Hoy celebramos, en la Iglesia a dos pilares, basas, fundamentos sólidos de la Iglesia: san Pedro y san Pablo.
Voy a invitarlos a un ejercicio, vámonos todos a la Plaza de San Pedro en Roma. Que, por cierto, ahora, debe estar haciendo calorcito, debe estar ya la temperatura alta, pero no importa. Todos los peregrinos que van por estos días a San Pedro están felices y los que están en Roma paseando están felices.
Bueno, pues a la izquierda está, mirando la fachada (estamos en la plaza y estamos mirando hacia la fachada), pues a la izquierda notamos que hay una estatua de un apóstol, una estatua especial. En la parte superior de la fachada está Jesucristo en una mitad, a su derecha unos cuantos apóstoles y a su izquierda otros cuantos.
Pero, en la parte baja, como entre el pueblo hay dos estatuas importantes: a la izquierda san Pedro (que lo distinguimos porque sostiene dos llaves, una llave dorada y una llave plateada) y a la derecha, san Pablo.
SAN PEDRO
Vamos primero a fijarnos bien en la estatua de san Pedro. Tiene esas llaves: una llave dorada y una llave plateada. Aparece en un pergamino -también tiene un pergamino- y en latín aparece la siguiente frase: Et tibi dabo claves regni caelorum. Qué justo es lo que aparece hoy en el Evangelio.
Justo aparece esa cita hoy en el evangelio, porque es el momento en el que Tú, Jesús, le das las llaves a San Pedro:
“Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.”
(Mt 16, 18).
Ahora leo en latín lo que sigue: “Et tibi dabo claves regni caelorum”, qué traducido:
“te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los Cielos y lo que desates en la tierra quedará desatado en los Cielos” (Mt 16, 19).
Ese es el extracto de este pasaje del evangelio que aparece en ese pergamino que sostiene san Pedro, Et tibi dabo claves regni caelorum. Y Tú, Señor, le das a Pedro las llaves del Reino de los Cielos, para abrir. Está bien. La llave dorada, podría ser, porque hay otra que es plateada.
Esa llave dorada, efectivamente, es para el Cielo, representa la llave que abre el Cielo. Y la plateada para la tierra. Esa llave representa esa autoridad, para las cosas divinas, pero también para las cosas humanas.
Porque la Iglesia está cimentada en Jesucristo, en san Pedro, pero está en este mundo, hace parte de este mundo, hace parte de la historia de este mundo; y, Señor, ¿será que esas llaves le pesan a san Pedro? Pensamos ahora, por ejemplo, el Papa León. ¿Le pesan? O, ¿son llaves que ni siquiera se dan cuenta?
Uno de estos días, vi una persona que limpiaba en pasillo y llevaba colgando un manojo de llaves, y entonces iba tintineando y sonando ese manojo de llaves.
CON LA AYUDA DEL ESPÍRITU SANTO
Pues, Señor, ¿a san Pedro le pesan esa llave dorada, esa llave plateada? ¿Suponen una carga? Yo creería que sí. Yo creería que sí… Et tibi dabo claves regni caelorum, son una carga, pero tiene la ayuda y la gracia del Espíritu Santo. Por eso las puede sostener, si no, se le caerían inmediatamente.
Si no, sería incapaz de sostenerlas, ni siquiera un instante. ¿Quién puede sostener y gobernar el Cielo y la tierra, la Iglesia que es para el Cielo y está en la tierra? Nadie, nadie, ningún Papa; por más inteligente, sabio, erudito, santo podría si no tiene la asistencia y la ayuda del del Espíritu Santo.
Hoy mirando a san Pedro con esas llaves podríamos, Señor, pensar, no sé, se me ocurre una pregunta: ¿Dónde están mis llaves? ¿Cuáles son mis llaves? ¿Qué puertas abro con mis llaves? ¿Qué dones, decisiones, responsabilidades me ha dado Dios?
Yo ¿estoy dispuesto a utilizar esas llaves que Dios me ha dado, para abrir puertas, no para cerrar, mejor abrir?
SAN PABLO
Bueno, pues ahora nos giramos para la estatua que está a la derecha, es una estatua de san Pablo. La hizo el escultor Tadolini, que era discípulo de Canova. Estuve averiguando y el artista no representó al apóstol en la manera tradicional. Porque lo representa con una espada, pero la espada está vuelta hacia arriba.
Y se ve que, en el momento en el que pone la estatua allí, hay una contradicción grande, porque así no se representaba a san Pablo. San Pablo se representaba con una espada, pero mirando hacia abajo. En una actitud de mansedumbre, en cambio, Tadolini lo representa con una espada, pero con la punta apuntando hacia arriba. Dirigida hacia arriba.
Eso, al parecer, no pasó desapercibido al espíritu de los romanos. No disimularon. No sé, el asombro y la sorpresa por esa posición extraña de la espada levantada… Y claro, Señor, yo pienso que ese desacuerdo, esa sorpresa tiene su fundamento.
¿Por qué? ¿Porque, quién era san Pablo? No se nos puede olvidar que san Pablo era un perseguidor de los cristianos. Y si yo veo a san Pablo como perseguidor de los cristianos, una espada apuntando hacia arriba, digo: Pues este hombre, ¿este hombre, será que sigue atacando a la iglesia? ¿Será que quiere seguir buscando a los cristianos, para llevarlos a la cárcel e incluso para matarlos?
Como sucedió con san Esteban protomártir, que los verdugos pusieron las ropas a los pies de Saulo. Por eso que, que posición tan extraña.
AMOR A CRISTO
Se ve que, una noche, un anónimo poeta salió en defensa de Tadolini, del escultor y aprovechando que la estatua del santo se encontraba en esa posición como como de leer un edicto, pues colgó en el pergamino que lleva a san Pablo en su mano derecha, un cartel con la siguiente inscripción: “Si un día levanté mi espada contra Cristo / luego la bajé después de haberlo visto / Y es bueno que usted sepa, oh mundo triste, / que ahora la elevé por amor de Cristo.”
Bueno, pues ahí vemos también a san Pablo con esa espada, con ese pergamino. Pero hay que decir que esa no es la inscripción que tiene el pergamino. Tiene otra inscripción, tiene una inscripción que dice que retoma unas palabras de la Carta a los Filipenses, en el capítulo 4:
“En Dios mi fuerza, todo lo puedo.”
(Fl 4, 13)
Claro, san Pablo se enfrentó a unos retos especiales. Para él, como perseguidor, primero que lo aceptarán los cristianos, que tuvieran credibilidad y luego la misión de hablar de la verdad del cristianismo. La verdad del evangelio, como una espada cortante, con claridad, con valentía, sin lastimar.
Sabiéndose acompañado por la gracia de Dios, por la gracia del Espíritu Santo, por la gracia de Jesucristo. Jesucristo que le habló:
“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”
(Hch 9, 4).
Ahí están esos dos santos, con sus propios estilos y nos muestran dos facetas del cristiano. Pedro, figura del servicio y de la autoridad espiritual. Pablo, un héroe, si podemos llamarlo así del testimonio de la proclamación.
No todos estamos llamados a abrazar y a tener esos mismos roles en la Iglesia, ¿cierto? Pero, sí que estamos llamados a ser apóstoles, todos los cristianos somos apóstoles. Todos tenemos la misión que tenía los apóstoles.
Pues, Señor, te pedimos que nos des la humildad de Pedro, para abrir caminos con nuestras llaves y el valor de Pablo para defender y anunciar con fuerza Tu verdad. Fortalece nuestros dones para servirte con generosidad, Señor.
Acudimos a Nuestra Madre, la Reina de los apóstoles. Ella, que siempre tuvo cerca a los apóstoles, los unió en un mismo amor, junto a la Eucaristía, junto a la oración… Vamos a pedirle a Nuestra Madre también que proteja e interceda por la misión que tiene nuestro queridísimo Papa León.
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