INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Ahora en mi casa, cuando hay alguna discusión o cuando hay una duda, a veces ni siquiera una discusión, sino una duda corriente en la tertulia, sobre cualquier cosa, lo que hacemos es que desenfundamos el teléfono y le preguntamos a la inteligencia artificial.
Hay preguntas que son muy tontas, muy básicas, muy superficiales. Por ejemplo, en estos días le preguntamos a la inteligencia artificial, ¿cuál es la diferencia entre el tenis de mesa y el ping-pong?
Por qué había gente que decía que no tenía absolutamente nada que ver, y otra que decía que era exactamente lo mismo. Y la respuesta ha estado poco en el medio.
Otro día le preguntamos la diferencia entre la lima y el limón… O la diferencia entre el higo y la breva… En fin, cosas que no tienen especial importancia.
Pero también le preguntamos por algo que si es de verdad es muy interesante y muy útil. Le preguntamos, ¿cuál es la diferencia radical, si es que la hay, entre la ley de Moises y la ley de Nuestro Señor Jesucristo?
La respuesta, la verdad, es que fue larguísima. Obviamente decía que había mucha coincidencia, pero que también había una ruptura. Pero claro, por la lista larguísima de diferencias, nos pareció más bien que eras más la ruptura que la continuidad.
LEY DE MOISÉS Y LEY DE JESÚS
¿Y por qué hablar de todo esto el día de hoy? Bueno, porque precisamente el Evangelio de hoy habla de la continuidad y la diferencia que hay entre la Ley de Moises y la de Jesús.
«Dijo el Señor a sus discípulos: No piensen que he venido a abolir la Ley y los profetas. No he venido a abolir sino a darle plenitud».
Y bueno, esta pregunta por lo tanto que le hicimos a la inteligencia artificial es importantísima, porque el Señor dice que «No he venido a abolir la Antigua Ley, pero la verdad es que sí he cambiado muchas cosas».
La inteligencia artificial, por ejemplo, hablaba en primer lugar de la naturaleza y el enfoque que la Ley de Moisés. Que había un montón de preceptos, más de seiscientos preceptos o indicaciones que tenían que ver con la vida cotidiana del pueblo de Israel, con la vida moral, la vida de ceremonias, la vida civil.
Toda una normativa que incluye también a los Diez Mandamientos.
En cambio, la Ley de Jesús se centra más en el amor y en la gracia y en la transformación interior.
De modo que esas reglas, es verdad que las hay, también en la ley del amor, la ley de Jesucristo, pero el criterio último o el criterio principal de todo esto es precisamente aquello que me hace amar más a Dios y más al prójimo.
Ese amor y esa gracia que nos da el Señor, lo que busca sobre todo, es la transformación interior para parecernos cada vez más a Cristo.
PONER ORDEN
Otra diferencia radical es el propósito de la ley de Moisés, que básicamente era meter orden. Ese pueblo de Israel, que era un pueblo rebelde, tenía que tener un orden para convertirse en Nación Santa, para poder vivir cara a Dios, para que se dieran cuenta de que ese pueblo no era absolutamente nada sin la ayuda de Dios.
Y obviamente, con la nueva ley, la Ley de Jesucristo, la ley del amor, en esto también hay una continuidad, pero también es muchísima novedad y radicalidad.
Porque en la vida de Cristo es verdad que cumple y perfecciona esto que acabamos de decir la ley de Moisés, pero sobre todo mete el acento también en el amor a través del cual Dios quiere salvarnos.
Porque Él es la norma,
«Él es el camino, la verdad y la vida».
Y al vivir, al intentar vivir como Jesucristo, cumplimos con esta nueva ley que nos ha llegado.
Otra diferencia, tiene que ver con el sacrificio. Nos contaba la inteligencia artificial, que en la antigua Ley de Moisés había una centralidad del sacrificio.
Pero era un sacrificio ritual en el que básicamente un animal tomaba el lugar del hombre y el animal era sacrificado. Simbolizaba el sacrificio que limpiaba los pecados de toda la humanidad.
Mira, que gracias a Dios que esto cambió, porque yo no me veo como sacerdote degollando animalitos en la iglesia…
En cambio, con la Ley de Jesucristo, la Nueva Alianza, no hacen falta los sacrificios de machos cabríos como antiguamente; porque el sacrificio de Cristo es perfecto. Ha sido llevado a plenitud y no ha de repetirse.
EL SACRIFICIO DE LA CRUZ
Lo que si se repite, lo que se renueva en cada sacrificio del altar, es ese único sacrificio de Cristo en la Cruz, que también es un sacrificio que sigue la lógica del amor.
Bueno, también se pone el acento en la Ley de Moisés sobre el sacrificio externo, en cambio a ti a mí lo que Dios nos pide es que nos unamos a ese sacrificio único desde Jesucristo.
En esas cosas que nos cuestan en el día a día, esas cosas en las que podemos ver a Dios que nos pide, oye, haces esto por mí por amor.
Esto que te cuesta, esa sonrisa, este detalle de servicio llevado hasta el punto del extremo del amor, ese trabajo bien hecho, esa puntualidad, el orden y un larguísimo, etcétera de oportunidades que tenemos de demostrarle a Dios, con nuestros sacrificio, que le queremos.
Otra cosa que decía la inteligencia artificial era que, había muchas leyes, como lo habíamos dicho, que están grabadas en tablas de piedras. En cambio, el Señor, como prometía el profeta Jeremías, ha querido instaurar esta nueva ley en nuestros corazones.
La antigua ley dependía mucho más de la capacidad humana, de la capacidad de la propia voluntad y de la fuerza que uno tuviese. En cambio, la nueva ley incluye una nueva dinámica.
CREER EN DIOS
Hace poco vi una entrevista de un pensador español, y la verdad es que me parece sumamente inteligente. Acudió a una entrevista en España, no recuerdo el nombre del comediante que llevaba la entrevista, pero el hecho es que se la quiso pasar de listo con el entrevistado.
Le quiso lanzar una flor, pero la flor venía con veneno. Y le preguntó: —Oiga, ¿usted que es tán inteligente, cómo es que todavía cree en Dios?
Bueno, la pregunta tenía trampa, porque era un piropo, “usted que es tan inteligente como cree en Dios”. Hay veneno.
Y entonces la premisa es que, “o se es muy inteligente, o se cree en Dios”.
Entonces la respuesta que dió el entrevistado, como digo es sumamente inteligente, decía algo así: “que el tonto se cree el ser más inteligente del universo, mientras que si uno es listo, si uno es inteligente, se da cuenta de que hay muchas cosas que uno no puede entender”.
Se tiende a pensar, “tiene que haber una inteligencia superior a la mía, que haya pensado en estas cosas”. Y, ¡caray! porque llamo tonto muy veladamente, al entrevistador.
Y esta es la lógica del cristianismo. Nosotros ahora nos vemos limitados, ya la ley de Moisés demostraba expresamente esto, que éramos gente, éramos personas limitadas.
AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS…
Ahora con la nueva ley sabemos que hay una inteligencia superior, algo que nos supera, algo que puede hacer muchísimas más cosas de las que podemos hacer nosotros con esta limitación.
Pero además, ese Ser que nosotros llamamos Dios, nos ha demostrado y nos sigue demostrando, que nos ama con locura.
Y ahora nuestras limitaciones ya no son tanto obstáculo, obviamente siguen estando allí: pero ese Ser Superior nos demuestra que nos ama, y su amor, sumado a su omnipotencia y a su misericordia, son capaces de pasar por encima de nuestras limitaciones.
¡Qué maravilla esta nueva ley de Jesús! Es verdad que hacía falta la preparación larguísima del pueblo de Israel, de la humanidad en general, con esa antigua ley.
Pero qué maravilla esta nueva Ley de Jesús, en la que nosotros nos podemos preguntar una y mil veces durante el día: ¿cómo puedo yo parecerme cada vez más a este Dios que ama con locura? ¿En qué cosas puedo mejorar mi capacidad de mostrarle a Dios que le amo con todo lo que tengo?
Una ley que no consiste tanto en memorizar seiscientos y tantos preceptos, sino memorizar básicamente dos, que son los que Él los resume:
«Amar a Dios sobre todas las cosas, y amar el prójimo como uno mismo».
Cambia la ley. Se renueva la ley. Hay una nueva exigencia. Pero ahora estamos impulsados por el motor del amor.