“Nadie que ha encendido una lámpara la tapa como una vasija o la mete debajo de la cama sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público. Al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener”.
Dice el Evangelio de san Lucas que toca hoy.
El último año que estuvo san Josemaría en la tierra fue el año 1975 y nos pidió que ese año repitiéramos mucho la jaculatoria del ciego del Evangelio, ¡Señor que vea! Pero que además agregáramos, ¡Que veamos todos, que vean muchos más! Resulta que muchas veces no vemos la realidad porque estamos distraídos en tantas cosas que pasan o estamos preocupados dándole vueltas y vueltas a nuestros problemas.
Es entonces cuando necesitamos que el Señor nos dé luces para ver, para darnos cuenta, para descubrir la realidad. Dios nos hace ver la realidad y a veces nos quedamos asombrados de ese descubrimiento. Recibimos esas luces cuando somos humildes. Cuando le pedimos al Señor como el ciego del Evangelio,
¡Señor que vea, Señor hazme ver la realidad!
¡SEÑOR QUE VEA!
Es muy importante ver la realidad y no estar en la luna, como se dice, o en las nubes. Nos aconsejaba san Josemaría tener la cabeza en el cielo para poder tener los pies en la tierra. El cielo nos da claridad y paz. Porque Dios está allí. Dios está de por medio. Dios nos habla. Dios es muy locuaz. Dios nos dice las cosas. Y nosotros confiamos en Él. Y cuando confiamos en Él, estamos con paz, ya no hay nerviosismos ni impaciencias, hay serenidad.
La serenidad es una virtud que se tiene cuando se tiene la verdad. La verdad tiene una gran consistencia que hace que estemos tranquilos, serenos, con paz. El ciego que no ve la realidad puede parecer sereno porque no se da cuenta del peligro. ¿Cuántas personas se encuentran en esa situación? Y nos preocupa mucho cuando vemos una persona que no conoce, que no sabe y está en peligro.
La ignorancia es el peor de los males y puede ser culpable cuando no se ponen los medios para salir de ella. Hay una ignorancia culpable y otra que no es culpable. La que no es culpable, uno ve y pone los medios para ayudar a esa persona a salir de la ignorancia. Pero del otro que puede poner los medios para salir de ella, si no sale de ella ¿tiene culpabilidad?.
PONER LOS MEDIOS
La Iglesia predica siempre la Palabra de Dios, siempre está predicando la Palabra de Dios continuamente para acercar a las personas a Dios y para sacar a las personas de la ignorancia. La doctrina debe conocerse para poder vivir en gracia de Dios, con los medios que Dios nos alcanza para ser felices, con la pobre felicidad que se puede tener aquí en la tierra. Pero felices porque estamos camino de la felicidad total que es el Reino de los Cielos.
Tenemos que conocer la doctrina para poder ser felices. Tenemos que repetir muchas veces, ¡Señor que vea, Señor que vea! Que me dé cuenta, que escuche lo que me dices. Que viva lo que tú me enseñas y que le enseñe a los demás cuál es el camino. Es importante que todos conozcan el camino, que todos veamos el camino para que luchemos bien y ganemos.
Como dice san Pablo, algunos atletas corren en el estadio para ganar una corona perecedera, pero nosotros tenemos que correr para ganar la corona eterna, que es llegar a la meta, que es el Reino de los Cielos. Y la iglesia sigue predicando para que todos vean. Y el diablo también sigue su triste papel de desviar al hombre y alejarlo de Dios. El diablo es muy astuto y está siempre detrás. Todos los días interviene en nosotros. Tenemos que rechazar las tentaciones del diablo, huir de las ocasiones de pecado.
CONOCER EL CAMINO
Y el Señor nos ayuda con su gracia para estar bien. Hoy no son pocas las personas que viven prisioneras por las fuerzas del maligno. Piensan que están bien pero tienen manchado y desviado su corazón porque tienen aversión a determinadas personas e incluso odio y son capaces de destruir al prójimo porque quieren quitarse a alguien de encima o porque lo consideran enemigo.
Y no me refiero a los pobres soldados que luchan en las fuerzas armadas recibiendo órdenes, me refiero a las personas que han vendido su alma al diablo por un beneficio que desean recibir como Judas que vendió a su maestro por treinta monedas.
¿Cuánto dinero mal habido circula en el mundo? El que se consigue con la corrupción, el que se consigue por el narcotráfico o por la trata de personas, el que se consigue en la pornografía o el dinero que se les da a los sicarios para que maten a alguien. ¿Cuánto dinero se emplea para el mal? ¿Cuánto dinero se pierde en cosas que no valen la pena? En frivolidades, en vanidades, en antojos, en caprichos. ¿Cuánto dinero mal empleado? Dinero que hace falta para construir más colegios, más hospitales, lugares de recreación, para poder hacer viajes culturales que sean edificantes, para publicar libros que ayuden a ir por buen camino, películas que valgan la pena porque tienen historias buenas.
PODEMOS TRANSFORMAR NUESTRA VIDA
El diablo se mete en todo. Se ha metido en los libros, se ha metido en las películas, se ha metido en los políticos, se ha metido… incluso a veces en los educadores y se mete también en nuestros corazones si nos descuidamos. El diablo se mete en todo sin avisar y cuando uno se descuida… ya se metió y empieza allí a hacer destrozos. Todo lo arruina porque es el príncipe de la mentira y ha conseguido que mucha gente no crea en él y entonces puede penetrar con mucha más facilidad.
Hay muchas personas que no creen en el diablo y no les gusta que se hable del diablo o en todo caso que se hable del diablo como en las películas, como una película de terror. El diablo es real, es un ángel caído, es Satanás que quiere destruirnos y tenemos que cuidarnos. Y ahí la Iglesia nos alcanza muchas cosas para espantar al diablo. El crucifijo, el agua bendita, las bendiciones, el mismo escapulario de la Virgen.
El diablo siempre es malo, nunca será bueno, porque es diablo. Los seres humanos sí podemos ser buenos, sí podemos cambiar, sí podemos transformar nuestra vida. Las personas pueden mejorar, pueden cambiar, aunque se hayan ido muy lejos, pueden convertirse, pueden volver, todos podemos volver. Y el Señor espera, muchas veces nos espera que volvamos y que hagamos como el hijo pródigo volver a la casa del Padre.
NADIE DA LO QUE NO TIENE
Cristo viene para salvar a todos. Viene a rescatar al hombre, al ser humano que está mal, que está esclavizado por el pecado. Para eso viene Cristo. Y lo vamos conociendo poco a poco. Nos enseñaron primero en la casa, nuestros padres, después en el colegio hemos aprendido y hemos aprendido la verdad, la realidad. Todo lo que nuestros seres queridos nos han enseñado para formar nuestra conciencia, para saber distinguir el bien del mal.
Todo lo bueno viene de fuera, no surge de nosotros. Nadie da lo que no tiene. Por eso es la educación. recibir de nuestros padres, de nuestros profesores, de esas vidas buenas, edificantes, que son ejemplo, vamos recibiendo, vamos aprendiendo. De esos libros buenos, de esas películas buenas, de tantas cosas buenas para formar nuestra conciencia y ser personas buenas.
La Virgen nos ayuda a encontrar el camino correcto, Ella es la Madre del buen consejo, Ella también nos habla para seguir a Jesús y para ser buenos hijos de Dios.

