Llegamos al último día del año. Me acuerdo cuando vivía en Roma que me enteré que se corría en Madrid, en el día 31 de diciembre, una carrera de 5, 10 km y tenía el nombre de Carrera de San Silvestre.
Después supe que no era el único lugar, sino que también en otras partes del mundo se hace esa carrera, incluso en Buenos Aires. La Carrera de San Silvestre tiene un tono de esfuerzo: es una carrera que uno quiere dar lo mejor, pero también un tono festivo, incluso, con notas de solidaridad en algunos casos.
Bueno, yo pensaba, último día del año, uno podría llegar muy cansado y terminar con una carrera… ¿No sería mejor, simbólicamente, empezar el 1 de enero con una carrera? Quiza también.
Pero, nos viene bien, para nuestra oración hoy, hablar con vos, Jesús, porque queremos terminar bien el año, hacer el último esfuerzo. Sobre todo, es un buen día para mirar un poco para atrás y ver cuántas bendiciones, cuántos dones, cuántos regalos a lo largo de este año.
Si bien, uno podría decir: –No cambia nada, es una vuelta en el calendario. Sin embargo, esta fecha es así, nos hace pensar que la vida va pasando y que para nosotros el tiempo no es un simple ciclo que se va repitiendo, sino que venimos de algún lugar y vamos hacia algún lugar.
Fechas así, como un año que se cierra, que se acaba, nos puede llevar, por un lado, a ver cómo Dios ha actuado: que nos ha llamado a la vida, nos ha ido regalando tantos dones, que nos has ido guiando, Señor.
También pensar en: ¿cómo voy? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué ritmo estoy llevando con esas carreras? Que siempre hay una meta y que siempre uno procura correr lo mejor posible.
AGRADECER AL SEÑOR
Podemos considerar, ahora, Señor, tus dones. Algunos, quizá, habrán tenido un año que pueden decir: “Ah, qué buen año fue” o “Fue un año duro y difícil”. En cualquier caso, con la fe sabemos, Señor, que todo puede ser para bien. Todo es para bien de los que aman a Dios.
Por eso, incluso, esas cosas que nos hayan costado, que nos hayan parecido difíciles, duras, también puede ser que nos hayan ayudado, en algún otro aspecto, a acercarnos a otros, a que otros se acercara a nosotros, que estuviéramos, Señor, acudiendo más a vos, contando más con tu ayuda.
Pensemos, ¿qué te puedo agradecer, Señor, este año? En lo espiritual, en lo familiar, laboral… Y de entrada, que es un año más, que significa que me diste un año más de vida y también un año en el que estuviste vos.
Justo hoy, en el calendario es el final del 2025; en la liturgia, en el evangelio de la misa se nos habla no del final, sino del principio. Juan, tan elevado teologicamente, nos habla del principio en el que existía Dios y que el Verbo estaba junto a Dios, que el Verbo vino a los suyos, se hizo carne y habitó entre nosotros.
Pero, dice también, que los suyos no lo recibieron. Y a los que sí lo recibieron, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Pensar en el final del año, en todo lo que hemos recibido y pensar que va avanzando el tiempo y que también nuestra vida en un momento llegará a su final, nos puede llevar a considerar que el Verbo se hace cercano. Que vos, Jesús, estás en nuestra vida, recorres el tiempo, sos el principio y el fin, estas siempre junto a nosotros.
CRECER Y ESTAR MÁS UNIDOS AL SEÑOR
Y que a lo largo de ese tiempo nosotros podemos ir acercándonos más a vos. Podemos crecer, yo no quiero llegar siempre igual al final de año; no quiero quedarme donde estoy parado.
Te acuerdas lo que decía san Agustín: “Si dices basta, estás perdido.” Si me dijeran, sí estoy bien, al menos en la relación con Dios, en el amor a Dios y al prójimo, ¿no? Quizá hay otras cosas que nos gustaría… A mí me gustaría: estoy bien físicamente, me gustaría quedarme así, con esta posición laboral o no sé…
Eso podría ser, que uno quisiera aunque tampoco es posible. Y acá viene algo también muy alentador que, si bien el tiempo es cruel en cierto sentido, hay cosas que uno llega como a su tope, en esas carreras que he comentado al principio, ¿no? Si uno corre 10 km, se impone su récord y hace un tiempo muy bueno y probablemente, en algún momento de su vida, ya no lo va a poder superar, porque el tiempo no viene solo y ya no tiene, quizá, esa flexibilidad, esa juventud.
En cambio, lo más importante es nuestra santidad, que es la caridad, que es, Señor, sabernos amados por vos, relacionarnos con vos. Tener con vos, Jesús, una amistad, modelar nuestro corazón a la medida del tuyo, nuestro carácter y nuestras prioridades.
También para querer decir más a los demás y tratarlos, Señor, como los tratarías vos. En todo eso, podemos crecer mientras estemos en esta vida, no nos va a faltar la gracia; que es lo que vos, Jesús, viniste a traernos. Y es lo que dice san Juan hoy en en el evangelio, en su prólogo, que la ley nos vino antes con Moises, pero la gracia nos la trajiste, vos, Señor, y dice que hemos recibido gracia sobre gracia.
DIOS NO NOS DEJA SOLOS
Mira, la ayuda de Dios no nos va a faltar, para que cada año y cada día sea fructífero, nos acerque más, Señor, a vos, nos haga más plenos, nos prepare para el verdadero final, ¿no? Que es ese salto hacia el cielo.
Por eso, ahora, con mucho agradecimiento por este año. Que lindo terminar así, agradeciendo. Gracias, Señor, por un año más. Gracias por tantos dones en mi vida, por las personas que pusiste, porque me ayudaste en los momentos difíciles, por tantos motivos te doy gracias.
Podemos también, como animaba y hacia mucho el Beato Álvaro, darnos cuenta que hay cosas en las que hay que pedir perdón. Perdón por las veces que me equivoqué, que actue mal, que no correspondí a esas ayudas, por las omisiones, por pensamientos, palabras y obras que no me acercaron a vos, que me apartaron de vos, perdón, Señor, de corazón.
Y abrirnos con mucha esperanza a esas nuevas carreras, la carrera de cada día. Correr y correr bien y en el camino. En el camino, Señor, que nos lleva a la plenitud de la unión con vos.
A vivir como hijos de Dios, los que lo recibieron y eso es lo que queremos que crezca: La plenitud de la filiación divina, vivir como hijos de Dios.
Señor, contamos con toda tu ayuda. También con la intercesión de Nuestra Madre, que nos mirará con muchísimo cariño, como procuramos ir avanzando en esa carrera hacia el cielo y ayudándonos también con su protección, con las gracias que nos concede de su Hijo.

