Hoy celebramos al Papa san Pablo VI, un gran pastor de la Iglesia, el Papa del diálogo, el Papa de la modernidad, el Papa de la fidelidad. Su vida fue un puente entre la tradición y los desafíos del mundo contemporáneo. Su legado sigue siendo luz para la Iglesia de nuestros tiempos.
El lema del Papa san Pablo VI fue “in nomine Domi” que significa en latín en el nombre de Dios. Este tema fue elegido por el Papa para guiar su ministerio, pero refleja también su devoción y su fidelidad a Dios. Algo bastante similar a la del Papa León XIV, separados por décadas, pero ambos pontificados comparten ese compromiso por la justicia social, la paz, ese compromiso por una iglesia en diálogo con el mundo contemporáneo.
Giovanni Battista Montini nació el 26 de septiembre1897, en Concesio cerca de Brescia en el norte de Italia. Era hijo de una familia profundamente católica, comprometida socialmente y desde joven mostró una mente brillante y un corazón sensible. Algo muy similar también al Papa León XIV.
Fue ordenado sacerdote el Papa Pablo VI, Giovanni Battista Montini, en 1920 pronto entró en el servicio diplomático de la Santa Sede y ahí se destacó por su inteligencia y su discreción.
Durante muchos años trabajó en la Secretaría de Estado y más tarde fue nombrado arzobispo de Milán en 1954, donde desarrolló una gran labor pastoral, especialmente en el mundo obrero y universitario de esa ciudad.
Fue un obispo cercano al pueblo, preocupado por la justicia social y el anuncio del evangelio en la ciudad moderna. El 21 de junio1963 fue elegido Papa, sucediendo a san Juan XXIII, el Papa que había comenzado el Concilio Vaticano II. Le tocó a él, es enorme desafío de continuar y concluir el Concilio Vaticano.
PAPA PABLO VI
El llevó adelante con valentía, con prudencia, guiando la Iglesia de renovación profunda, pero muy fiel a sus raíces.
Entre los hitos de su pontificado, recordamos con gratitud la conclusión del Concilio Vaticano II en 1965. Cuyas reformas marcaron la vida eclesial de toda la modernidad: con una liturgia en lenguas vernáculas, con el papel de los laicos, con el diálogo ecuménico, con la apertura al mundo moderno.
Después, las encíclicas claves como Populorum Progressio hablando sobre el desarrollo de los pueblos y la justicia social, también esa encíclica Humanae Vitae sobre la dignidad de la vida y el amor conyugal. Hubo grandes debates, pero lo decía él: “si quieres la paz, defiende la vida”.
La verdad que un mensaje en contra del aborto, un mensaje también a favor de la vida. Un mensaje en el cual la Iglesia estaba pasando momentos muy revueltos.
Además, fue el primer Papa en viajar fuera de Europa. Visitó Tierra Santa, África, Asia y América. Cuando estuvo en Nueva York fue a la ONU y pidió ese: “Nunca más la guerra, nunca más la guerra.”
En una anécdota conmovedora, en un viaje a Filipinas en 1970, un hombre disfrazado de sacerdote intentó atacarlo con un cuchillo. El Papa fue herido levemente, pero continuó su misión sin dramatismos y casi nadie se enteró hasta que pasó un buen tiempo.
Su gran humildad, su fortaleza, fueron admirables. El Papa san Pablo VI fue también un Papa de gran sensibilidad espiritual. Vio con dolor las incomprensiones, pero nunca perdió la paz.
Su testamento espiritual es una joya de fe para toda la Iglesia. Ese pobre siervo que amó a la Iglesia con todo su ser, como decía él, murió el 06 de agosto de 1978 en la fiesta de la Transfiguración del Señor.
BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN
Fue beatificado por el Papa Francisco en 2014 y canonizado en 2018. En palabras del Papa Francisco, Pablo VI fue un gran timonel del Concilio, el profeta de una Iglesia en salida, atenta al mundo, pero fiel a Cristo.
Su ejemplo nos invita hoy también, con profundidad, a amar a la Iglesia y como pedía también san Pablo VI a tener esperanza, sobre todo a vivir también ese evangelio que nos enseña el día de hoy.
Hoy jueves recordamos que, en algunos lugares, se celebra la Ascensión del Señor. No quería dejar pasar el momento, para citar aquel refrán o la anécdota que dice: “Tres jueves brillan más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el jueves de la Ascensión”, o sea hoy, aunque lo celebraremos en muchos lugares el domingo próximo.
¿Te acordás? Terminaba el almuerzo, se levantan de la mesa, van los apóstoles, salen de la ciudad, toman el camino hacia Betania. Comienzan la subida al Monte de los Olivos. Muchos recuerdos los acompañaban ese momento.
De repente se detienen. Jesús, levantando su mano, los bendijo y sucedió lo que había previsto. Eran días después de la resurrección donde Jesús se había quedado con ellos. No habían pasado infructuosamente, sino que ellos habían vivido la confirmación de que Jesús iba a resucitar, pero tenía que irse al cielo. Lo dice así el evangelio de hoy.
Jesús a sus discípulos les dice:
“Dentro de poco, ya no me verán, pero dentro de poco me volverán a ver.” (cfr. Jn 16, 16).
Comentaron entonces algunos discípulos, ¿qué significa eso que de dentro de poco ya no me verán, pero dentro de poco me volverán a ver…? Y se preguntaban, ¿qué significa ese poco? No entendemos lo que dice.
JESÚS RESUCITÓ Y SUBIO A LOS CIELOS
Jesús se dio cuenta que estaban por preguntarle y Jesús le dijo, pero están discutiendo de eso que ya les he dicho, dentro de poco ya no me verán y dentro de poco me volverán a ver.
“En verdad, en verdad os digo, ustedes lloran, se lamentan, mientras el mundo está alegre, ustedes están tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría.” (Jn 16, 20).
Hoy, con el diario del lunes, como se dice, ya sabemos que Jesús resucitó, subió a los cielos y desde el cielo nos ayuda mucho más. Desde el cielo Jesús también quiere seguir animándonos en este camino.
Cuando, Jesús llega al monte, cuenta la evangelista que los discípulos se postraron ante su amigo, ante su maestro, ante su Dios. Y mientras Jesús les hablaba con autoridad divina, les bendecía y los confirmaba en su misión divina.
Jesús se estaba yendo para quedarse, Jesús se estaba yendo para bendecir la Iglesia. Jesús, una vez ascendido mientras lo miraba, sorprendidos y alegres desde el cielo, se le presentan unos ángeles, unos hombres con vestiduras blancas y les dicen:
“Varones de Galilea, ¿qué hacen mirando al cielo?”
(Hch 1, 11).
Es un poco graciosa la escena, porque, de hecho, estaban todos abobados mirando hacia el cielo. Pienso también en las mujeres que estarían ahí alrededor, que pienso que las mujeres estarían actuando, estarían moviéndose yendo de acá para allá.
Porque los Ángeles le dicen a los varones:
“Varones de Galilea, ¿qué hacen mirando al cielo?»
(Hch 1, 11).
Con un tono así, medio incrédulo, ¿qué hacen mirando al cielo? Y les dice: Id al mundo entero y predicad el evangelio. Es la hora de comenzar, es la hora de esa inmensa tarea que nos toca a todos.
ANUNCIAR EL EVANGELIO
Esa Iglesia que, el Papa Pablo VI y también ahora el Papa León XIV, nos animan a no dormirnos, a no quedarnos en los sueños o esperanza, la verdad que muchas esperanzas son muy humanas.
Estamos en la Iglesia para construir ese mismo Reino, para ir por todas partes y anunciar el evangelio, predicar el Evangelio. Los apóstoles, las santas mujeres, todas las personas que se movían en ese círculo de amigos comenzaron a hacer eso. ¿Cómo lo hicieron? Con la ayuda de María.
Fíjate, María no sólo animaba y enseñaba a los apóstoles. Sino que además les soportaba sus pruebas. Les daba caridad, ayuda espiritual, pero sobre todo María estaba.
Así como ella estuvo ahí en la pasión, también estuvo ahí en un momento de la Ascensión. Ella acompañó a Jesús, a todos los apóstoles, acompañó a la Iglesia.
María es Virgen y es Madre, es muy Madre, por eso la mejor Madre, la Madre de la Iglesia. Le pedimos, hoy también, que nos cuide, para prepararnos para ese momento final. Así también nosotros, desde el momento de su Ascensión al cielo, sepamos también acudir siempre a María.
Estamos terminando el mes de mayo aprovechemos a pedirle a María, siempre María.
«Mujer, ahí tienes a tu hijo, hijo, ahí tienes a tu madre»
(19:26-27),
nos dijo Jesús desde la cruz.
Se lo pedimos a santa María para que descubramos más y más a su Hijo Jesús, en el Nombre de Dios, como decía el Papa Pablo VI.
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