Jesús, estoy grabando esta meditación en un aeropuerto… Se ve de todo en esta vida, pero bueno, Señor, es el momento que tengo para hacer este ratico de oración.
Me alejé a un rinconcito, es un aeropuerto grande entonces tiene diferentes estancias, diferentes lugares y este está, yo creo que, discreto. Aquí no estoy llamando la atención, bueno me acaba de mirar un señor, pero, bueno, yo voy a seguir haciendo mi oración.
Aquí está pasando una máquina automática que limpia los pisos y todo eso nos sirve para hacer oración.
Bueno, Señor, leí hace poquito un texto que dice así:
“El santo desprecia los bienes de este mundo, tiene en nada todo aquello por lo que los hombres se afanan y trabajan y así, su corazón es libre para amar a Dios. San Pablo decía que lo daba todo por perdido y lo tenía por basura con tal de ganar a Cristo”.
Señor, no me gusta de la descripción, lo de: “El santo desprecia los bienes de este mundo”. No, yo creo que la palabra desprecia no está muy acertada en este texto, porque un cristiano no desprecia nada, porque Tú Jesús, Tú, Señor, no despreciaste nada de este mundo, nada, nada.
La invitación es a estar desprendidos, a vivir la pobreza. Curiosamente, la meditación anterior que prediqué en “Hablar con Jesús”, también fue de esta virtud, de la pobreza. Seguimos por esa línea, me estás hablando como muy clarito a mí también.
Precisamente, en este aeropuerto, en algún momento pensé: esto no es un aeropuerto, esto es un centro comercial. El Duty Free para acá, el Free Duty… tiendas de todo tipo, perfumes, ropa para mujer, ropa para joven, ropa para niños, accesorios, todo tipo de restaurantes… impresionante. Y, además, ¿cómo se paga? Con el celular. No hay que sacar monedas ni billetes, entonces, así como que no cuesta tanto gastar el dinero.
LA POBREZA ES PARA AMAR
El evangelio de la misa de hoy dice:
«Nadie puede servir a dos señores, porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo»
(Mt 6, 24).
Señor, la pobreza nos insistes nuevamente en este rato de oración en la pobreza como virtud. Una invitación a imitarte a Ti, a seguirte a Ti, en la pobreza.
Pero ojo, la pobreza es para tener una gran libertad. La pobreza es para amar a Dios y a las almas.
Si uno vive la pobreza para amarse a sí mismo, ¡fuera! Que vivas de las riquezas y que vivas para la riqueza. Pero si uno vive la virtud de la pobreza para tener más libertad, para entregarse más a Dios y a las almas, váyase por ahí, coja ese camino, coja ese avión.
El hombre de este mundo -y yo me incluyo- se dedica a los afanes terrenos. Todo está centrado en eso: pensamientos, planes, cosas, tareas, afanes…
Recuerdo el discurso que dio Roberto Benigni cuando ganó el premio Oscar en 1997 por La Vita è Bella, La vida es bella. De pronto ya lo conoces, pero durante el discurso, cuando recogió el Oscar a mejor película, Benigni dijo:
“Agradezco a mis padres en Vergaio, un pequeño pueblo de Italia. Me dieron el regalo más grande: la pobreza”.
Aunque el público emitió una sonora carcajada, resulta difícil no sentir un nudo en la garganta ante la verdad de lo que parecía una frase irónica.
“Tengo dos hermanas. Sólo teníamos una cama y dormíamos todos en ella; mis padres, mis hermanas y yo. Los mejores momentos de mi vida pertenecen a mi infancia.
Mis padres me enseñaron mucho, aunque no sabían leer ni escribir. En nuestra pobreza éramos príncipes, aristócratas; éramos los dueños del mundo y era hermoso. Es la pobreza la que te hace rico. Cuando perteneces al mundo, el mundo te pertenece”.
Ojo, “cuando perteneces al mundo, el mundo te pertenece”. Qué tal esta libertad de espíritu que tiene este personaje cuando da ese discurso, al ganar el premio -me puedo equivocar, pero me parece a mí-, el más importante del cine mundial.
Por eso, Señor, si alguno de los que escucha esta meditación ha conocido, ha tocado, ha sentido la pobreza en carne hedosa, en carne y hueso, que le dé gracias a Dios, porque es un regalo, así como lo manifiesta Benigni. Darle gracias a Dios.
Jesús, todo para parecernos a Ti. Si vamos demasiados cargados de riquezas y bienes materiales y no nos despojamos de las ambiciones y de las cosas de este mundo, jamás podremos avanzar hacia Ti, jamás podremos llegar al Cielo, jamás podremos alcanzar las cosas esenciales de este mundo, de nuestra existencia.
LA RIQUEZA ESTÁ EN EL ESPÍRITU
En este momento me acuerdo algo que decía el Papa Francisco que es divertido, es chistoso. Él decía:
“Nunca, he visto un camión de mudanza a acompañar un cortejo fúnebre. Nos llevamos sólo lo que hemos compartido con los demás”
(Papa Francisco. Audiencia General, 9 de febrero de 2022).
Gastar todas las riquezas que tenemos en el espíritu, en el ánimo, en la personalidad, en el carácter para compartir con los demás.
La riqueza está en tener espíritu cristiano, en tener espíritu para parecernos a Ti y poder compartir ese mismo espíritu. Ahí está la riqueza, esa es la riqueza.
Señor y podemos meditar muchos pasajes de la Escritura, muchos pasajes que nos ayudan a escucharte a Ti.
Por ejemplo, cuando hablabas que es muy difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos, que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja. Y los apóstoles te preguntan,
«Entonces, ¿quién puede salvarse?» Y Tú les respondiste: «Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo»
(Mt 19, 23-30).
Por eso también te pido, Jesús, te pedimos la gracia para vivir la virtud de la pobreza. Te pido la gracia de vivirla como una virtud para parecerme a Ti. Y si nos parecemos a Ti, estaremos libres para la batalla. Estaremos libres y prestos para la misión apostólica.
“Como el rey David, antes de ser rey David. Cuando Goliat desafía al ejército de Israel, sale fuertemente armado, es un tipo grandísimo, medía seis codos y un palmo. Tenía un yelmo de bronce que cubría su cabeza. Llevaba una coraza de escamas que pesaba cinco mil siclos de bronce, polainas y una jabalina de bronce y la espada.
Su lanza pesaba seiscientos siclos de hierro y delante de él iba un escudero. En eso se presenta David y Saúl le pone sus vestiduras: le pone un casco, le coloca la coraza, le ciñe la espada. Pero David dice que no puede con la vida, que no puede caminar así y se despoja de todo eso. Y así se enfrenta a Goliat y lo vence, lo supera, gana la batalla”
(La fuerza del silencio [Mundo y Cristianismo. Spanish Edition] Cardenal Robert Sarah).
Es un ejemplo muy bonito.
Si vamos demasiados cargados de riquezas y bienes materiales y no nos despojamos, sobre todo en el corazón de las ambiciones de este mundo, no podemos avanzar.
Yo quiero avanzar libre, pero para lo que importa, la libertad del corazón. Libre para amar, no para ser esclavo de nada, ni de nadie, de ningún bien material. De Ti, Señor, ser esclavo del amor, del amor a Dios y del amor a los demás. Lo que importa es el corazón
Y cuando tienes el corazón en las cosas grandes, ahí sí, es realmente cuando vives la pobreza. El desprendimiento. Las cosas grandes son las cosas esenciales, que son muy poquitas. Que pongamos el corazón en las cosas grandes.
Acudimos a nuestra Madre, santa María. Ella conoció la pobreza de verdad, pero nunca le faltó nada. ¿Por qué? Porque lo tenía todo, tenía lo más importante, lo más valioso: a su Hijo Jesucristo, el mismo hijo de Dios encarnado.
Me despido, Señor, de Ti, desde este aeropuerto.
No me van a querer, pero mientras estaba grabando esta meditación vino una persona, extendió un pequeño tapiz en el suelo y empezó a inclinarse para también hacer su oración.
Señor, Tú eres el Dios de todos, cuídanos a todos, gánanos el corazón a todos, que nos enamoremos de Ti, que nos salves.