ESCUCHA LA MEDITACIÓN

Lo que mancha a un niño

La cruz de Cristo es la salvación del género humano; sobre esta columna se construye su casa. Cuando hablo de la cruz, no me refiero al madero sino a la pasión. Esta cruz se encuentra tanto en Bretaña como en India y en el universo entero…. Feliz aquel que lleva en su corazón la cruz y la resurrección, al igual que el lugar de su nacimiento y el lugar de la ascensión de Cristo al cielo.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.
Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda, intercedan por mí.

Meditación
El Evangelio de este jueves de la 30ª semana del tiempo ordinario tiene una frase que me parece que es central. Dice Jesús:

“Debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.”

Y después hace esa exhortación que llama tanto la atención:

“Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados. ¿Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste? Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más hasta que llegue el día en que digan:¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”

Estas palabras de nuestro Señor Jesús son muy fuertes. “Jerusalén, Jerusalén, tú que matas a los profetas…”
Y ahora mismo, Jerusalén es una ciudad donde confluyen la cristiandad y la santidad. Es una ciudad santa para los judíos y también para nosotros, los cristianos; incluso para los ortodoxos y los musulmanes. Esta ciudad santa es, sin embargo, escenario de una tensión terrible entre varias potencias que se disputan su predominio, especialmente entre los israelitas y el pueblo de Palestina.
Sin entrar en detalles, el Papa nos está pidiendo mucho que recemos por la paz en esos lugares que hoy viven una paz tan frágil. Vale la pena, Señor, que acudamos a Ti para pedirte que les des esa paz.

Reflexión sobre la Cruz

Es interesante cómo se ha interpretado este pasaje a lo largo de los siglos. Fíjate que San Jerónimo, ya en el año 347, hablaba de esto:

“Jerusalén, Jerusalén, ¿Cuántas veces he querido reunir a tus hijos?”

Y él hacía una referencia a la Cruz, diciendo:

“La Cruz de Cristo es la salvación del género humano. Sobre esta columna se construye su casa. Cuando hablo de la Cruz, no me refiero al madero, sino a la pasión. Esta Cruz se encuentra tanto en Bretaña como en la India, y en el universo entero. Feliz aquel que lleva en su corazón la Cruz y la resurrección, al igual que el lugar de su nacimiento y el lugar de su ascensión al cielo.”

O sea que San Jerónimo, ya en los primerísimos años del cristianismo, hablaba sobre lo importante que es tener la Cruz en el corazón, no solo en un sitio físico. Por supuesto, Jerusalén siempre ocupará un espacio fundamental en nuestro cariño, pero sobre todo debemos cultivar el amor a la Cruz y a la pasión del Señor.
En el diálogo con Jesús, muchas veces los sacerdotes nos invitan a meditar en este aspecto: unirnos a la Cruz de Cristo, una Cruz que nunca deja de ser algo nuevo, que debemos descubrir y redescubrir, sin dejarnos llevar por aquello que nos aleja de Él.
¿Y qué nos aleja de Él? Fundamentalmente, el pecado. También esa sensación de no querer perdernos nada, esa tentación de estar “al día”. Porque, como decía Tácito, un gran pensador romano, “gran parte de la sabiduría consiste en no conocer algunas cosas.”

La cruz de Cristo es la salvación

La pureza y la prudencia

Efectivamente, nos interesa conocer la Cruz de Cristo, y no nos debería interesar tanto conocer otras realidades del mundo. Cuando los niños me preguntan por qué deben abstenerse de ver programas de televisión para adultos, suelo aclararles que esos programas —al menos en el ámbito de la sensualidad— no son para niños ni para adultos. Debemos tener en cuenta que lo que mancha a un niño, mancha también a un viejo.
Esta idea, inspirada en la predicación de San Josemaría, nos recuerda que lo que contamina el alma no distingue edades. Y es que, volviendo a Tácito, gran parte de la sabiduría consiste en no conocer algunas cosas, porque dejan una marca en el alma.
Hoy, ante la proliferación de mensajes tan destructivos para el hombre, para la familia y para el mundo, tenemos innumerables oportunidades de vivir este consejo. Es un magnífico principio de humildad y prudencia, especialmente frente a ciertas series —en Netflix o en otras plataformas— que se vuelven un “éxito”, pero que contienen contenidos inmorales que hacen caer en pecado o, al menos, predisponen al corazón a ello.
Series, libros o conversaciones muchas veces están impregnados de lujuria. Y, a diferencia de otras ideas, como las filosóficas o políticas, que se pueden debatir con argumentos, los contenidos sensuales afectan directamente el corazón y la pureza. Nadie es inmune: ni el teólogo afamado, ni el ignorante; ni el niño, ni el anciano; ni los hombres ni las mujeres; ni los casados ni los solteros; ni siquiera los sacerdotes.
En lo que se refiere a la lujuria, no hay bibliografía que sirva como antídoto eficaz.La única receta es la humildad de reconocer nuestra debilidad y huir de las ocasiones de pecado. Porque en esta materia nos enfrentamos a un demonio que actúa como un perro furioso que ladra, pero que solo muerde a quienes se le acercan.

Consejo final

Finalmente, quiero recomendarte —como lo hace Tissot en su magnífico libro El arte de saber aprovechar nuestras faltas— que, siguiendo el consejo de San Francisco de Sales, tengas, como los buenos navegantes, tus propias cartas marítimas: es decir, tus mapas personales de tentaciones y pecados.
Sé prudente y humildemente prevenido contra todos aquellos lugares, conversaciones y temas en los que antes has caído, para que ahora los evites. Así podrás esquivar los escollos, como los navegantes que evitan los sitios rocosos y las corrientes difíciles.
Nosotros, los pecadores, si somos humildes, haremos lo mismo: aprender de la experiencia —propia y ajena— cuáles son aquellas ocasiones que pueden dañar nuestras almas. Y llegado el momento, sabremos huir de ellas con prudencia y humildad.
Así podremos vivir lo que Cristo dice en este Evangelio:

“He querido reunirlos bajo mis alas, como la gallina reúne a sus pollitos.”

Ahora nos toca a nosotros actuar, quitando la impureza de nuestras vidas y las ocasiones de pecado, aunque todo el mundo lo haga o lo considere normal. Porque lo que más nos interesa es estar con Jesús, y eso significa llevar su Cruz y quitar de nuestro camino todo lo que nos aparte de Él.

Oración final

Vamos a poner estas intenciones en manos de nuestra Madre, la Virgen:
Gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación. Te pido ayuda para ponerlos por obra.
Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda, intercedan por mí.


Citas Utilizadas

Romanos 8, 26-30
Salmo 12, 4-5
Lucas 13, 22-30

Reflexiones

La cruz de Cristo es la salvación del género humano; sobre esta columna se construye su casa. Cuando hablo de la cruz, no me refiero al madero sino a la pasión.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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