para distribuirlos a los hombres. Sacerdote es aquel que continúa sobre la Tierra –de modo visible– la presencia invisible del Sumo y Eterno Sacerdote.

SUMO Y ETERNO SACERDOTE

Hoy celebramos la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, una ocasión para reflexionar profundamente sobre el sacerdocio de Cristo y su impacto en nuestras vidas.

Es una fiesta relativamente reciente en el calendario litúrgico que nos invita a contemplar a Jesús, no solo como salvador y redentor, sino también como el mediador perfecto entre Dios y los hombres.

En su sacerdocio, Cristo ofrece el sacrificio supremo de amor, reconciliándonos con el Padre y abriéndonos las puertas del Cielo.

Hay un evangelio en donde Jesús pregunta a Simón Pedro:

«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?»

No es una simple indagación la pregunta de Jesús, sino una invitación profunda a un amor más grande y comprometido.

Nadie pregunta a otro si lo ama, a menos que él mismo lo ame antes. De otro modo no lo haría. Se estaría arriesgando a que le devolvieran la misma pregunta.

¿Y tú también me amas a mí? Se trata, pues, de una delicadísima confesión de amor de Jesús a Pedro. Quiero que me ames, Pedro, porque yo te he amado más.

A Pedro le pide que lo ame de una manera especial, más que estos. Yo te lo pregunto, le diría Jesús, porque yo mismo te amo más.

Y entonces, porque estoy seguro de tu amor, porque sé que tu corazón me pertenece. Aún más que tu corazón es el mismo mío, te encargo a mis ovejas. Son tuyas porque son mías, porque tú y yo somos uno.

Entonces, si tenemos un mismo corazón, las apacentarás, es decir, les darás la paz que yo he traído al mundo.

FUNDAMENTO DEL SACERDOCIO

Es una pregunta, que revela una profunda verdad sobre el sacerdocio. El amor es su fundamento esencial.

Fíjate como Jesús no pregunta a Pedro sus habilidades de liderazgo, sino sobre su amor. Será el amor el que capacite a Pedro para aceptar ser el vicario de Cristo en la Tierra y apacentar las ovejas de Jesús para guiarlas, para protegerlas con el mismo amor que Cristo tiene por ellas.

Este amor, que no solo es un sentimiento, es una entrega total, es un compromiso de servicio y de sacrificio que llevará a Pedro a dar la vida.

Y a ti, sacerdote, que me escuchas, que compartes la misma vocación que la mía, pues Jesús nos hace esta misma pregunta y lo sabemos bien.

No nos ha ordenado sacerdotes solamente para confiarnos las almas. No nos ha preguntado si sabemos mucha teología… Si tenemos una gran inteligencia o si somos muy populares, muy líderes… O si desarrollamos un gran don de gentes…

No. Jesús, lo único que nos pregunta a ti y a mi hermano sacerdote, es lo mismo que le preguntó a Pedro:

«¿Me amas?»

Porque entonces tendré la seguridad de que apacentarás a mis ovejas, aquellas por las que yo he muerto en agonía.

sacerdote

¿QUÉ ES SER SACERDOTE?

Pero, ¿qué es ser sacerdote? Pues el sacerdote es el que sube al Cielo y se llena de los dones de Dios y baja a la tierra para distribuirlos a los hombres.

Sacerdote es aquel que continúa sobre la Tierra de modo visible la presencia invisible del Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo.

Es aquel que se inmola cada día en el altar junto con la víctima que presenta en la patena para gloria del Padre Celestial, y la salvación de los hombres.

Sacerdote es aquel enamorado que ronda los sagrarios. Que vive en torno a ellos, que enciende en ellos el fuego de su amor para después comunicarlo.

Es aquel que ha consagrado su existencia a liberar a otros de las ataduras del pecado del demonio, desviviéndose, es decir, dejando su vida hora tras hora, día tras día, tras la rejilla del confesionario.

Sacerdote es aquel que ama a todos los hombres sin excepción, sin particularismos, sin condiciones, que no distingue entre ricos y pobres, sabios o ignorantes, simpáticos o antipáticos, porque descubre en todos un alma que vale toda la sangre de Cristo.

San Josemaría hablaba de que el sacerdote, debía ser sacerdote al cien por ciento.

DARLES LA GRACIAS

Y esto es lo que hoy en nuestra oración, le queremos pedir a Dios. Todos los que estamos escuchando esta meditación, queremos en este día darle gracias a Dios por el don que nos ha dado del Sacerdocio Ministerial.

Vamos a pedirle a Dios, Uno y Trino, que todos los sacerdotes sean sacerdotes cien por cien. Es decir, sacerdotes santos, sacerdotes no a tiempo parcial, todas las horas del día y todos los días del año, sacerdotes disfrutando de su sacerdocio.

Gozando de su sacerdocio en ese aquel saber ocultarse, y desaparecer para que sólo Jesús se luzca, para que todos puedan ver en el sacerdote a Jesús.

Hay otras palabras de san Josemaría que seguramente a ti, hermano sacerdote, al igual que a mí y a muchos, nos ha golpeado.

Escribió:

“El sacerdote tibio, ese es el gran enemigo de las almas”.

No le tembló la pluma cuando iba plasmando sobre el papel estas palabras. Lo hacía con profundo convencimiento.

Pero, ¿no es acaso el demonio el gran enemigo de las almas? ¿No habrá querido decir que el gran enemigo de las almas es el sacerdote apóstata, el renegado, el infiel, el que prevarica? No, dijo el sacerdote tibio.

¿Por qué? Pues quizá porque a los otros, al sacerdote apóstata, al que escandaliza, al hereje, al cismático, pues es fácil detectarlos y huir de ellos como del veneno.

Pero, ¿qué hay de aquel sacerdote que parece que es hombre de Dios y decepciona? Al que debería plantear metas altas e impide que otros suban.

Al que en lugar de presentar a Jesús, se presenta a sí mismo. Pues ese es un infiltrado.

En lugar de hacernos conocer al Hijo de Dios hecho hombre, nos presenta su caricatura.

Y PEDIR POR ELLOS

Y por eso, vamos todos hoy en esta fiesta a pedirle a Jesús, que ninguno de sus sacerdotes, seamos sacerdotes tibios. Que nos comprometamos todos a pedirlo a Dios para cada sacerdote en esta misa.

Cuando dentro de poco elevemos la patena sobre el altar, que notemos que pesa mucho, porque van a ir todas las oraciones, porque nuestro amor a Jesús sea un amor encendido, un amor ardiente.

Va también ahí, en la patena, el ofrecimiento de nosotros mismos y de nuestras vidas para que Dios nos conceda, en cada uno de sus sacerdotes, un sacerdote santo, de esos que cambian el mundo, de esos que se santifican santificando a otros.

Va María, acompañándonos. Madre nuestra, acompáñanos siempre. Quédate siempre junto a nosotros, como te quedaste con los apóstoles en la espera del Espíritu Santo en Pentecostés.

Y en esta fiesta jueves, justo después de aquel día, vino el Espíritu Santo sobre los apóstoles, y les dio la fortaleza, porque estabas Tú también con ellos para ir al mundo entero de Polo a Polo a llevar esa buena nueva de la alegría de tu Hijo resucitado.


Citas Utilizadas

Is 52, 13-53, 12

Sal 39

Lc 22, 14-20

Reflexiones

Señor, te pedimos en este dia por todos los sacerdotes, los que han consagrado su existencia y dejan su vida día tras día, tras la rejilla del confesionario.

Por todos ellos, que dan el cien por ciento de su vida al rebaño de Jesucristo.

Predicado por:

P. Josemaría

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