LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI
Había un preso que quería ver a su hijo –que estaba fuera, en su casa– y su mujer venía a visitarlo, pero nunca se lo traía porque no quería que su hijo estuviera en la cárcel. Después de un tiempo y de manera un poco inesperada, se empezaron a hacer unos partidos de rugby en esa cárcel por parte de voluntarios, con ánimo de ayudarlos a crecer en virtudes. Algo que quizá escuchaste hablar es de la Fundación Espartanos que ayuda a muchos presos, y a lo que me quería referir acá es que ese preso del que hablaba pudo ver a su hijo la primera vez que salió con el equipo de rugby de los Espartanos que entrenaban en la cárcel y pudieron hacer un partido afuera. Y ahí, además de salir y, como los demás del equipo que estarían muy ilusionados y contentos de estar afuera de la cárcel aunque fuera un día, éste en particular pudo encontrarse con su hijo.
Me acordaba de esto porque hoy, Señor, porque en la fiesta del Corpus Christi -se celebra hoy en muchos países, en otros se celebró el jueves pasado-, te sacamos a Vos, Señor –te saca la Iglesia-, a recorrer las calles. Un día en el año en el que salís, por así decir, de esa cárcel en la que estás voluntariamente en la Eucaristía, en cada Sagrario, para salir en procesión en distintas calles, en distintas ciudades.
Yo recuerdo con mucho cariño las fiestas de Corpus Christi que pude pasar en Roma, acompañado por tantas cofradías, tanta gente, el Papa mismo; desde la Basílica de san Juan de Letrán hasta Santa María la Mayor, la gente adornando los frentes de las casas, y todo ¿por qué? Para agradecerte, Señor, para rendirte homenaje en esta fiesta, porque quisiste quedarte tan cercano y, la realidad, quedarte un poco preso también en esa forma tan humilde del pan, esperándonos para que podamos ir a encontrarte en cada Sagrario, para que podamos alimentarnos de tu cuerpo, de tu sangre, tu alma y tu dignidad presente en cada hostia consagrada.
JESÚS VISITANDO NUESTRA COTIDIANIDAD
Pero hoy, Señor, te toca a Vos salir, ir por las calles.Recuerdo una homilía, en una fiesta como hoy, que Benedicto XVI decía que Jesús viene a visitar nuestra vida cotidiana –el lugar por donde nosotros caminamos, trabajamos, vivimos– al recorrer las calles, al recorrer al menos alguna la partecita de algún barrio. Qué buen día para recibirte, acompañarte, si tenemos esa posibilidad, hoy en la procesión de Corpus Christi, y también para ilusionarnos con que esa presencia tuya transforme nuestra realidad cotidiana, nuestro andar por la calle, nuestro ir al trabajo, encontrarnos con alguien, salir para pasear, por descanso, que visites nuestras casas, nuestro ambiente familiar...
Todo eso realmente querés hacerlo, no solo hoy, Señor, saliendo acompañado, con cantos, con júbilo, hoy en esta fiesta tan grande del Corpus Christi, si no querés hacerlo también con nuestra presencia en todos los lugares en donde nos movemos, donde se desarrolla nuestra vida diaria. Y para que sea así, también tenemos que ir nosotros a donde estás Vos. Si te vamos a visitar, si nos alimentamos de este pan de ángeles, si recibimos en la Eucaristía esa vida nueva que nos querés regalar, también te podremos llevar –podrás estar presente– en mi día de trabajo, cuando vuelva a casa, en la familia, entre los amigos, cuando vamos por la calle. Porque lo que hacés con este alimento para nuestra alma es lo que decía san Agustín: “No te convertirás en mí […] sino que me convertirás en ti”. Querés, desde la Eucaristía, hacer de nosotros otros cristos.
Hoy, Señor, ¿cómo agradecerte? ¿Cómo honrarte? ¿Cómo vivir bien esta fiesta tan grande del Corpus Christi? Bueno, lo primero, quizá, me decía si tenemos esta posibilidad de que sea una manifestación pública de nuestra fe, el unirnos a las procesiones. Quizá cuesta un poco, quizá no me queda tan cerca, pero qué bueno poder, Señor, devolverte algo también así uniéndome al pueblo fiel, al pueblo creyente, también manifestando ante todos mi fe, yendo a acompañarte.
EL MILAGRO DE CRISTO EN LA EUCARISTÍA
Además, ahora, en nuestra oración de hoy, podemos a preguntarnos: ¿Cuánto sos Vos, Señor, mi alimento? ¿Cuánto busco visitarte? ¿Cuánto busco acompañarte? ¿Cuánto me cambia que Vos te hayas querido quedar en la Eucaristía? ¿Cuánto me cambia a mí? Porque acostumbro ir a visitarte, porque me preparo para recibirte bien, porque voy a contarte algo, porque saludo cuando paso por una iglesia, pienso ahí en tu presencia… ¿Cuántos detalles podemos tener con Jesús presente realmente en la Eucaristía? Probablemente es de los lugares en donde Vos, Señor, sos más sensible a nuestro cariño, a nuestra delicadeza, al amor que pongamos. Si hacemos un esfuerzo por mostrarte nuestra fe y nuestro amor, a Vos presente en la Eucaristía, seguro, Señor, que lo valorásmuchísimo, porque estás ahí humilde, escondido.
También estás, sí, para recibir nuestro amor y para mostrarnos que sos fiel, que estás siempre presente, para encontrarnos porque nos queréssalvar. Pero también es cierto que te expusiste a muchos maltratos, a mucha indiferencia. A veces, incluso cosas que nos da mucha pena, verdaderos sacrilegios. Por eso hoy, Señor, vamos a procurar desde donde estamos, oyendo esa procesión o quizás yendo a visitarte, recibiéndote hoy en la misa con mucho cariño, bien preparados. Vamos a procurar también darte el cariño por los que no te lo dan, por ignorancia seguramente, pasan delante tuyo como si nada, o no valoran esa presencia, o no se preparan bien para recibirte, o no te buscan, no buscan esa fuerza, ese consuelo. Hoy Señor, te vamos a dar muchísimo cariño haciendo actos de fe, acompañándote, recibiéndote y quizá quedándonos un rato en acción de gracias, maravillados por este milagro diario que se produce en cada eucaristía, que el pan ya no es pan, sino que es Dios, que se hizo hombre, y que es hombre y Dios verdadero, y está ahí entre nosotros. Dios con nosotros.
Hoy es un día de acción de gracias para unirnos también a tu Madre, porque Ella es siempre el modelo y quizá de manera especial, de cómo iría a buscarte, Señor, cada domingo al celebrar los apóstoles la misa, después de que Vos subiste al Cielo. Y donde estás Vos, Señor, en la Eucaristía, está también María. Está, por supuesto, el Padre y el Espíritu Santo y la Virgen María también. Que Ella nos ayude a ser almas de Eucaristía, a tratarte con mucho cariño y hoy, Señor, especialmente, a gozarnos, agradecerte y quizá a sacar algún propósito para que te tratemos cada vez mejor.
Quizá en particular, los próximos días, como hay una costumbre que es la octava: durante ocho días, después del Corpus Christi, tener algún detalle con Vos, ir a visitarte o recibirte o, desde donde estamos, rendirte homenaje y agradecimiento.